zaragoza

Una joya patrimonial, con solo llamar al timbre

La iglesia de las Siervas de María, en el céntrico paseo de Sagasta de Zaragoza, ha sido objeto de una ambiciosa restauración interior más de un siglo después de su construcción.

“El pasado domingo, abrimos las puertas de la iglesia porque un par de chicas del barrio quisieron hacerse fotos con motivo de su Primera Comunión, no veas lo que fue esto: un ir y venir de gente, que nos decían que desconocían completamente esta joya”. Sor Pilar, una de las hermanas de la congregación de Siervas de María, se alegra de la curiosidad que despierta una pequeña y desconocida iglesia, a pesar de estar enclavada en pleno paseo de Sagasta de Zaragoza.

Levantada por el arquitecto Julio Bravo y Folch en 1903, el templo apenas se había restaurado en los últimos cien años y, ahora, vuelve a lucir como nuevo gracias a unos trabajos que han permitido que se cambie todo el suelo y que se recuperen también pinturas -algunas de inspiración modernista- de sus pilares.

“Estaba y está todo tal y como se concibió en su momento, hace más de cien años. Eso sí, se ha limpiado de forma metódica y ha quedado preciosa”, dice la hermana Pilar, que cuenta que el principal cambio ha sido la sustitución del suelo, que antaño era de madera y estaba muy perjudicado. “No se había tocado desde que se construyó la iglesia y en algunas zonas estaba hundido y en otras levantado”, cuentan, al tiempo que recuerdan que esta zona de Sagasta no ha sido especialmente afortunada en lo que a reventones se refiere. En más de una ocasión han tenido las monjas que achicar agua del interior del templo, lo que también había dañado sustancialmente las tarimas. “Salvo por trabajos muy puntuales, la iglesia no se había tocado. Recuerdo que en su día hubo que hacer alguna obra en los tejados, pero siempre cosas menores”, dice la hermana.

Misas todos los días

El convento y la capilla de las religiosas Siervas de María se levantó hace 119 años cuando el paseo de Sagasta apenas comenzaba a tomar forma. Estaba en las afueras de la ciudad y, de hecho, durante unos cuantos años lució sin edificios anejos que hoy parecen engullirle. Tanto espacio había y tan solitario estaba el convento, que incluso incorporó un agradable jardín trasero que hoy es considerado un oasis ajeno al ajetreo del tráfico en pleno corazón zaragozano.

“Aunque la puerta esté cerrada, la iglesia está siempre abierta a quien quiera escuchar misa. Las celebramos todos los días a las ocho menos cuarto, y los domingos y festivos a las ocho y cuarto. Lo único es que hay que hacer es tocar el timbre para acceder, porque somos apenas 28 hermanas y no podemos estar pendientes de todo”, explica sor Pilar.

Una de las capillas en la iglesia de las Siervas de María.
Una de las capillas en la iglesia de las Siervas de María.
Guillermo Mestre

La congregación, no obstante, tiene también savia nueva y, según aseguran, “hay relevo”, pues hace unos meses llegaron cuatro jóvenes de Camerún, “que son oro molido por el entusiasmo y la alegría que transmiten”. Ellas también cuidan de los enfermos, ancianos y niños, que es la principal misión de la congregación, y les dan cariño, conversación y cuidados.

De vuelta al edificio, son pocos los viandantes que intuyen los secretos que esconde esta iglesia construida totalmente de ladrillo visto y de composición simétrica. Dicen los expertos que su pareja de torres sigue “los planteamientos de formales de un románico simplificado” y destacan su “lenguaje neomedievalista”. La construcción está catalogada de Interés Arquitectónico y, en su interior, se comprueba cómo los arcos de medio punto y las ventanas en óculo están cuidadosamente decoradas. En el interior se reproducen muchos de los elementos de la fachada, con los mismos planteamientos estéticos aunque de forma ornamental.

Detalle de la ornamentación modernista en el interior de la iglesia.
Detalle de la ornamentación modernista en el interior de la iglesia.
Guillermo Mestre

La iglesia contrasta sensiblemente con su entorno, dado que muchos de sus edificios coetáneos fueron víctima de la piqueta a finales de los años 80. Se habló entonces del expolio de Sagasta, pues uno de los paseos modernistas más bellos de España perdió numerosas casas por la especulación y las aún livianas leyes de Patrimonio.

“La gran mayoría de los edificios originales del paseo de Sagasta cayeron desde mediados de los años 70, tras la brutal irrupción del boom inmobiliario. Una de las pérdidas más dolorosas fue la de la Casa de Melenciano García Sánchez, en el número 54, considerada una joya del modernismo aragonés”, explican los expertos en Patrimonio. Aquel edificio fue derruido en 1976 y su vecina Casa de la Paz corrió la misma suerte años más tarde, en 1994. Afortunadamente aún siguen en pie algunos supervivientes, aunque el paso de los años tampoco les ha brindado mucha fortuna como en el caso del sanatorio del Doctor Lozano, obra de Félix Navarro, precisamente del mismo año del convento que nos ocupa. En 1903 se fue llenando de vida esta arteria de la plaza de Paraíso hasta el paseo de Cuéllar con casas señoriales que evidenciaban el crecimiento económico y demográfico de la ciudad. La casa Juncosa de José de Yarza a la altura del número 11 o la Casa Vela, de Félix Navarro, en el 6, son también de aquel año. 

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