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La Fiscalía no aprecia ensañamiento en los 21 martillazos del crimen de la maleta

Considera que el acusado compró la herramienta para usarla como arma homicida, pero no cree que quisiera prolongar el sufrimiento de la víctima. De ahí que acuse por asesinato y pida 20 años de cárcel, pero no la pena máxima, 25.

El cadáver fue hallado en este piso de la calle Vía Verde.
El cadáver fue hallado en este piso de la calle Vía Verde, en el barrio Oliver de Zaragoza.
José Miguel Marco

La Audiencia de Zaragoza todavía no ha puesto fecha al juicio que llevará al banquillo a Jonathan Witmar B. N., de 27 años, por una de las muertes más cruentas que se recuerdan en la capital aragonesa: el llamado crimen de la maleta. Sin embargo, todo apunta a que lo hará pronto, ya que la Fiscalía y la defensa ya han presentado sus respectivas calificaciones. Como hizo ya hace algún tiempo la familia de la víctima, el madrileño J. M. V., de 48 años, el ministerio público acusa por un delito de asesinato. Sin embargo, a diferencia de la acusación particular, la Fiscalía no aprecia ensañamiento en los 21 martillazos que recibió el transportista en la cabeza. Y al no incluir esta agravante, en lugar de la pena máxima de 25 años de prisión, rebaja la petición de condena a 20.

Como han recordado en reiteradas ocasiones distintos tribunales a través de sus sentencias, el concepto jurídico de ensañamiento difiere del popular y la mera reiteración de golpes, cuchilladas o, en este caso martillazos, por más que pueda ser reprochable, no implica siempre provocar padecimientos innecesarios a la víctima de forma intencionada. Porque ese es el requisito que exige el Código Penal para poder aplicar la agravante.

Tras analizar las pruebas y estudiar la autopsia practicada al cadáver hallado el 22 de diciembre de 2018 en un piso del número 3 de la calle Vía Verde del barrio Oliver, la Fiscalía entiende que había una clara intención de matar. De hecho, recuerda en su escrito que, un día antes del crimen –que el Grupo de Homicidios de la Policía Nacional y los forenses datan el 14 de diciembre–, el encausado compró el martillo para usarlo como arma homicida y se preocupó de tenerlo a mano cuando mantuvo relaciones sexuales con la víctima. Lo que no tiene tan claro es que los 21 martillazos que Jonathan Witmar B. N. asestó al camionero buscaran prolongar su agonía.

En cualquier caso, serán los forenses que practicaron la necropsia al finado quienes precisen en el juicio cuál pudo ser la secuencia cronológica de las lesiones.Porque también podría haber ocurrido que el primer golpe resultara mortal, lo que supondría necesariamente que los padecimientos de la víctima acabaron en ese preciso momento.

La coartada se le vino abajo

En cuanto al relato de hechos, el de la acusación pública no difiere apenas del que mantiene la familia del fallecido, a la que representa el letrado José Luis Melguizo. El procesado, natural de Guatemala, llevaba unos meses en España y recaló en Zaragoza. A través de ‘Wapo’, una página de contactos gays y bisexuales, conoció a J. M. V., con el que se citó para mantener relaciones el 14 de diciembre. No se habían visto nunca, pero el transportista volvía de Barcelona e hizo escala en la capital aragonesa. Cuando la víctima estaba desnuda en la cama tumbada bocabajo, de manera sorpresiva, el agresor se puso encima, cogió el martillo y le machacó el cráneo.

Tras acabar con su vida, el homicida envolvió el cadáver con un cobertor impermeable de cama y lo metió en una maleta grande que después guardó en el armario de la terraza. El joven guatemalteco pintó la habitación y usó el móvil del fallecido para armarse una coartada, pero la Policía acabó deteniéndolo.

La defensa vuelve a inculpar a otro

La Policía cree que el presunto autor del crimen de la maleta, Jonathan Witmar B. N., trató a toda costa de ocultar lo ocurrido. De hecho, escondió el cuerpo de la víctima en una maleta, se deshizo del arma homicida, limpió el piso con lejía y blanqueó después las paredes. Sin embargo, cuando acabó detenido por estos hechos, reconoció en comisaría que había acabado con la vida del madrileño J. M. V., de 48 años, de forma «accidental».

No tardaría en retractarse y en empezar a dar diferentes versiones de lo ocurrido, hasta el punto de atribuir la autoría del crimen a otro hombre con el que también mantenía relaciones esporádicas y al que identificó como Emilio el Cordobés. El Grupo de Homicidios ha ido desmontando sus coartadas una a una. Incluso la de la posible participación de una tercera persona en los hechos, ya que los investigadores lograron identificar al Cordobés y este aclaró que había mantenido relaciones con el sospechoso varias veces pero no estuvo en su piso en las fechas en las que se produjo el asesinato, como luego se demostró.

Pese a ello, la defensa, a cargo del letrado Javier Cestero, ha aprovechado su escrito de calificación ante la Audiencia de Zaragoza para insistir en que su cliente es inocente e inculpar de nuevo al mencionado Cordobés. Tanto es así que ha pedido que se interrogue de nuevo al tal E.R. C., pero esta vez en calidad de investigado. Y lo hace porque considera que los datos facilitados por varias compañías telefónicas demostrarían que este hombre estuvo en casa del acusado el 14 de diciembre de 2018, cuando supuestamente se perpetró el crimen.

Del mismo modo, la defensa ha solicitado que se tomen muestras de ADN a esta persona para que se comparen con las que obran en la causa con el objetivo de situarlo en el escenario de los hechos. El abogado de Jonathan Witmar B. N. ha pedido también que los forenses informen sobre los trastornos psiquiátricos que ha padecido el acusado, así como sobre el grado de afectación que estos tendrían en su comportamiento.

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