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Casa Agustín: un negocio centenario que ha sobrevivido a la pandemia

Fundada en 1905, lo que hoy queda en su interior poco o nada tiene que ver con lo que llegó a ser esta tasca de barrio.

María José Sebastián y Eduardo Casamiá intentan salvar su negocio a pesar de la pandemia.
María José Sebastián y Eduardo Casamián intentan salvar su negocio a pesar de la pandemia.
José Juste

Grandes dosis de paciencia y una gran capacidad de adaptación les han valido a María José Sebastián y Eduardo Casamián el lograr ‘salvar’ su negocio de la pandemia. Al menos por ahora. Con tres créditos ICO a sus espaldas, aseguran sentir una gran preocupación sobre lo que pueda ocurrir mañana. “La crisis sanitaria nos ha hecho retroceder en el tiempo. Es como empezar de cero. Todo lo que habíamos ahorrado y avanzado ha desaparecido”, afirma María José, tras la barra del mítico establecimiento Casa Agustín, sito en el número 6 de la calle Jorge Jordana.

Fundado en 1905, es uno de los pocos establecimientos centenarios que perduran en la capital aragonesa. Eso sí, lo que hoy se ve en su interior poco o nada tiene que ver con lo que llegó a ser esta tasca de barrio. “El bar se trasladó en 1939 a la ubicación actual. En febrero de 2018 lo cogimos en traspaso ya que Eduardo llevaba 22 años trabajando con ellos y conocía todo bien”, relata.

En su interior tan solo estaban la barra y una barra corrida en la pared, ni mesas, ni terraza. “Aquí se formaban hasta tres y cuatro filas de gente que pedían a lo lejos levantando la mano”, afirma María José, incrédula. Una imagen, la del bar repleto hasta la bandera, que la pandemia también les ha arrebatado.

Además de contar con varios barriles en la calle, a modo de mesa, también han habilitado los alféizares de las ventanas, y las ventanas y la puerta están abiertas "de par en par" prácticamente durante todo el día con el objetivo de favorecer la ventilación del local. “Algunos de los clientes de siempre, de los de toda la vida, no han vuelto a pisar el bar de año y pico, pero se atreven a pedir desde la calle”, explica María José.

Casa Agustín fue fundada en 1905.
Casa Agustín fue fundada en 1905.
José Juste

Tras el primer cierre, en marzo, y con el objetivo de abrir en el mes de junio adaptándose a la era covid, invirtieron en varias mesas altas para el interior del establecimiento, así como para la terraza. Volvieron a cerrar en julio y de nuevo en octubre. “Fue un auténtico lío. Comprábamos género y cuando menos lo esperabas lo teníamos que repartir entre familiares y amigos. Hemos tenido que aprender a improvisar a marchas forzadas”, asegura.

Este matrimonio de hosteleros, que lleva toda la vida tras una barra, aseguran que la lección de la pandemia ha sido clara: “Estábamos en una nube. Antes de la llegada del virus iba todo estupendamente y nadie jamás habríamos podido imaginar que algo así ocurriera. Después de esto no creo que vuelva a dar nada por sentado en mi vida”.

Además, María José cuenta que estaban a muy pocos meses de finiquitar la cuantía del traspaso. ¿El plan? Comenzar a ahorrar para lograr jubilarse en unos cinco años. Un sueño truncado por la pandemia pues, como explican, hasta el momento han solicitado tres ICO, lo que en total suman 95.000 euros de deuda. "Pedimos un ICO de 30.000 euros al principio del todo, en octubre el segundo, en este caso de 25.000, y un tercero de 35.000", añade.

Además, también se han visto obligados a prescindir de dos personas de la plantilla y volver a trabajar turnos interminables. “14, 15 horas al día… después de toda una vida trabajando. Ahora volvemos a hacer todos de todo, al menos hasta que mejoren las cosas”, afirma.

Renovarse o morir, el lema oficial

Eso de ‘Renovarse o morir’ se ha llegado a convertir en una suerte de lema oficial desde la llegada de la pandemia, sobre todo en sectores como el de la hostelería. De hecho, la primera vez que reabrieron decidieron preparar 'packs' de vermú a domicilio, una opción que logró seducir a muchos vecinos del barrio.

“Estamos agotados, con ganas de que acabe todo esto y de volver a disfrutar de nuestra profesión que es lo que más nos gusta. Nos iba todo tan bien… solo queremos descansar”, lamenta María José, apoyada tras la barra del establecimiento.

Hoy, aunque con menos gente, su barra sigue repleta de tapas y pinchos, entre los que destacan las croquetas, la escalivada o las anchoas. “Siempre hubo una leyenda urbana que decía que la cerveza de Casa Agustín sabía distinta. Llegábamos a tirar más de dos barriles al día, esto era un no parar, ojalá pronto volvamos a sentir esa vida”, concluye. 

Como explican los descendientes de sus fundadores, esta emblemática cervecería zaragozana llegó a convertirse en el local que más cerveza vendía de Aragón, siendo merecedora de numerosos homenajes a lo largo de sus más de 100 años de historia y llegando a convertirse en punto de encuentro de todo tipo de personalidades, como la familia Teixeira, los Cinco Magníficos, Martínez Candial o los hermanos Horno, entre otros.

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