Mucho han cambiado las cosas en la última década en la calle Cádiz de Zaragoza. A pesar de que hace unos años era una vía eminentemente comercial, en la que se podían encontrar zapaterías, tiendas de moda, joyerías y hasta una imprenta. Hoy en apenas 150 metros de distancia el paisaje se divide en una docena de bares y restaurantes y más de 70 mesas distribuidas en varias terrazas.

Los establecimientos de la zona lo tienen claro: la calle Cádiz se reafirma como una nueva zona de bares que se abre paso en la capital. Uno de los primeros en abrir sus puertas en esta céntrica vía fue Parrilla Albarracín, ubicado en el 2-3 de la plaza Nuestra Señora del Carmen, al comienzo de la vía. “Abrimos en 1986, hace 35 años, cuando en esta calle apenas había dos o tres bares más, todos ellos ya cerrados; y la mayoría eran tiendas y comercios”, rememora Maite Barra, copropietaria del establecimiento.

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¿Su oferta? Cocina aragonesa actualizada en la que los productos típicos de Aragón son los claros protagonistas. En su opinión, que cada vez haya una mayor oferta gastronómica es algo que les beneficia como espacio: “La gente viene y va pasando de bar en bar, nos enriquece como zona y nos retroalimentamos”.

A tan solo unos metros de este en la misma acera, asoma el último bar que ha llegado a la zona: Loom, que abrió sus puertas en abril de 2021, a pesar de la pandemia. “Tocaba seguir adelante y pensamos que por qué no ahora”, admite Jesús Malón, uno de sus fundadores. En cuanto a su propuesta, proponen un lugar en el que “siempre pasen cosas”, desde primera hora de la mañana -con una amplia oferta de desayunos y almuerzos- hasta la cena y las copas de después.

Oliver Duch

“Hemos apostado por productos de alta calidad de la tierra y una cocina actual, con bowls, ensaladas, steak tartar, raciones, tablas y tapas y una bodega con más de 20 referencias”, relata. En su caso, con cuatro mesas en la calle y un amplio espacio interior, el hecho de ubicarse en una zona gastronómica en auge ha sido una fortaleza: “Se trata de que haya movimiento, la gente viene sola”.

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Oliver Duch

Justo al lado está Mondo Café, regentado por Javier Tambo desde hace poco más de 2 años. “Nace como un café de especialidad, pero nos hemos ido adaptando a lo que la calle Cádiz demandaba, es decir, cerveceo y terraceo”, explica. Un local de pequeñas dimensiones en el que la presentación se cuida hasta el mínimo detalle. “El problema principal que tenemos en esta calle es la limitación en cuanto al número de mesas disponible por terraza, algo que nos hace menos competitivos con respecto a otras zonas de la ciudad”, admite.

Al otro lado de la calle, ya en los porches del Centro Comercial el Caracol hay un establecimiento con una oferta única en la zona y -dice su gerente- en la ciudad. Se trata de Aires del Sur, que abrió sus puertas hace seis años. “Cuando me instalé aquí tan solo había seis o siete bares en la calle. Hoy somos mayoría”, afirma José Martínez, natural de Huelva -en concreto de Escacena del Campo- pero que lleva más de una década en la capital aragonesa. “Me gustó mucho el local sobre todo por la terraza cubierta, me da mucho juego durante todo el año”, admite. Algo que, sobre todo en invierno y durante los peores meses de la pandemia, su clientela ha agradecido mucho.

“Aquí puedes encontrar productos típicos de Huelva de la mejor calidad. Embutidos, gamba blanca, jamón de bellota… una oferta distinta que el público agradece mucho”, asegura. Además, el hecho de que en una misma calle haya una oferta tan variada es, a su juicio, una fortaleza. A su lado se sitúan varios bares de copas como Kadizg o My Way, la taberna irlandesa Bull McCabes o la hamburguesería Ham, justo enfrente. Distintos conceptos en apenas 150 metros de calle.

“Que haya movimiento es bueno para todos”

Pero, ¿qué pasa con los pocos establecimientos comerciales que han sobrevivido a estos cambios que se han producido con los años? Entre otros una tienda de videojuegos, Games, abierta en 1997; la bombonería belga Jeff de Bruges o algunas tiendas de moda como Torres o Dóndola.

“Cuando llegamos aquí todavía no había comenzado el cambio. Ha sido en los últimos cinco o seis años cuando han empezado a instalarse bares y restaurantes”, advierte Ana Oliveras, de Dóndola. Un cambio que, en su opinión, les beneficia. “Se trata de que pase gente por la calle, que haya movimiento es bueno para todos. Algunas personas vienen los lunes a comprar algo que vieron el domingo en el escaparate mientras tomaban algo”, afirma.