fútbol

Dwamena: un exzaragocista viviendo al límite

El delantero ghanés, aquejado de una dolencia cardíaca, sigue jugando al fútbol, en Suiza. "Si muero -afirma- será la voluntad de Dios"

Dwamena en su regreso a los entrenamientos, ayer en la Ciudad Deportiva.
Dwamena en un entrenamiento, en la Ciudad Deportiva.
Tino Gil/Real Zaragoza

Entre la ciencia o la fe, Raphael Dwamena ha escogido su camino. El delantero ghanés sigue jugando al fútbol. Además, lo sigue haciendo bien: la pasada semana marcó un ‘hattrick’ con su nuevo equipo, el BSC Old Boys, club de Suiza de la 2 Liga Interregional, en el quinto nivel. A Dwamena, de 27 años, todo el mundo le aconseja que lo deje, que aparque a un lado el fútbol y cuide su maltrecho corazón. Que hay que jugar, pero que, sobre todo, hay que vivir para contarlo.

Fue en Zaragoza, donde el delantero de Ghana estuvo cedido por el Levante en el curso 2019-2020, el lugar en el que el problema se puso grave de verdad después de que en 2017 ya se frustrara en el reconocimiento médico su traspaso del FC Zurich al Brighton inglés por 12 millones de euros. Por entonces, jugaba con un monitor Holter que registraba su actividad cardíaca, pero el Levante no encontró dolencia incapacitante alguna cuando lo contrató en 2018 por casi seis millones.

Tras sufrir en octubre de 2019, en los partidos contra el Málaga y el Cádiz, unos mareos desencadenados por una feroz taquicardia (a casi 280 pulsaciones), el equipo de cardiólogos del hospital Miguel Servet le detectó una patología incompatible con el deporte profesional. Dwamena padece una cardiopatía estructural que hace que tenga propensión a desarrollar arritmias ventriculares malignas, manifestándose sobre todo en momentos de máximo esfuerzo y poniendo en riesgo incluso su vida. No jugó más con la camiseta del Real Zaragoza, aunque permaneció activo en ligeros entrenamientos en la Ciudad Deportiva hasta el final de aquella temporada interrumpida por la pandemia.

En enero de aquel curso, se le colocó un DAI transvenoso bajo la clavícula izquierda, un desfibrilador automático implantable. Un dispositivo electrónico que restablece el ritmo cardíaco normal mediante una descarga eléctrica si registra anomalías y que no le vino visto lo visto: auxilió a Dwamena hace un año en un partido de la Copa de Austria. Sin embargo, ha decidido extraérselo.

Hace unos días, el periodista Nicola Berger se entrevistó con Dwamena para un reportaje sobre su vida en el diario Neue Zürcher Zeitung de Zúrich. El testimonio del futbolista exhibe algo que ya se descubrió en Zaragoza: un hombre entregado a la fe, sin temores, profundamente religioso, y convencido de que la medicina no será quien le saque del fútbol. «Si muero, esa es la voluntad de Dios. Me voy y punto. Olvidado. La gente a mi alrededor estará triste durante unas horas, o tal vez incluso unas semanas. Pero lo superarán y seguirán adelante. No vivo mi vida para complacer a las personas. Solo a Dios», relata.

Dwamena se comprometió el pasado agosto con el BSC Old Boys. Es un club polideportivo de Basilea, en cuya sección de tenis comenzó a pegar raquetazos el mito local Roger Federer. A Dwamena le abrió un hueco el entrenador, Gilles Yapi, quien fuera su compañero en su etapa en el FC Zúrich entre 2017 y 2018. Solo un amigo tan devoto como él le animaría a seguir jugando, pues, tal y como cuenta Raphael, su colega Yapi suele acompañarle a misa todos los domingos.

Durante el verano, había estado ejercitándose en solitario, esperanzado en conseguir una plaza de nuevo en el fútbol profesional. Antes, estuvo cerca de firmar con el Zorya Luhansk de Ucrania. Pasó el reconocimiento médico, pero el contrato se disolvió por problemas en el visado en tiempos prebélicos. Después, recibió ofertas para jugar en la India y en Bosnia. Dwamena las rechazó y le dio su palabra a Yapi: jugaría en el Old Boys, en la quinta división, hasta el mercado de invierno. No pasó ningún control de salud, simplemente firmó un documento en el que asumía toda responsabilidad.

El ghanés es consciente de que juega con fuego, pero tiene su propio modo de ver las cosas. Después de cerrar su etapa en el Zaragoza, le fichó el Velje, de la Superliga danesa. La prescripción de varios de los especialistas visitados (doctores de Zaragoza, de Barcelona, del Levante, de Zurich...) era que no jugara a nivel profesional, pero el Velje lo incorporó con ciertas condiciones. Duró dos goles y cinco partidos: unos valores demasiado altos en su ritmo cardíaco después de unos entrenamientos rompieron su contrato en noviembre de 2020.

Meses más tarde, regresó a Austria, el país que le abrió la puerta de Europa en 2014 con la Academia Red Bull de Salzburgo. Su destino fue el FC Blau-Weiss Linz, de la segunda categoría. Jugó tres partidos, pero, el 27 de octubre de 2021, a los 20 minutos de una eliminatoria de copa contra el Hartberg, se llevó la mano al lado izquierdo del pecho y cayó al suelo.

«Es una temeridad»

Dwamena no estaba jugando, sino sentado en el banquillo de los suplentes. La crisis cardíaca le sobrevino en reposo. Recibió cuatro descargas eléctricas del DAI, según el comunicado de su club, en el que se afirmaba que su vida no corrió peligro gracias a ese desfribilador. Una ambulancia lo llevó al hospital, donde se le revisó y se recuperó.

Dwamena comenzó a defender que el problema no se lo había provocado el corazón, sino un funcionamiento defectuoso del aparato. Así que decidió a retirarse el DAI en una intervención en Zúrich, después de firmar de forma voluntaria un consentimiento informado: ahora jugaría sin DAI. Con el corazón asomado al abismo, pero sin ningún chispazo eléctrico que lo pudiera tumbar: «He ido a muchos médicos. Todos dicen algo diferente. Respeto las opiniones, los diagnósticos. Pero no los tomo en serio. Solo alguien puede decirme que es hora de parar: el Señor». Es su forma de ver la historia.

Uno de esos doctores que le dio consejo es Antonio Asso, director de la unidad de arritmias del hospital Miguel Servet. Él supervisó la implantación de ese DAI. «Ante una patología así, hay que desaconsejar la práctica del fútbol profesional. Si se quiere jugar, se puede. Mientras funcione el DAI puede no haber problema. Poder se puede, pero no debería. Es una cuestión probabilista. El riesgo cero no existe, por eso ningún club va a asumir la responsabilidad con él. Pero retirarse el DAI y jugar, me parece una temeridad. Si haces eso, eres carne de cañón», advierte Asso. «Es un chico que es muy buena persona, pero tiene sus peculiaridades y sus creencias. No creía mucho en lo que le decíamos, se ponía a la defensiva y nos decía que ‘Dios le guiará’», añade. «El DAI es una salvaguarda, y ya parece que le libró de una muerte súbita en Austria. Ahora, si sigue jugando sin él, puede no pasarle nada nunca, o sufrir eso, una muerte súbita dentro de un año o de cinco», expone.

Mientras camina por un fino alambre, Raphael Dwamena reconoce que vive sereno, feliz, sin miedos. Es posible que no haya una forma de libertad mayor que esa, darle la espalda a la muerte para darle la cara a la vida. Y así, conforme la ruleta sigue girando, ‘Rapha’ continúa en Basilea poniendo el corazón al servicio del gol: siete lleva metidos ya en nueve partidos. 

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