Alfonso Desentre: "Me gusta caminar por el alambre, tienes todo el poder"

Nacido hace 60 años en Zaragoza, este actor lleva 40 de carrera y vive en la actualidad un momento de ebullición profesional en el cine, la televisión y el teatro

El actor Alfonso Desentre, la pasada semana, en la calle Arquitecto Magdalena de Zaragoza.
El actor Alfonso Desentre, la pasada semana, en la calle Arquitecto Magdalena de Zaragoza.
Francisco Jiménez

Un capítulo de la serie ‘El pueblo’, rodaje con Carmen Maura… vaya agosto lleva, ¿no?

Sí, buenas experiencias. La película es ‘Mi otro Jon’ de Paco Arango, una persona que sabe transmitir su entusiasmo en el rodaje. Es una historia de base dramática, con un punto de comedia. Mi participación ha consistido en dos secuencias con Carmen, y el trabajo no ha podido resultar más agradable: un pedazo de actriz, y una mujer excelente, siempre dispuesta a facilitar las cosas en el set. Junto a Emma Suárez, que quizá ha sido la profesional que más me ha impactado al trabajar con ella en la película ‘Josefina’ el año pasado, este papel es de lo mejor que he vivido en un rodaje.

Lleva usted unos cuantos años de presencia recurrente en el cine y la televisión nacionales.

He podido participar en ‘30 monedas’, ‘Aída’, ‘Águila Roja’, ‘La catedral del mar’, ‘Acacias 38’… también en las películas de la trilogía del Baztán, y hace mucho tiempo en ‘Los fantasmas de Goya’, con Milos Forman y en muchos cortos. Estoy orgulloso de cada papel, todos te dejan algo si te entregas y los haces a conciencia.

¿Es la versatilidad es un fin en sí misma, o la mejor herramienta para que le llamen más?

Tengo la suerte de que piensan que soy versátil, que puedo dar registros muy diferentes. No obstante, me llaman más para hacer de malo: desde el malo de una sola pieza como el de ‘Águila Roja’, tipo cómic, a otros más turbios y perversos. La voz profunda y la mirada intensa parecen adecuadas para esos papeles. También acabo haciendo personajes muy intensos; por eso estoy contento de estos dos últimos trabajos en clave de humor, así no te alejas de otras posibilidades. El de Carmen tenía un punto poético, casi chaplinesco, y en ‘El pueblo’ era algo cómico al cien por cien.

Pero hacer de malo es divertido, dicen, sobre todo si no lo eres en la vida real.

¡Creo que no lo soy! A mí me gusta, sí, y precisamente porque no tiene nada que ver conmigo. No obstante, algunos retos son perturbadores, como me ocurrió en ‘Help’, un corto que previamente fue una pieza teatral. Estaba solo en escena, representando a una persona con alzheimer. Lo hice motivado por la situación de mi madre en aquel momento: fue catarsis y un dolor grande a la vez.

¿Cómo manejaba esos sentimientos cuando se alzaba el telón?

Bueno, mis padres murieron e hice una función en el cementerio viejo, delante de su tumba, lloviendo. Creí que no iba a poder acabarla, pero pude. Personalmente me costó aún más interpretar a un maltratador en un corto.

El teatro ha sido y es su vida, claquetas aparte.

Ahí empecé con 20 años, y durante mucho tiempo fue prácticamente todo lo que hice. Ahora estoy muy a gusto simultaneándolo con el cine y la televisión. El teatro exige largos periodos de ensayos, y el tiempo de exposición posterior de ese trabajo es corto en muchas ocasiones, pero... la inmediatez, trabajar sin red, sin segundas tomas; son emociones que me encantan. Me gusta caminar por el alambre esa hora y media, tienes todo el poder.

Eso parece extrapolable a una actitud vital. ¿Cierto?

Igual sí, el funambulismo es una metáfora que me gusta emplear también en la vida, aparte de ser una profesión fascinante.

Lleva 40 años de carrera. ¿Todavía le preguntan por su trabajo ‘de verdad’?

Menos que antes... y siempre digo muy contento que en todos estos años nunca he tenido que dedicarme a algo que no tuviera relación con mi profesión de actor.

¿Sigue soñando con poner picas en Flandes, Vancouver o, por qué no, Hollywood?

Ya llevé ‘El santo bebedor’ a Colombia una temporada, fue muy bonito. El domingo 4 hago ‘El amor en 20 poemas’ en el castillo de Fraga, otra pica más cercana que la de Flandes. Sí, me gustaría hacer cosas importantes en lo que me reste de carrera, en España y fuera. Supondría culminar un deseo, pero no una necesidad para calificar mi carrera de exitosa. Me siguen llamando, la gente habla de tu trabajo con cariño y respeto; eso está muy bien, ¿no?

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