Las Fiestas del Pilar en las que el cachirulo saltó del traje regional a su uso diario

En vísperas de las Fiestas del Pilar, los zaragozanos preparan estos días sus trajes de baturro y baturra -cada vez son más los que los alquilan- para salir en la Ofrenda el próximo 12 de octubre. Un acto que este año se espera multitudinario, tras dos años marcados por la pandemia.

La indumentaria aragonesa, ya sea en su versión de gala o de diario, cuenta con siglos de tradición. Entre los elementos que forman parte del traje de baturro, no puede faltar el pañuelo o cachirulo. Si bien es esencial colocarlo correctamente para no desentonar en cualquier acto tradicional -aquí te explicamos cómo hacerlo para que quede perfecto-, fuera de esos momentos es habitual ver cómo los zaragozanos lo llevan de diferentes formas.

Con el paso de los años, el modo de lucirlo ha evolucionado. De llevarlo solo en la cabeza, que es donde se empezó a poner en época musulmana ya fuera durante las jornadas en el campo o en días de fiesta, se pasó a verlo también al cuello. En la actualidad, es habitual colocárselo en la muñeca a modo de pulsera, en la cabeza como diadema o en la cintura sustituyendo al cinturón. Además, cada vez surgen ideas más creativas, y el estampado del cachirulo se puede encontrar en broches, coleteros, corbatas, pajaritas y, desde que el coronavirus irrumpió en nuestras vidas, hasta en mascarillas.

Del salto del tradicional pañuelo rojo y negro del traje regional a su uso diario fueron testigo las Fiestas del Pilar de 1979. Hasta entonces la prenda estaba atada al traje regional, a partir de ese año, el cachirulo cobró vida propia como símbolo de las fiestas del Pilar.  El 18 de octubre, HERALDO publicó en su sección ‘Esquinas de la ciudad’ un artículo titulado ‘Con el cachirulo’ y firmado por Arquero en el que lo relataba.

"Nadie podrá negar que hemos tenido unas fiestas con cachirulo, aunque el clásico pañuelo aragonés no haya sido llevado siempre con propiedad, que es atado a la cabeza, y los hombres, a semejanza de las mujeres, se lo hayan atado al cuello las más de las veces.

Con el cachirulo se han vivido las fiestas del Pilar, y es curioso constatar cómo aquellos que más criticaban el Aragón del cachirulo han sido ahora los primeros en enarbolar lo que, para uno, siempre, fue símbolo y síntesis. Los que clamaban contra el Aragón del cachirulo y el traje regional han sido los primeros, ahora, en reivindicar unas prendas tan nuestras.

Con el cachirulo en la cabeza se levantó, antaño, una bandera que todos atacaron, porque lo auténticamente nuestro se consideraba chabacano y populachero, y ahora salen los atacantes haciendo profesión de cachirulismo, postura que a todas luces ha de parecer falsa, porque lo es en la realidad. El hábito no hace al monje: es aquí donde cuadra a la perfección el viejo refrán”.