coronavirus

Las farmacias y su luz verde que ilumina las dudas en pandemia

Desde el inicio de la crisis sanitaria reciben más consultas a través del teléfono y también responden al otro lado de los mostradores, donde han permanecido como esenciales.

María Teresa Labiano y Pili Turrubia, en la farmacia del Coso Bajo de Zaragoza.
María Teresa Labiano y Pili Turrubia, en la farmacia del Coso Bajo de Zaragoza.
HA

La cruz verde que brilla en las calles es sinónimo de servicio. Las farmacias no han cesado el trabajo, no han dejado de atender dudas y han seguido expendiendo medicinas. Han atendido a pie de calle, en los comercios, pero también por teléfono o a domicilio. Tras las mamparas se esconde "mucho sufrimiento", tal y como confiesan algunos farmacéuticos, tras el intenso trabajo de los últimos meses.

Más que consultas relacionadas con el coronavirus, han tenido que resolver otro tipo de cuestiones. Personas mayores que no podían contactar con sus centros de salud porque no les cogían el teléfono y tenía que ser a través de internet o ancianos con problemas para pedir recetas electrónicas encontraron en estos profesionales una esperanza. Incluso, han sido enlace entre médicos y pacientes. Un servicio que se mantiene, se puede comprobar con solo estar unos minutos en el interior de una. 

Al principio los ciudadanos demandaban guantes, mascarillas o geles hidroalcóholicos y en la actualidad reciben más preguntas en relación a la vacuna. Algunos clientes llegan hasta los mostradores para interesarse por los autotest de anticuerpos, aunque no venden muchos cuando les informan que solo se pueden suministrar si es con receta médica. También se ha convertido en una pregunta habitual si venden pruebas rápidas para hacerlas en los domicilios.

Manuela Liarte y Sergio Arraz, en la farmacia de la calle de Asalto de Zaragoza.
Manuela Liarte y Sergio Arraz, en la farmacia de la calle de Asalto de Zaragoza.
HA

"Esta semana estamos notando que recibimos más llamadas. Se trata de personas que han dado positivo y no pueden salir de casa o que tienen que estar confinadas por ser contacto", relatan María Teresa Labiano y Pilar Turrubia, farmacéuticas del Coso Bajo. "Si creen que tienen el coronavirus no vienen, sino que acuden directamente al centro de salud. Llaman por teléfono y allí les atiende. Aquí te lo dicen después", coinciden ambas. Lo mismo ocurre en la farmacia de la calle de Asalto. "Los repuntes no se notan, pero muchísima más gente nos dice que sus familiares están contagiados. Antes no lo contaban, pero ahora sí. Los que lo han padecido lo dicen a posteriori", cuenta Manuela Liarte, al frente de esta botica junto al río Huerva.

"Hicimos todo lo que pudimos, estábamos todo el día. Pusimos todos los medios que estaban a nuestro alcance"

En la farmacia del Coso Bajo las primeras semanas enviaban los medicamentos a casa, después les ayudaron voluntarios de la Cruz Roja y jóvenes. "Nosotros se lo acercamos al portero del edificio, lo dejamos en la puerta... antes era algo más aislado, pero ahora es habitual", apunta Sergio Arraz, de la farmacia de la calle de Asalto. Él y Liarte retroceden a los meses de marzo y abril y les vienen recuerdos "horribles", "caos" es como lo definen en la del Coso. "No podíamos atender lo que la gente nos pedía. Nos preguntaban por mascarillas o guantes, artículos que antes casi no tenían demanda, y se empezó a multiplicar por mil el interés. A la preocupación personal había que sumar la profesional", confiesa Arraz, adjunto de Liarte. "Hicimos todo lo que pudimos, estábamos todo el día. Pusimos todos los medios que estaban a nuestro alcance", aseguran.

La "sensación de desconocimiento" era un desasosiego. Estos profesionales agradecen la información que les brindaba el Colegio Oficial de Farmaceúticos de Zaragoza que, tal y como relatan, les enviaban circulares incluso los sábados por la noche o los domingos. "Estábamos siempre leyendo para poder responder preguntas que para nosotros también eran nuevas", concluye Arraz.

"Han sido meses muy complicados para la sociedad y para la profesión", reconoce Raquel García Fuentes, presidenta del colegio. En cambio, encuentra el lado positivo: "Ha sido muy gratificante". Esta profesional resalta el esfuerzo que han realizado sus compañeros en las farmacias, pero también recuerda el trabajo de los farmacéuticos que trabajan en la distribución, en la parte industrial, en hospitales y análisis clínico, investigadores, en residencias y aquellos que no han cesado en la docencia, enseñando la profesión a las nuevas generaciones.

Muchos de esos futuros boticarios se han guiado de la vocación para llegar a la profesión. García Fuentes se emociona cuando recuerda a ese matrimonio de farmacéuticos jubilados de Madrid que regresaron a la farmacia para ayudar y fallecieron por la covid-19. En España han muerto alrededor de una veintena de profesionales de esta rama a consecuencia de la enfermedad.

En la provincia de Zaragoza han tenido que cerrar varias de ellas, menos de una docena, por haberse contagiado sus profesionales. Cuando el coronavirus irrumpió, en la provincia crearon una bolsa de farmacias voluntarias para estar de guardia en caso de que fuera necesario. “Hemos tenido que recurrir a ellas”, apunta García Fuentes. Desde el colegio oficial defienden que ni en la ciudad ni en los pueblos se ha notado, puesto que se ha suplido con compañeros.

La atención en el mundo rural

Jesús Catalán, en la farmacia de Luna.
Jesús Catalán, en la farmacia de Luna.
Noeli Barceló

En Aragón hay 735 farmacias, 501 en la provincia zaragozana. De ellas, 194 se localizan en localidades de menos de 1.000 habitantes y 118 en menos de 500. Una de ellas es la Farmacia Catalán Sesma, en Luna. "Todo este tiempo ha sido muy raro, incomparable a cualquier otra cosa", sentencia Jesús Catalán. Cuenta que en los primeros momentos acudían los vecinos en busca de consejos. "Aquello fue desconcertante para todos, estaba fuera de lo corriente", rememora. Aunque los lunenses y los vecinos de localidades cercanas que dependen de ella hicieron acopio de medicamentos, asegura que no hubo desabastecimiento. En las mascarillas sí que hubo problema, dado que había mucha demanda y poca oferta. 

En farmacias del mundo rural, como la de Luna, están acostumbrados a ayudar a las personas mayores con las recetas electrónicas. También es usual la entrega a domicilio cuando las condiciones meteorológicas no son las más adecuadas.  

Esta es la segunda pandemia que vive la Farmacia Catalán Sesma, ya que su origen data de principios del siglo XX, cuando el abuelo de Jesús llegó desde Teruel. La familia ha conservado la esencia del botamen, incluso, con los botes de antaño. 

La actualidad de la covid-19, minuto a minuto.

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