Miles de peñistas en Teruel se entregan a la diversión: "Esta fiesta es una salvajada de guapa; no hay nada igual"

Teruel es otro desde este sábado. O quizá es más Teruel que nunca, según se mire. La llegada de la Vaquilla ha culminado una transmutación iniciada en los primeros días festivos que ha dejado irreconocible su skyline, sus calles y su mobiliario urbano. Ahora despuntan, junto al perfil de las altas torres mudéjares, el de las gigantescas carpas peñistas. Las fuentes, los monumentos y los escaparates comerciales, han sido cubiertos con tablas para evitar daños.

Pero no es solo eso. En cuanto el Torico ha quedado esta tarde en su pedestal vestido de rojo, una turba de gente con la camiseta chorreando sangría ha conquistado hasta el último rincón del Casco Histórico de la ciudad. En muchas calles y plazas, la única posibilidad de salir de allí era sumarse a las charangas que, al estilo del Flautista de Hamelin, atraían tras de sí a un pelotón de peñistas que avanzaba lento, pero seguro.

Jorge Escudero

La gente, desinhibida, modelaba su imagen con total libertad. Gafas de juguete, pelucas, sombreros, estrellas adhesivas en sus pómulos, tutús de ballet junto con los jirones violetas o camisas de hawaiano con el pantalón vaquillero, fueron solo algunos de los elementos más llamativos del atuendo de la tribu que invadió Teruel. Por el asfalto, regueros de una mezcla indefinida de bebidas cuyos efluvios no son inocuos para aquellos que se detienen a averiguar por qué sus zapatillas se quedan pegadas al suelo.

"Esta fiesta, como ya ocurría antes de la pandemia, es una salvajada de guapa", decía emocionado Rubén Lozano, venido de Getafe con cinco amigos. Una joven, Laura Peñalosa, de Calatayud, afirmaba que la Vaquilla "pone los pelos de punta; no existe nada igual en otros sitios del país". "¿Lo mejor de esta fiesta? la gente, sin duda; es un misterio cómo se consigue este ambiente tan bueno, de disfrute y convivencia, pero ahí está", subrayaba un eufórico Luis Tarrafeta, de Sariñena.

Jorge Escudero

Para combatir el calor, que ha llegado repentinamente a Teruel tras el frescor efímero que dejaron las tormentas de la semana pasada, algunos peñistas se han trasladado a la Fuente Torán, en el barrio del Ensanche, donde el monumento se ha convertido en piscina y lavadora, pues más de uno se bañó y otros pretendían, sin éxito, devolver el color original a su camiseta amoratada.

Entre los recién llegados, muchos vinieron de la vecina Valencia para no perder la costumbre de vivir la fiesta turolense que iniciaron antes de que llegara la covid. "No hay palabras para definir el ambiente de la Vaquilla; es, sencillamente, impresionante", decían dos jóvenes de tal procedencia, Denisse Balaguer y Laura García, mientras apagaban su sed en una de las múltiples barras de bar instaladas a pie de calle.

Jorge Escudero

Hasta este lunes, cuando Teruel dirá adiós a tres días muy especiales con los que la población ha querido pasar página respecto a la pandemia de coronavirus, la oferta festiva de la ciudad es difícilmente igualable. Hasta 20 peñas ofrecen simultáneamente conciertos de gran calidad en un escenario de diversión hasta altas horas de la madrugada. La Vaquilla se vive en la calle, comiendo bocadillos, refrescando la garganta con bebidas en las barras repartidas por todo Teruel y recorriendo los locales peñistas. Muyayo Rif, The Fatty Farmers, la banda La La Love You o Azero son algunos de los grupos que actúan estos días en las carpas.

No todo son conciertos, hay batucadas y conocidos DJ de música electrónica que animarán las noches vaquilleras. Si hace solo unos meses nadie salía de casa sin mascarilla, este elemento de protección frente al covid apenas ha sido visto entre el público, entregado a la fiesta.

En El Ajo, icono de las peñas turolenses, la inmersión festiva ha sido esta tarde total. Con la música a todo volumen, del techo de la grandiosa carpa llovía confeti brillante de colores y en el escenario un espectáculo luminoso transformaba el espacio en una inmensa e innovadora discoteca. Una pandilla llegada de Alcorisa y Calanda disfrutaba de lo lindo del momento. "Hemos venido a pasarlo en grande y así será porque aquí la gente se merece un diez", explicaban Mario y Patricia, dos miembros del grupo. De las mismas localidades habían venido Martín López y sus amigos. "En esta fiesta hay una multitud de personas, pero el ambiente es cercano, como en un pueblo, y eso es lo bueno", aseguraba el joven.

Hay quien ha aprovechado el primer día de la Vaquilla para celebrar una despedida de soltero. Es el caso de Dani, Pablo, Raúl y Sergio, cuatro zaragozanos que empezaron la fiesta por la mañana en el barrio Parque Venecia de la capital aragonesa y continuaron la celebración en Teruel. Vestido de dinosaurio, el novio se convirtió en la mascota de la calle del Tozal, junto con la que, para su sorpresa, todo el mundo quería fotografiarse.

La fiesta continúa este domingo con la tradicional Merienda en la plaza de toros, donde miles de peñistas demostrarán su imaginación a la hora de disfrazarse. La gran afluencia de gente que están registrando los actos apunta que esta no es una Vaquilla más, sino la Vaquilla en la que todos confían para poder certificar el adiós a la covid. Ya lo anunció este viernes el castillo de fuegos artificiales desde el Viaducto, más grande que nunca, como corresponde al regreso de una fiesta esencial para Teruel.