literatura y televisión
Vuelve Pippi, "la persona más guay del mundo"
Filmin estrena remasterizada la serie sobre el personaje de Astrid Lindgren. Preguntamos a sus fans sobre la vigencia de esta niña adelantada a su tiempo.
España. Año 1974. Diálogo del primer capítulo de la serie ‘Pippi Calzaslargas’:
-Anika: Pippi, ¿si tus padres no están aquí, quién te dice la hora a acostarte?
-Pippi: "Me la digo yo misma".
Carmen Agustín, profesora de Información y Documentación de la Facultad de Periodismo de la Universidad de Zaragoza, tenía 10 años cuando vio esa escena en un televisor en blanco y negro. Fue el comienzo de un enamoramiento del personaje creado por Astrid Lindgren que perdura casi 50 años después. Un tiempo en el que se ha convertido, incluso, en una pequeña coleccionista de libros y objetos relacionados con ella y con la serie que ahora estrena Filmin remasterizada.
Carmen recuerda la chispa que inició todo: "Sencillamente, Pippi me gustó porque no tenía padres a los que obedecer, para mí aquello era fantástico. Vivía en una casa ella sola, era una aspiración materializada de libertad, hacía lo que le daba la gana. No iba al colegio, tenía un padre pirata y un cofre de monedas que nunca se acababan. Era una bicoca. Se puede decir finamente que era transgresora, ¡pero lo que era es ‘destroyer’ perdida!".
"Me parecía la persona más guay del mundo", añade Carlos Pérez, conocido en su faceta de dibujante como Xcar Malavida. Un gran póster de Pippi Calzaslargas preside su espacio de trabajo. Para él, Pippi "era divertida, se pasaba el día imaginando, tenía iniciativa, se inventaba juegos. Pero es que además tenía un mono, pecas y era pelirroja. Lo tenía todo. Todo. Es el personaje de ficción más guay de la historia". Continúa Xcar: "Pippi es maravillosa para la ficción, pero en la realidad sería agotadora. Si eres mayor no lo podrías seguir", bromea. "Creo que por eso fascina tanto, porque es inalcanzable".
Otro mundo era posible
Y, a la vez, Pippi es también asequible: "No vivía en un mundo de fantasía, su entorno era verosímil, posible. Para asomarte a su mundo no tenías que suspender la credibilidad", opina Carmen Agustín quien, en este sentido, destaca el atractivo añadido que en los 70 representaba Suecia con respecto a la gris España de la dictadura. "Se veía como el olimpo de las libertades". Allí, en un ambiente rural, casi idílico, Pippi "vivía con unas normas que se proporcionaba a sí misma". "Para mí –dice Carmen– Pippi no era estrafalaria ni excéntrica, sino que sencillamente hacía lo que le daba la gana".
En cualquier caso, al deslumbramiento por Pippi y su mundo contribuía también su aspecto, a estas alturas verdadero icono pop. También, la propia factura de la serie –que a España llegó antes que los libros– llena de colores llamativos y alegres. "Para los de 40 o más, la serie ha sido tan importante que hasta ha marcado su aspecto", llega a decir Xcar, para quien "las chicas un poco rebeldes o progresistas han ido del palo Pippi".
Iván Royo es diseñador y profesor de Moda en la ESDA. Tiene 29 años y Pippi llegó a su vida cuando era pequeño, prueba de lo intergeneracional de un personaje que él describe con los términos actuales del feminismo: "Es una niña empoderada". Para Royo, la ropa de Pippi representa su "espíritu libre, es único, desafía lo tradicional". Destaca también como importante "su comodidad, es una indumentaria amplia, que le permite moverse, hacer el gamberro, en contraposición a esa ropa femenina que oprime". "El estilo de Pippi es un símbolo".
Un espíritu que, opina, Xcar, encaja a la perfección con "los valores del feminismo actual". Pippi Calzaslargas "es una heroína del siglo XX que se anticipa a muchos referentes de 50 años más tarde en la literatura infantil. Por eso tuvo tantos problemas al principio, porque aunque era un personaje literario no dejaba de ser una mujer que hacía cosas que no eran de acuerdo a las normas y a las convenciones: se la puede considerar incluso ácrata o anarquista".
A pesar de lo cual, en España sorteó la censura, seguramente, aventura Agustín, porque entonces los contenidos infantiles estaban muy lejos de ser sospechosos ideológicamente. Ahora, se plantea la profesora, sería diferente: "Cuando algunos clásicos infantiles son revisados, como los de Roald Dahl, creo que Pippi no pasaría el filtro ni inadvertida porque opina de todo y critica a todos: a policías, a profesores. Sugiere que la educación de los niños es posible sin los adultos. Es rompedor".
David Navarro, florista, periodista y gran seguidor de Pippi y Lindgren, coincide con este diagnóstico: "Cada vez que me leo un libro de Pippi pienso que no se podría publicar hoy". "La literatura infantil es ahora en general muy conservadora". Dice Navarro que las editoriales españolas buscan contenidos nuevos que ellas ven "adecuados para las familias, que las APAS vayan a recomendar como lectura obligatoria". Recuerda los problemas que Elvira Lindo tuvo con su ‘Manolito Gafotas’ por cosas como que odiaba a su hermano. Otra cuestión son las traducciones, matiza Navarro, que ya vienen avaladas por éxitos en el extranjero.