El espíritu de Roald Dahl vence a la censura

La indignación global contra la reescritura de los cuentos del autor obligan a rectificar a la editorial Puffin, que publicará los textos clásicos.

'Charlie y la fábrica de chocolate' y 'Matilda', de Roald Dahl
'Charlie y la fábrica de chocolate' y 'Matilda', de Roald Dahl
Alfaguara

No es la primera vez que un texto clásico se ve sometido a revisión para adaptarlo a la sensibilidad contemporánea, pero nunca hasta ahora se había desatado una indignación tan global como contra la reescritura de los cuentos de Roald Dahl. Casi una semana después de que el diario británico The Daily Telegraph descubriera que la editorial Puffin iba a cambiar los libros del escritor para hacerlos más inclusivos, el sello se vio obligada a rectificar y el viernes pasado anunció que mantendrá los textos originales, aunque también publicará versiones adaptadas.

"A nadie se le ocurriría modificar el Quijote o Hamlet"

"Hemos prestado atención al debate, que no ha hecho más que reafirmar el extraordinario poder de los libros de Roald Dahl, y ha planteado la cuestión de cómo mantener la relevancia de relatos de otra época para cada nueva generación", afirmó en un comunicado Francesca Dow, la directora general de Puffin. Antes se desmarcaron las editoriales españolas Alfaguara y Loqueleo y la francesa Gallimard, que dijeron que los libros en estas lenguas no iban a ser reescritos.

Pero la polémica ha abierto varios frentes: el derecho a que el legado de un escritor sea respetado, el derecho de los lectores, también los niños, a ser tratados como adultos, los límites de la ideología 'woke' y la cultura de la cancelación y, por supuesto, la capacidad del dinero para modificar hasta los cuentos infantiles. Porque al final, el 'caso Dahl' es también, o es sobre todo, una cuestión de negocios.

El director editorial del sello Anaya Infantil y Juvenil, Pablo Cruz, considera que no es "ni respetuoso ni razonable" cambiar los textos de Dahl, "dado que supone reescribir con un criterio social actual textos que se crearon en una época y una sociedad determinada". "A nadie se le ocurriría modificar el Quijote o Hamlet siguiendo estos criterios, ni siquiera en una adaptación", explica Cruz. "No podemos reescribir la historia, ni siquiera la más reciente, pues estaríamos engañando a los lectores y dándoles una versión distorsionada de cómo era el mundo y la sociedad en épocas pasadas. Falsear la historia es tirar piedras contra nuestro propio tejado", agrega Cruz.

Las nuevas versiones de los cuentos de Dahl quieren evitar términos y expresiones que se consideran poco inclusivos. En 'Charlie y la fábrica de chocolate', Augustus Gloop, que "era enormemente gordo", pasará a ser ahora solo "enorme"; en 'Matilda', Miss Trunchbull era "una hembra formidable" y ahora será "una mujer formidable"; la mujer de 'Las brujas' que trabajaba de cajera en un supermercado se convertirá en una 'científica de alto nivel' y los tractores asesinos de 'El Superzorro' dejarán de ser negros.

El escritor Xesús Fraga, premio Nacional de Narrativa por la obra 'Virtudes (e misterios)', se empapó de la obra de Dahl cuando de niño vivía en Reino Unido y no cree que esas lecturas le hayan hecho "peor persona", bromea. Después ha traducido a Dahl al español y al gallego. "Un libro refleja la mentalidad de una época. Hergé, en 'Titín en el Congo', era racista, como la inmensa mayoría de los belgas de su época. Pero luego corrigió esa actitud, y sus libros, que son un testimonio de cada momento, también muestran ese cambio". "Lo que debe hacerse es ofrecer al lector un contexto para que entienda que sus antepasados vivían en unas determinadas circunstancias", agrega Fraga.

Con una obra tan colosal como la del autor de 'Matilda', la discusión no puede ser solo artística. La periodista y escritora Begoña Gómez Urzaiz, coautora de 'Neorrancios' (Península), cree que el debate "se ha enfocado mal porque las correcciones se han hecho por encargo de The Roald Dahl Story Company y por Netflix". Los primeros son los herederos del autor, que gestionan su obra, y los segundos adquirieron en 2021 los derechos audiovisuales de Dahl por más de 500 millones de euros. "Puede ser una cuestión de dinero", apunta Gómez, porque está en juego que estos cambios sirvan para "prolongar los derechos de autor". Lectora "apasionada" de Dahl, opina que los cambios son "innecesarios", pero su postura es más matizada. "Siempre se han hecho adaptaciones de libros y, por ejemplo, las versiones actuales de 'Los cinco' de Enid Blyton no son las originales", indica. Gómez, que lee a Dahl a su hijo, detecta "dejes machistas" en los libros. "Hay cosas que no me gustan y se las corrijo, hago acotaciones. Ejerzo con él de 'sensitivity reader'", señala.

Lectores de sensibilidad

Precisamente los 'sensitivity readers' (lectores de sensibilidad, en su traducción literal del inglés) están en el ojo del huracán por el 'caso Dahl'. Esta figura, que las editoriales han incorporado en los últimos años, avisa de los textos que no se adaptan a lo políticamente correcto. "Los lectores de sensibilidad son un escándalo. Existen para buscar en los libros posibles motivos de ofensa y, dado que la noción misma de ofensa es totalmente subjetiva, lo único que consiguen es imponer sus propios valores a todos los demás", critica el escritor británico Andrew Doyle, azote contra el nuevo puritanismo. Con el seudónimo de Titania McGrath publicó dos sátiras, 'Woke' y 'Mi pequeño libro de activismo interseccional', y ya con su nombre ha escrito 'La libertad de expresión y por qué es tan importante', todos ellos en Alianza Editorial.

Su postura es tajante respecto a la polémica con Roald Dahl. "Los cambios son especialmente atroces; los responsables no tienen sentido del estilo de la prosa ni entienden cómo funciona el humor. Son unos filisteos que no deberían acercarse a la obra de un artista. Los lectores harían bien en invertir en ediciones antiguas que conserven la integridad de su obra original", explica, y su única esperanza es que España y otros países son "inmunes" al movimiento 'woke' "porque las frases esotéricas son más fáciles de traducir en inglés". "Pero esta ideología es como una infección, se extiende, y es sólo cuestión de tiempo que algún fanático 'woke' coja el bisturí con las obras de Cervantes".

En un tono similar se expresa Edu Galán, autor de 'La máscara moral' (Debate): "Lo que ha ocurrido es pura censura, y como con cualquier censura se justifica el cercenamiento de obras literarias por 'el bien de los demás'". Galán cree que España está relativamente protegida de este "declive" por "nuestra cultura católica". "Todo se debe al contagio masivo de una ideología puramente mercantil e individualista proveniente de Norteamérica y de los países asiáticos. Aquí, lo que tenemos es a algunas izquierdas que viven instaladas en esas temáticas norteamericanas".

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