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Una cúpula geodésica... y media docena de anfiteatros olvidados en los parques

Los escenarios de las zonas verdes muchas veces no tienen el mantenimiento deseado. Las gradas del Castillo Palomar, por ejemplo, hace décadas que no albergan actividad.

Una grabación en el olvidado graderío del Castillo Palomar.
Una grabación en el olvidado graderío del Castillo Palomar.
C. P. B.

La cúpula geodésica de La Granja ha sido la última en llegar. Su diseño es arriesgado y su capacidad de unos 2.500 espectadores. Este es el último espacio escénico en estrenarse, pero en Zaragoza abundan desde hace décadas los parques con pequeños escenarios que, con mayor o menor suerte, programan actividades. Muchos son graderíos prácticamente abandonados que, incluso, pueden entrañar riesgos para quienes pasean por ahí: el caso paradigmático sería el del Castillo Palomar, que desde una pequeña intervención en 2004 para mejorar del entorno de la Estación Intermodal (la rampa que une al parque con la avenida de Navarra) no se ha vuelto a tocar. Otros, véase el escenario entoldado y arlequinado del parque de La Paz, son espacios que gozan de buena salud, sobre todo, porque las entidades vecinales hacen uso de ellos y luchan para que no caigan en el olvido ni en su consecuente deterioro. Allí, en la época precovid, se celebraban distintas fiestas celtas, celebraciones del solsticio y conciertos de música folclórica cada dos por tres.

El anfiteatro por antonomasia para los zaragozanos que peinan canas sería el del Rincón de Goya. Aquel espacio escénico fue, de forma muy traumática, víctima de la piqueta en 2006, después de haber albergado conciertos de Paco de Lucía, Camarón, Leonard Cohen o Héroes del Silencio, entre otros. Esta misma semana, no obstante, el Ayuntamiento vuelve a acercar al parque Grande citas musicales gracias a la recuperación de otro recodo emblemático como es el Jardín de Invierno, que lleva ya varios días vallado y adecentado a la espera de los artistas. Este 2021 lo mismo se ha pretendido hacer con el espacio que ocupaba la carpa de El Hombre Vertiente en la Expo de 2008, llevando hasta allí (hoy es una suave talud con gradas naturales) los espectáculos de Al Raso, por los que han pasado, entre otros, María José Llergo o Depedro.

Algunos de los anfiteatros ya creados o proyectados.
Algunos de los anfiteatros ya creados o proyectados.
Heraldo

El origen de este tipo de escenarios en los parques de la ciudad -inspirado en los clásicos teatros de la Antigüedad Clásica- se remonta a finales de los 80 cuando los urbanistas comenzaron a reflexionar sobre la creación de espacios públicos. El Ayuntamiento consideró que estos graderíos eran idóneos para llevar la cultura al aire libre aprovechando la (supuesta) climatología bonancible de la ciudad. La fórmula parecía la adecuada al estar estos escenarios alejados de las viviendas y, por tanto, no generar molestias acústicas a los vecinos. Los problemas llegaron después, dado que algunos nuevos bloques de viviendas fueron encorsetando los parques y se acentuaron con el eclosión de fenómenos como el botellón, que hicieron de estos espacios un foco de suciedad. No hay más que ver aún hoy que los jóvenes suelen utilizar las gradas del Club Náutico para sus reuniones alcohólicas, a pesar de los refuerzos policiales. Este espacio en la ribera del Ebro fue, por cierto, otro de los recuperados recientemente para actuaciones de danza, como también sucedió con la explanada del quiosco Q4, en el paseo de Echegaray y Caballero.

Asimismo, se ha sabido aprovechar bien el nuevo anfiteatro creado en los bajos del edificio Etopia, donde numerosos niños juegan y se persiguen antes de asistir a las exposiciones. Otras construcciones de nuevo cuño en la ciudad, como en La Torre Outlet, el Caixaforum o la reforma de la Harinera (el jardín de Sergio Algora), también han incorporado en sus accesos pequeños espacios con asientos o bancos que pueden dar cabida a 100 o 200 personas.

Imagen de archivo del anfiteatro del jardín de Sergio Algora, en la Harinera de San José.
Imagen de archivo del anfiteatro del jardín de Sergio Algora, en la Harinera de San José.
Heraldo

Uno de los escenarios relativamente nuevos (es de finales de los 90) y de mayor capacidad (hasta 1.500 espectadores) es el que se construyó en el parque de Las Delicias, junto al antiguo hospital psiquiátrico. Su tratamiento, según los arquitectos, es “convencional, con gradas y pavimento duros”, dando “un resultado demasiado árido”. No obstante, los coloridos escalones gracias al festival Asalto constituyen un lugar de reunión para los vecinos, que se quejan -eso sí- de las falta de sombras en este espacio. “Siempre están vacías las gradas porque no hay manera de evitar la solana. A veces las usan deportistas para entrenar, pero corren riesgo de insolación”, cuenta Manuela Osés, residente de la zona. Junto a estas gradas y en su generosa explanada alguna vez se ha instalado la carpa de Interpeñas para celebrar su Carnaval y también han sido escenario de las fiestas del barrio de Las Delicias con conciertos como los de Ojos de Brujo. No muy lejos del parque aunque ya integrado en la estructura urbana también está el anfiteatro del Teatro de las Esquinas, que ha sido igualmente escenario de reuniones vecinales, de asambleas de barrios e, incluso, de presentaciones de libros.

Recreaciones del proyecto para adecentar el Huerva.
Recreaciones del proyecto para adecentar el Huerva.
Heraldo

Esta fiebre por tener un pequeño teatro al aire libre cerca de casa lejos de pasarse de moda parece más al alza que nunca. De hecho, esta fue una de las propuestas más solicitadas cuando se llevaban a cabo los presupuestos participativos y, por ejemplo, los vecinos de Parque Goya batallaron para conseguir un escenario sobre el lago del parque de los Tapices. 

También fue un oscuro objeto de deseo en la propuesta de reforma del parque Tío Jorge, donde se ideó uno junto a los depósitos de 1898, cerca de la calle de Santiago Guallar. Allí, una “pradera suave facilitaría el asiento para pequeñas representaciones de marionetas o teatro aficionado”, se lee en la memoria. Igualmente cuando el Consistorio se propuso acondicionar las riberas del Huerva en su tramo del puente de los gitanos diseñó un graderío alfombrado de hierba e, incluso, en su nuevo proyecto para reformar la zona del parque Pignatelli se entrevén unas gradas para espectáculos junto al venidero lago.

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