Francho Aijón: “Cuando trabajo como actor, si hago de Hitler, voy a ser Hitler”

El zaragozano (1974) actúa en el filme ‘Soy una buena persona’, estrenada en Filmin y Amazon Prime, y presenta obra propia en el madrileño Microteatro por Dinero todo el mes de julio

Francho Aijón, el pasado martes 20 de junio, en su domicilio madrileño.
Francho Aijón, el pasado martes 20 de junio, en su domicilio madrileño.
Enrique Cidoncha

¿Le hizo falta un test de bondad o maldad para salir en ‘Soy una buena persona’?

Conozco a Norberto, el director. Me dijo que tenía una película con un papel que me pegaba. Leí el guión, me gustó y le dije que sí, no sin pedirle que me dejara trabajar el personaje a mi manera. Decidí ir vestido como Gabriel Rufián, tomar algo del jefe de ‘The office’ y de Cámara en ‘Vota Juan’: al final es un Frankenstein de personajes que me divierten.

No es el ‘prota’, pero dinamita la trama.

Es importante en un momento concreto, y agradecido por su perfil. Eso me quitó la complejidad de materializar todo el arco de transformación. Es protagonista en un momento dado: luego, nada. Eso me quitó presión, es más complejo todo el arco de transformación de principio a fin.

Su personaje aborda una trama universal: la imposición interesada en el terreno creativo.

Sí. La creación es lo que es, lo creado te vale o no te vale; si no te vale, no le prestas atención, pero tratar de cambiarlo de modo interesado… pues no vale. Cuando trabajo como actor, si hago de Hitler voy a ser Hitler, aunque obviamente esté en las antípodas de su forma de pensar. Intento ponerme trajes y ‘pieles’ que me ayuden.

¿Nos ofendemos demasiado, o demasiado poco?

Es una época de ofendidos, y desde luego esta película va a ofender a diestro y siniestro, entendiendo los términos por derecha e izquierda. A todo el mundo. Para mí es la grandeza de la película. La protagonista es una buena persona que toma una mala decisión, quizá por cierta presión social: que si a tu edad no has conseguido nada, todo eso de querer es poder, hay que ser perfecto… Alba Fontecha interpreta el papel principal con mucha verdad.

Usted es actor, escritor, docente… ¿a qué dedica más tiempo?

En la pandemia, cosa que no había hecho jamás, me dio por escribir novela. Soñaba con ello desde los 10 años. Cayó la primera, ya está en manos de un corrector, y he terminado una segunda; quiero hacer una trilogía de novela negra ambientada en Lavapiés. Me autoedité un libro de poesía hace un tiempo, ‘Atrás’, y tengo pendiente presentarlo en Zaragoza con Dani Etéreo, el último ganador del certamen de ‘slam poetry’ por allá.

Ha echado raíces en la calle Salitre, inmortalizada por Quique González en un disco.

Vivo en Lavapiés, sí, antes estuve por Malasaña. Los primeros años en Madrid no era muy fan de la ciudad, pero en la última década estoy muy a gusto, la verdad. Hay bastante salseo por la zona: tengo a vecinos como Paco León o Ian Gibson, el hispanista. Gibson está muchas veces en unas terracita debajo de casa donde la cocinera, que es marroquí, hace un cuscús magnífico.

¿Es de los emigrados con iconografía ‘patria’ y accesos de cariño hacia la tierra?

Si te valen tres camisetas del Zaragoza… ahí están, en casa. Cada año pienso que va a ser el bueno, que volvemos a Primera, pero nada. Quiero mucho a Jorge Usón, Ana Roche… cuando vino David Angulo a ‘Cover night’ estuve ahí aplaudiendo.

"Es una época de ofendidos, y desde luego esta película va a ofender a diestro y siniestro, entendiendo los términos por derecha e izquierda. A todo el mundo".

¿Se le sigue dibujando una sonrisa cuando le hablan de The Sinflow?

Ahí me desvirgué en esta profesión. Gerald Fillmore y yo nos llevamos 12 años, y cuando llegó a la escuela de teatro en Zaragoza tenía apenas 17: el tío me presentó un guión de largometraje y me dijo que me quería como protagonista. Sigue siendo mi mejor amigo a día de hoy: es una pena que no lo ‘petáramos’ con The Sinflow para vivir de ello. Por suerte, le va muy bien en Los Ángeles, no para de currar en lo que le gusta.

Va a pasar usted el julio madrileño en clave de microteatro.

Sí, con mi obra ‘Las croquetas de la abuela’, estamos Virginia Jabón, Marta Cagigal, Marian Huélamo, David Dorta y servidor. La historia tiene como protagonista a la Asociación de Vecinos del Picarral y se desarrolla en el año 2033. Hemos secuestrado al Presidente del Gobierno para darle a probar unas croquetas, y hasta ahí puedo leer. Sale Bunbury, por cierto: toca en las fiestas del barrio porque les debía un favor…

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