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'¡Vicenta se jubila!' La funcionaria que se despide con 'carroza', charanga y Mickey Mouse

Con una energía poco común, Vicenta Esteban, empleada del Ayuntamiento de La Puebla de Híjar (Teruel), ha estado cuatro décadas implicada en ayudar a los vecinos y estos no han querido faltar a su fiesta.

Vicenta Esteban, funcionaria jubilada del Ayuntamiento de La Puebla de Híjar (Teruel).
Vicenta Esteban, funcionaria jubilada del Ayuntamiento de La Puebla de Híjar (Teruel).
H. A.

Unos minutos con Vicenta Esteban bastan para comprender por qué ha dejado una huella tan grande en el Ayuntamiento de La Puebla de Híjar (Teruel) para que en la celebración de despedida de su jubilación saliera al balcón para dar un pregón, hubiera chupinazo como si fueran fiestas y recorriera la calle Mayor montada en una improvisada carroza-remolque con charanga, seguida de buena parte de los vecinos.

Con una energía poco común, Vicenta Esteban, empleada del Ayuntamiento de La Puebla de Híjar (Teruel), ha estado cuatro décadas implicada en ayudar a los vecinos y estos no han querido faltar a su fiesta.

Su energía se siente nada más verla entrar por la puerta del bar El Brillante donde hemos quedado en esta fría mañana. Es el más cercano al Consistorio, y en el que es fácil distinguir a una forastera entre los pocos clientes que hay pasada ya la hora del café. Viene directa hacia mí y se presenta con una sonrisa y un par de besos, para acto seguido saludar a la camarera y a la señora que toma café sola al otro lado de la larga barra de acero inoxidable. Le da tiempo a todo. Para todos los parroquianos tiene algún comentario y enlaza una conversación con otra sin darse un minuto de silencio. "¿Qué tal tu marido en el centro de día?", pregunta a la vecina que desayuna sin ninguna prisa. La mujer le cuenta cómo le costó ir al principio, pero ahora le vienen bien las actividades que hace allí. Entablan una conversación que se nota que alivia la soledad de la vecina.

Clara Debrito y Vicenta Esteban en el bar El Brillante de La Puebla de Híjar (Teruel).
Clara Debrito y Vicenta Esteban en el bar El Brillante de La Puebla de Híjar (Teruel).
H. A.

"Vicenta es una buena persona", la define Clara Debrito, al frente del establecimiento hostelero desde hace 15 años, que lleva dos décadas en este pequeño pueblo turolense, a solo una hora de Zaragoza. Ha vivido también en Lisboa y Galicia. "Fui la primera mujer negra del pueblo", cuenta, para añadir que lo sigue siendo. Originaria de la isla africana de Cabo Verde, "muy cerca de las Canarias", dice, está muy contenta de que la capital aragonesa vaya a estrenar un vuelo directo con su país.

De Vicenta solo tiene buenas palabras y buenos recuerdos de la ayuda que ha prestado siempre a los vecinos y de los cafés y cañas que se han tomado juntas estos años. Seguirán haciéndolo porque la funcionaria jubilada vive en la misma calle Mayor donde se encuentra el bar. "Casi me podía tirar desde casa y llegaba al trabajo", bromea Vicenta sobre la cercanía con el Ayuntamiento, después de tomar un café y despedirse para dirigirse al que ha sido su puesto de trabajo los últimos 42 años y medio.

Pregonera de fiestas y alguacil

El pasado 29 de diciembre se jubiló después de toda la vida de auxiliar administrativo, siendo la primera cara que veían quienes acudían a hacer algún trámite al ayuntamiento. Como vecina del pueblo conoce a casi todo el mundo en este municipio de unos 950 habitantes. Su popularidad es tal que su fiesta de jubilación del día siguiente congregó a buena parte de los poblanos, que llenaron la plaza de España para escuchar sus palabras de despedida desde el balcón, como cuando fue pregonera en 2016. Rasmia no le falta ya que ha sido también alguacil y durante la pandemia de covid animó a los vecinos con música, con canciones desde Miguel Bosé a Barricada, y dirigió una solitaria 'rompida' de la hora que se tuvo que hacer desde cada casa, en este municipio de la Ruta del Tambor y el Bombo.

Vicenta Esteban, funcionaria jubilada del Ayuntamiento de La Puebla de Híjar (Teruel).
Vicenta Esteban, al otro lado del mostrador en el que ha trabajado los últimos 40 años.
H. A.

Este último jueves de enero vuelve de visita a ver a sus compañeras, sin hacerse todavía a la idea de que ya no trabaja allí. Me confiesa que "han pasado pocos días y con las vacaciones de Navidad casi no me he dado cuenta". Cuando sube a la primera planta del edificio de la plaza de España le cuesta quedarse al otro lado del mostrador, su territorio. No puede evitar mirar dentro para ver cómo ha cambiado en su ausencia. "Yo tenía todo esto llenísimo de papeles, y aquí pegados los números de teléfono. Soy de otra generación. Si enviaba un correo me sacaba una copia en papel. Como a mí me gusta ver, subrayar y hacer notas, me lo imprimo todo", cuenta, con una sonrisa, consciente de que ahora se avanza hacia la digitalización. "Yo no me atrevía a tirar nada porque para mí, todo servía", añade. "Son otras formas de trabajar", reconoce, pero en el fondo se nota que sigue defendiendo las suyas. 

"Es una pena que no me haya descubierto Almodóvar"

Sus compañeras, Marisa Sierra y Andrea Barrera, se alegran mucho de verla y aprovechan para preguntarle algunas dudas sobre la organización de la celebración de las Bodas de Plata y Oro de los matrimonios del pueblo, que tendrá lugar en unas semanas, cerca de San Valentín. Ella ha sido la maestra de ceremonias del acto muchos años. Le gusta hablar en público y lo hace con soltura. "Es una pena que no me haya descubierto Almodóvar", bromea sobre su desparpajo ante la cámara.

Apoyada en el mostrador, pero ya en el otro lado, recuerda la fecha exacta de su incorporación. "Fue el 11 de agosto de 1981. Entré aquí porque estaba estudiando en Zaragoza COU y suspendí la prueba de acceso a Magisterio y quería aprobarla en septiembre, pero ya tenía noviete y había que intentar buscar algún trabajo por si no aprobaba y me vine a casa", detalla. "Como tengo amigas por todos los sitios me llamaron del taller de confección de Urrea de Gaén y trabajé unos 15 días de planchadora, que no era mi fuerte, pero mi padre que era muy vivo me avisó de que pregonaron aquí que se necesitaba un auxiliar un tiempo con tan buena suerte que aprobé", continúa. 

Consejos a sus antiguas compañeras

Vicenta toca a la puerta del despacho del "jefe" para saludarle un momento. El actual alcalde, Pedro Bello (Ganar-IU) ha estado los últimos 13 años trabajando con ella. La funcionaria ha conocido a otros tres regidores a lo largo de su vida laboral. "Ellos son el agua que corre y yo la piedra que me quedo", sentencia, delante del alcalde, que no puede más que sonreír.

Un matrimonio catalán entra buscando documentación de un familiar que residió en la zona. Solo con escuchar el apellido, Vicenta nombra un par de personas que pueden ser antepasados. La documentación que revisan no les revela ninguna conexión, pero se marchan agradecidos. 

Saluda también a la secretaria del ayuntamiento, con la que ha trabado una buena amistad además de ser compañera, y a la joven asistenta social. "Estudió con mis hijas", cuenta sobre esta última. Tiene tres, dos de ellas gemelas, y fueron unas de las artífices de la fiesta de jubilación.

No se marcha sin antes recordar dos consejos a quienes han asumido sus tareas, para afrontar los momentos de más estrés: "Una cosa detrás de la otra" y "Primero lo que corre más prisa". Reconoce que los funcionarios tienen, en general, mala imagen, pero cree que en los pueblos es diferente, "es bueno y es malo" porque "también se conoce a la persona" y cree que pase lo que pase "el tiempo pone a cada uno en su lugar".

"Me hace duelo", confiesa Vicenta antes de irse. Ha pasado muchos buenos ratos en su trabajo y se lleva "muchísimas anécdotas", aunque es consciente de que no siempre ha acertado. "También hay días malos, hay días que hay errores, pero todo se soluciona", argumenta.

Siempre ha intentado "colaborar mucho con todo el público. Me gusta ayudar, quizás a veces más de lo que me corresponde, ya no por mí, sino de cara a mis compañeros, que a lo mejor hago cosas que no proceden, pero siempre con la mejor intención", asegura casi a modo de disculpa. Intenta buscar un lado positivo a su marcha y considera qeu así deja que entre "gente joven que lo haga otra manera". Se va satisfecha. "Me pesa más lo positivo", afirma.

"Desde su mostrador en la oficina municipal escuchaba tu problema y ella te decía "no te preocupes, hijo mío. Y salías del ayuntamiento con el convencimiento de que movería cielo y tierra para ayudarte"

Para muchos, lo que recuerdan de ella son los momentos buenos, como lo hicieron en su fiesta de despedida y que una amiga y familiar plasmó en una carta al director que publicó HERALDO hace unas semanas. "Desde su mostrador en la oficina municipal escuchaba tu problema y ella te decía "no te preocupes, hijo mío". Y salías del ayuntamiento con el convencimiento de que movería cielo y tierra para ayudarte", contaba en su misiva Pilar Royo Lambea, con raíces en el pueblo pero que reside en Valladolid, publicada el pasado 15 de enero. 

Una jubilación popular con pregón incluido

Fiesta de jubilación de Vicenta Esteban, funcionaria de La Puebla de Híjar (Teruel).
Fiesta de jubilación de Vicenta Esteban, funcionaria de La Puebla de Híjar (Teruel).
H. A.

La fiesta no se puede decir que fuera sorpresa porque ella tenía claro que quería hacer algo y "una merienda para los compañeros está muy visto", asegura. Así que decidió organizar una fiesta "en agradecimiento al pueblo" e invitó a un vermut en el pabellón multiusos. "Cuando se lo dije a mis hijas ya habían hablado con los de la charanga". Ellas se encargaron de difundir por Whatsapp el mensaje '¡Vicenta se jubila!', que llegó hasta grupos de los pueblos vecinos. No hizo falta añadir el apellido. 

Lo que no se esperaba fue la 'carroza' que le preparó "un primo hermano muy marchoso", dice de él, en un remolque. No dudó en subirse con los músicos, recuerda al volver a hacer el mismo recorrido pero andando. "Me hicieron regalos sin conocimiento pero, yo que soy creyente, digo que Dios me regaló un día de sol", rememora, sobre la luminosa víspera de Nochevieja con temperaturas más templadas de lo normal, como viene ocurriendo este invierno 'primaveral'. Tuvo ramos de flores, un juego de colgante, anillo y pendientes y un viaje a Cádiz, entre otros obsequios. Y no faltó su personaje favorito, Mickey Mouse, omnipresente en la decoración de la fiesta desde las diademas con las orejas más famosas de Disney a un photocall y todo tipo de complementos. "Me gusta desde pequeña", reconoce, sin saber explicar por qué. El dibujo animado se puede ver en la montura de las gafas y la camiseta que ha elegido hoy para la entrevista.

Inglés, pilates y paseos

Después de años de trabajo ahora lo que quiere hacer en esta nueva etapa es "N-A-D-A", deletrea marcando mucho cada letra, aunque pocos en su entorno lo creen por lo activa que es. "Estoy cansada. He sido la hermana mayor, he ayudado a mi madre, que se casó con los abuelos ya viejos, la he ayudado... Ahora no quiero hacer más que lo justo y lo que me obliguen. Pasar el día a día".

De momento, sigue con las clases de inglés de un curso para adultos, en el que confiesa que no entiende "nada", pero no se borra por miedo a que si pierde alumnos lo quiten. Los temores del Aragón despoblado. Y continúa con pilates, que le gusta más que aprender la lengua de Shakespeare, pero también le cuesta un esfuerzo porque se confiesa poco amante de los deportes. Prefiere sacar a pasear a su perra Lola. "Bueno, es de mis hijas", precisa. Y eso hace antes de seguir por el camino que hizo hace casi un mes en su fiesta. Para en casa y nada más sentir la llave en la cerradura se escucha a Lola moverse nerviosa, con ganas de salir. La viste con un abrigo de Mickey y ella se deja tapar para andar hasta el restaurado abrevadero público de la plaza del Charif, junto al pabellón multiusos donde tuvo lugar la jubilación popular.

Vicenta Esteban, funcionaria jubilada del Ayuntamiento de La Puebla de Híjar (Teruel).
Vicenta Esteban, funcionaria jubilada del Ayuntamiento de La Puebla de Híjar (Teruel).
H. A.

Lo recuerda todo sentada en un banco al sol. "Este es mi lugar preferido", confiesa. Parece ser que el de Lola también, porque se acomoda al abrigo, sobre el suelo empedrado. Es entonces cuando la sonrisa de Vicenta se apaga por primera vez y habla de la muerte de su marido hace ocho años por un cáncer de pulmón tras tres años de tratamiento. De esos duros golpes que da la vida pasamos a hablar de la guerra en Ucrania, en Gaza, del cambio climático y otras catástrofes. Su conversación es inagotable.

El sol parece recargarle las pilas y nos despedimos para que siga el paseo antes de comer y yo regrese a casa. Tiene un último consejo que extiende a todos los jóvenes: "Aprovechad la vida". Desde luego, ella lo hace cada día. Y como decía Pilar en su carta, no vendrían mal más Vicentas en este mundo.

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