CORONAVIRUS

"Es ver una película con gente apelotonada y me entra el agobio"

Las nuevas costumbres derivadas de la pandemia se han interiorizado y, en apenas diez meses, han alterado comportamientos tan cotidianos como saludarse, ir de compras o toser en público.

Fotograma de la pelicula Love Actually. Foto Heraldo. 20-07-04[[[HA ARCHIVO]]]
Un fotograma de 'Love actually', con sus protagonistas despreocupados en un bar.
Heraldo

“El otro día volvieron a poner ‘Love actually’, que es muy navideña, y es ver ese aeropuerto lleno de gente apelotonada, sin mascarilla y… Buf, no sé, me da como agobio”. Hasta un 40% de los españoles dicen sentir extrañeza cuando ve películas en las que hay aglomeraciones de desconocidos. ¿Tanto hemos interiorizado la distancia social impuesta la pasada primavera? ¿Son diez meses tiempo suficiente para cambiar las costumbres cotidianas? Durante el confinamiento se habló mucho del “síndrome de la cabaña” y, ahora, incluso la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido de otro fenómeno llamado “fatiga pandémica”, esto es, una sensación de apatía y hartazgo por la prolongación de las restricciones. En paralelo, se ha disparado la venta de ansiolíticos y hay temor a que las reuniones familiares provoquen cierta relajación de las medidas de precaución. Los sociólogos y psiquiatras han tenido un trabajo extra este 2020 y lo continuarán teniendo el año entrante porque son muchas las pequeñas secuelas que deja la covid en las acciones más cotidianas.

“Cuando alguien tose a nuestro alrededor tenemos una reacción distinta a la que tendríamos el invierno pasado. Un 44% de las personas deja de respirar un momento y se ajusta la mascarilla, mientras que un 30% prefiere directamente cambiar de acera”. Son datos de Toluna, una compañía especializada en investigación ‘online’, que ha hecho un estudio para analizar cómo ha variado el día a día de los españoles en esta crisis sanitaria. A través de 1.500 encuestas, la consultora pone el acento en cuestiones muy corrientes como en cuáles son los elementos cuya desinfección más nos preocupa (el móvil, el pomo de la puerta, las llaves y los zapatos) o cómo nos saludaremos y felicitaremos las fiestas navideñas: ¿con dos besos, la mano, el codo?

Algunas de estas estampas, como la de un abrazo entre compañeros, se han vuelto tan extrañas que, incluso, viéndolas en series o películas pueden generar un pequeño ‘shock’. El profesor de Sociología David Pac confiesa que él también tiene esa sensación que muchos no saben si atribuir a la empatía, al miedo o a la profundidad con la que la pandemia ha trastocado lo más cotidiano. "Después de unos primeros momentos anómicos (falta de normas) hemos interiorizado algunas pautas de comportamiento de distanciamiento social. Por eso, en este contexto de la sociedad sin contacto nos resulta extraño ver situaciones (ficticias o anteriores a los tiempos de la covid-19) de contactos estrechos sin distanciamiento social", comenta Pac, que forma parte del grupo de investigación Sociedad, Creatividad e Incertidumbre de la Universidad de Zaragoza, que ha puesto esta crisis covid-19 bajo la lupa de sociólogos, antropólogos, politólogos y economistas para intentar comprender su impacto en la población española.

También se relaciona el hecho de que la crisis sanitaria haya sido "retrasmitida en directo durante 24 horas diarias" y se haya consumido mucha información al respecto debido al confinamiento doméstico. Éste, como otros "monotemas", dejan una impronta honda que dificultan el poder desconectar para pensar en otras cosas, incluidos, los momentos de ocio. 

La crisis sanitaria ha destruido la ilusión 
de seguridad infinita con la que vivíamos

“Cuando en las series sale la gente tomando copas o de fiesta en un bar lo paso mal, me da por pensar que son unos inconscientes, aunque todo aquello esté grabado hace cinco años”, comenta Laura Balsega. Esta zaragozana de 39 años no ha vuelto -por ejemplo- a pisar un gimnasio, a pesar de que el suyo lo reabrieron hace ya unos días. Son muchos “los miedos adquiridos”, confiesa Balsega, que antes de la pandemia “no sufría tantas paranoias”, bromea. Ahora también escudriña si el público de los platós de televisión guarda la distancia recomendada y recela de las mascarillas de tela porque “el 30% de quienes las usan no llevan un control exhaustivo de sus lavados”.

“En marzo la sociedad sufrió un impacto de angustia y las autoridades establecieron unas restricciones que transmitían peligro y riesgo”, afirma la psiquiatra María Fe Bravo, que atribuye parte de estos traumas a lo excepcional de la situación. Casi nadie antes había vivido un estado de alarma y un confinamiento tan prolongado que se requería “para salvar vidas”, lo que daba idea del momento de vital importancia que se atravesaba.

Así, ahora cuesta desbloquear ese miedo paralizante a pesar de que “los humanos somos seres sociales y necesitamos del contacto”. El problema es que aún están grabadas a fuego en la memoria las mil y una instrucciones de no tocar los botones del ascensor, no sentarse en los bancos públicos, no acudir a lugares concurridos…

PF cs[[[HA ARCHIVO]]]
Preparativos en Times Square para recibir el 2021 en una fiesta que no será multitudinaria.
EFE

La polémica en torno al reciente concierto de Raphael ha vuelto a poner sobre la mesa el temor a las aglomeraciones, que tratan de evitarse -por ejemplo- el próximo día 31 cerrando la plaza del Pilar. Son muchos quienes desde el confinamiento de primavera han preferido no volver a pisar un centro comercial y ven con horror las filas que se hacen estos días a las puertas de las tiendas.

"La situación emocional durante la pandemia ha puesto luz a mucho sufrimiento psíquico y ha provocado estrés por la incertidumbre, el cambio, la adaptación a una situación nueva, el teletrabajo, la conciliación...", afirma Marta del Prado, psicóloga sanitaria, que cree que se han ido agotando los recursos psíquicos después de tantos meses. Los profesionales del área apunta que antes a la gente se le olvidaba la mascarilla cada dos por tres y ahora es más improbable o que hace diez meses nadie se imaginaba trabajando en invierno con el plumas y las ventanas abiertas.

Otra derivada del recelo al contacto social está detrás de que la comida a domicilio haya experimentado un enorme auge en los últimos meses. No se trata tanto del cierre de la hostelería presencial -que también- como el hecho de que hasta un 20% de los aragoneses reconozca que en las actuales circunstancias prefiere no pisar un restaurante. Más de la mitad admite, incluso, que en terraza abierta se sienten más seguros. La pérdida de certidumbre ha hecho que seamos "más temerosos y desconfiados", como ya pudo verse en las primeras semanas de desescalada, cuando se lanzó en las redes sociales el estudio sobre la ‘Percepción social de la covid-19’.

También es cierto que, como apunta David Pac, estas costumbre son fácilmente reversibles. ¿Nos costará volver a saludar a la gente con besos y abrazos? "No. Para la gente los besos y abrazos son esenciales en los rituales de interacción. En nuestros encuentros presenciales (esenciales en la vida en sociedad) son fundamentales para generar energía emocional, afectos, compromisos y realidades compartidas", explica el sociólogo.

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