El mercadillo, un islote de paz con aroma a churros y marzorcas de maíz

Los vendedores ambulantes han convertido el Ensanche en un gran bazar, pero se quejan de que la crisis por la pandemia y la inflación no han pasado de largo.

Los niños miran con ilusión los juguetes expuestos en el mercadillo instalado en el Ensanche.
Los niños miran con ilusión los juguetes expuestos en el mercadillo instalado en el Ensanche.
J. Escudero

Los vendedores ambulantes han transformado la calle Ruiz Jarabo de Teruel en un gran bazar lleno de juguetes mecánicos y puestos de comida en los que reponer fuerzas para seguir la fiesta. El lugar es un islote de tranquilidad en medio de la bullanga vaquillera que frecuentan con ilusión los niños, sus padres y sus abuelos, pero también gente de cualquier edad y condición para disfrutar de un chocolate con churros, gofres, cremosos helados o una mazorca de maíz a la brasa.

La crisis económica, no obstante, no ha pasado de largo en este mercadillo del barrio del Ensanche. Tras unos primeros días con ventas "muy flojas", los comerciantes esperan que el público se anime en lo que queda de Vaquilla.

Mientras prepara para un cliente un refrescante mojito con zumo de lima, Felipe García, que recorre con su caseta de aire caribeño todas las ciudades con fiestas veraniegas, explica que este año "no hay tanto para gastar". "El precio de los combustibles ha subido y hay una gran inflación, cosas que nos afectan a todo el mundo; yo lo estoy notando", explica este vendedor, que ha venido desde Madrid. Y la suya, además, no es una ocupación cómoda, pues debe trabajar tanto de noche como de día para aprovechar bien el ambiente de diversión. «La conciliación familiar es muy complicada con mi profesión», se lamenta.

Similar opinión tiene Massara, que ha venido de Valencia con su hija Ulay para vender prendas veraniegas y elaborar peinados exóticos. Sentada en un taburete, una joven ha encargado a Ulay que le haga en el pelo ‘trenzas de boxeadora’, un peinado que arrasa entre la tribu vaquillera femenina y cuya elaboración cuesta entre 15 y 20 euros, dependiendo de la dificultad que ofrece el cabello, es decir, que este sea más o menos largo y rebelde. "Estas trenzas quitan mucho el calor, algo que se agradece en estos días", explica la clienta.

Marijuana también es de Valencia y ha extendido por varios metros de mostrador su mercancía: juguetes luminosos, sonoros y con movimiento, peluches, llaveros, carteras y un sinfín de baratijas. Según explica, una de las claves para hacer buena caja en la Vaquilla es que se popularice algún producto, pues todo el mundo va a por él. Este año se lleva la palma el gorro de Picachu con luces en los ojos cuyas orejas se levantan al apretar un pulsador. Pero también el peluche ‘Buggi Buggi’, primo hermano del títere de Barrio Sésamo ‘Monstruo de las Galletas’, está muy buscado.

Salu Fall, rodeado de bolsos de todas las formas, tamaños y colores, aún recuerda, con nostalgia, lo fructífero que resultó 2013, cuando vendió "el doble que ahora, porque la gente tenía más dinero y compraba con mucha más alegría". Ha venido desde Albacete y explica que el modelo de bolso más exitoso está siendo "la mochila, porque no molesta para ir de fiesta por las calles y es muy cómodo".

En las aceras, resuena el berrinche de algún pequeño intentando conseguir su juguete preferido y el aroma a patatas fritas y hamburguesa se mezcla con la música de los altavoces instalados en las casetas para animar el ambiente.

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