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Últimas tiendas de telas de Zaragoza: el tiempo ya no pasa entre costuras

En febrero Aurora Villalba dejará de vender tejidos para dedicarse en exclusiva a la ropa de mujer tras casi 40 años en el sector y la histórica Pelegrín y Tardío ha anunciado que cierra después de más de 70. Cada vez quedan menos establecimientos donde comprar porque se está perdiendo el oficio de coser.

Aurora Villalba, Chus Sanz y Marcos Samitier en la tienda de Zaragoza.
Aurora Villalba, Chus Sanz y Marcos Samitier, en la tienda de Zaragoza.
Aránzazu Navarro

Guipur de vivos colores, sedas y tejidos de fiesta con plumas y vistosas piezas de brillo reciben al comprador en la tienda de Aurora Villalba del centro de Zaragoza. Largos rollos de tela esperan, luciendo llamativos descuentos de hasta el 70%, el momento de ser cortados para convertirse en un vestido de madrina o un traje chaqueta. También hay tejidos de temporada. Una señora entra a preguntar por una tela para hacer una capa siguiendo la moda de este invierno. Será una de las últimas. El comercio, después de cuatro décadas dedicado a la venta de telas, se reorienta para dedicarse a la de ropa confeccionada, que ya inició en el local contiguo hace unos años.

El oficio de coser se va perdiendo. Ni el pequeño impulso que supuso que se emitieran en televisión en 2014  'El tiempo entre costuras', basada en la novela de María Dueñas, ni el 'reality' 'Maestros de la costura', que este lunes estrena tercera temporada, han conseguido rescatar el interés por la aguja y el hilo en los hogares. En Zaragoza se pueden contar con los dedos de una mano los establecimientos de venta de telas que resisten. Otra de las históricas de Zaragoza, Pelegrín y Tardío, especializada también en trajes de novia, ha colgado en este comienzo de año el cartel de "liquidación total" tras más de setenta de historia.

La llegada de las cadenas de ropa barata, el auge del comercio electrónico, la desaparición poco a poco de las modistas profesionales y el abandono de la costura en los hogares salen enseguida en la conversación en la tienda de Aurora Villalba sobre el devenir del establecimiento desde los años setenta. Sus historias son un reflejo del cambio de costumbres.

"Aquí había filas. La gente cogía la tela y nos esperaba para que se la cortáramos"

"Aquí había filas. La gente cogía la tela y nos esperaba para que se la cortáramos", recuerda Aurora Villalba, señalando el mostrador ahora vacío, sobre los inicios del negocio familiar. En 1972, su hermano Alfredo Villalba fue el primero en abrir la puerta del establecimiento de tejidos de la avenida Hernán Cortés. Era una época en la que se cosía buscando un ahorro en el presupuesto familiar. Llegó a tener seis tiendas en la ciudad, que comenzaron vendiendo retales, pero se marchó a Madrid y dejó la tienda en manos de la familia en los años ochenta.  Aurora era peluquera pero aprendió pronto guiada por su sobrina Chus Sanz, que ya estaba trabajando con su tío, y que sigue hoy en los últimos días de venta de tejidos. "Nos ha dado pena", reconoce sobre el cambio de orientación. Seguirá cuando se reabra la nueva etapa de la tienda pero confiesa que ya no será lo mismo. "Me gusta más vender el tejido, es más creativo que la ropa, que ya está hecha".

De las telas de diario a las de fiesta

En los inicios vendían telas para ropa de calle, que era las que buscaba el público. Su clientela, siempre femenina, eran "amas de casa que cosían a las hijas, a los nietos, sobre todo, para bodas o Pilares", explica Marcos Samitier, hijo de Aurora que junto a su hermano Chema se ha criado entre tejidos.  "Con 18 años estaba en el mostrador cortando forros (la única tela que le dejaba su madre por ser la más barata) barriendo y limpiando escaparates", recuerda. Ambos han ido diversificando su actividad a otros sectores aunque Marcos sigue en la tienda con su prima. "Nos hemos quedado los sentimentales", confiesa.

La llegada de la ropa de consumo rápido y  a precios bajos de las grandes cadenas textiles y el auge de los centros comerciales supuso un primer cambio en el negocio. Se dejaron de vender telas para abrigos (en parte también por la aparición de las parkas), trajes chaqueta y ropa de calle, que se compraban hechos porque resultaban más baratos. "Pero la calidad de la tela no es igual", recalcan. "Se dejó de coser el día a día", pero encontraron un nuevo nicho de mercado en las telas de fiesta. "Pasamos de tener solo dos guipures y blondas a una sección enorme de bordados, pedrerías, etc.", apunta Samitier.

"Antes de la crisis se casaba una hija y no había límite. Querían telas exclusivas"

El 'boom' del ladrillo también se notó en el textil y pone como ejemplo que en esos años de bonanza económica se llegaron a despachar telas a 1.000 euros el metro. "Antes de la crisis se casaba una hija y no había límite. Había una boda y no miraban el precio, querían telas exclusivas", asegura Samitier sobre un tiempo que ya no volverá. Entonces llegaron a traer tejidos de fuera de España. Para una boda se vendía tela para los vestidos de siete u ocho invitadas, pero "ahora haces a la madrina y con una tela lisa" ya que el presupuesto se dirige más a complementos como tocados o zapatos. 

Con la llegada de la crisis se pensó que se podría recuperar la confección pero solo se utilizó para arreglos. "Vendíamos trozos de 10 o 15 centímetros" para algún apaño de un traje que había quedado estrecho, recuerda Samitier sobre la caída de las ventas, que ya no se ha recuperado.

El adiós de una de las primeras tiendas que vendió trajes de novia

José Antonio Blasco y Juan Carlos Mené en Pelegrín y Tardío.
José Antonio Blasco y Juan Carlos Mené, en Pelegrín y Tardío.
Francisco Jiménez

"El comercio pequeño y especializado estamos abocados a desaparecer", augura Juan Carlos Mené, detrás del mostrador de la histórica tienda de Pelegrín y Tardío en la calle don Jaime. A primeros de diciembre empezaron a liquidar el negocio y mes y medio después muchas de las estanterías están casi vacías. Cree que venderán todas las telas hasta la fecha de cierre el 29 de febrero. Los trajes de novia y madrina se exponen en el piso de abajo  con más del 50% de descuento. "Me ha costado mucho tomar la decisión", reconoce. Entró en la tienda con 15 años de aprendiz y ahora que se jubila le ha tocado bajar la persiana para siempre, algo que nunca pensó que tendría que hacer.

La tienda está abierta en su actual local desde 1943 pero ya llevaba trabajando años antes. A finales de los sesenta fueron de las primeras en ofrecer trajes de novia confeccionados. Llegaron a vender 700 en un año.

"Empecé barriendo, llevando paquetes y aprendiendo el oficio viendo a los vendedores detrás del mostrador", recuerda. En 2003 se convirtió en socio del negocio con otros tres dependientes. Entonces tenían dos tiendas y 12 empleados. 

"Coser es un oficio muy sacrificado y hay que echar horas"

"Se pierde la venta de tejidos porque el oficio de modista y sastre desaparece", sentencia. Ahora lo que se abren son tiendas de arreglos. Y programas como 'Maestros de la costura' opina que han hecho daño al sector, al hacer ver que se puede confeccionar un traje de novia en una hora. "Coser es un oficio muy sacrificado y hay que echar horas", recuerda, mientras interrumpe la conversación para saludar a algunas de las clientas que se acercan a despedirse mientras compran algunas de las últimas telas y retales.

"No hay tiempo de coser"

Desde Aurora Villalba apuntan que "las modistas han ido cumpliendo años y no tenían sucesión" y hubo unos años en los que al haber menos profesionales los precios también eran más altos. Su hijo entiende que hoy en día con la mujer incorporada al mercado laboral "no hay tiempo" de coser en casa. Y sigue siendo una tarea feminizada. Solo confiesa que hubo un ligero repunte con la citada serie televisiva 'El tiempo entre costuras', pero no cuajó.  "Se notó que la gente preguntaba más por academias para aprender a coser, pero se apuntaban a esto como a pilates, era un un cursillo más. No veías a nadie de manera profesional". Reconoce que sigue habiendo jóvenes con interés  por la costura, pero solo a nivel de escuelas de diseño, pensando más en la pasarela.

"Es un oficio nada valorado y muy mal pagado", lamenta Mené sobre los últimos profesionales que aguantan cosiendo. Afirma que "sastres quedan media docena en Zaragoza".  En las academias  solo acuden quienes quieren aprender para hacerse su ropa o arreglos pero "no para seguir en el oficio". Coincide en que hay interés entre los jóvenes por ser diseñadores pero tienen que ser conscientes de que "hacer un dibujo es muy bonito, pero lo difícil es coser y adaptarlo a cada cuerpo".

Para dar idea del desplome vivido por el sector, desde Aurora Villalba ponen como ejemplo que "antes venía un representante cada tres semanas a Zaragoza y se quedaba una semana vendiendo telas mañana y tarde. Ahora viene una vez por temporada y se queda tres días haciendo pueblos y ciudad porque no hay donde vender".

Ninguno de los dos establecimientos ha contemplado la opción de vender por internet porque afirman que no funciona en su sector. La clientela necesita "tocar la tela" y el color puede cambiar mucho de una foto a cuando se recibe en casa.

Desde Pelegrín y Tardío lamentan que con el cierre de comercios especializados "se ha perdido la identidad de las ciudades". En marzo habrá uno menos en la calle don Jaime.

Sin embargo, desde Aurora Villalba esperan encontrar un hueco en el comercio textil. La nueva tienda de moda, que sustituirá a la de tejidos, complementará a la que ya tienen al lado pero dirigida a una clienta de 30 años para arriba. "A la hija de nuestras clientas actuales", explica Samitier. Y será ropa "diferente" y "a precio asequible". Una fórmula con la que esperan poder seguir estando entre costuras.

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