Tambores, campanas, navatas, fuego... el Aragón más inmaterial sigue emocionando

Es el patrimonio menos tangible pero, quizás por eso, el más vivo. Habla de identidad, pertenencia, sentimientos y emociones

José Agustín Navarro bandea las campanas en lo alto de la iglesia de la Purísima Concepción de Alloza.
José Agustín Navarro bandea las campanas en lo alto de la iglesia de la Purísima Concepción de Alloza.
Laura Uranga

Las esencias suelen ser intangibles. No están en ninguna parte, pero se pueden respirar, son memoria, vertebran, se llevan dentro. A veces son un saber hacer, heredado desde muy atrás en el tiempo. Otras, son un saber celebrar que habla de identidad colectiva, de una manera de ser y de vivir. Un patrimonio inmaterial, palpitante, poderoso y frágil a la vez.

Hubo un tiempo en que en cada comarca de Aragón había una forma diferente de tocar manualmente las campanas. En muchos sitios no se bandeaba, solo se repicaba, o se bandeaba con una campana y se repicaba con las demás. Lo sabemos porque lo estudió a conciencia el antropólogo Francesc Llop, principal especialista en campanas de España. Sus sones, la música más antigua de Aragón, resuenan aún gracias a que grabó casi medio millar de toques, nacidos de la técnica de unos 60 campaneros, 40 de ellos en lugares donde la tradición ya se había extinguido. Hoy el toque manual de campanas se ha conservado en localidades como Salas Altas, Alloza, Agüero, Hecho o Valdealgorfa. En la mayoría de los campanarios, la automatización es incompatible con él.

En un intento de salvaguardar este lenguaje sonoro, el toque manual de campanas quedó inscrito en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco en diciembre de 2022. Ese mismo mes, se bandearon las campanas de varios pueblos de la Galliguera como Biscarrués, Ayerbe y Agüero para celebrar el reconocimiento por parte de la Unesco tanto del transporte fluvial de madera con las tradicionales navatas como del propio tañido. Han sido las dos últimas incorporaciones aragonesas a una lista en la que también aspira a entrar la jota aragonesa, embebida en una candidatura genérica.

Cuando no había otro, el toque de campanas era un medio de comunicación, encargado de informar, coordinar, delimitar el territorio y proteger a la comunidad. La voz que anuncia y alerta.

Bajando el Cinca en navata, entre Laspuña y Aínsa.
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Viaje por el río con los mayencos

Ya sea una primavera seca como la actual o de bravos mayencos, los navateros no faltan a la tradición de revivir en abril y mayo el viejo oficio del transporte de la madera por el río. Con esta fiesta rinden homenaje a los artífices de un duro trabajo que empezaba con la tala de troncos en la montaña, para luego atarlos y formar balsas (navata en Aragón, almadía en Navarra o rais en Cataluña). Las últimas embarcaciones llegaron a Tortosa en 1949 (hoy sería imposible con los embalses) y en 1983 los navateros de Sobrarbe tomaron la iniciativa de recuperar la actividad de manera festiva. Luego surgieron otras en el Aragón y en el Gállego. Esta es la más madrugadora. Este domingo, 23 de abril, cientos de personarás animarán desde la orilla el recorrido de Murillo a Santa Eulalia, comprometido por la sequía. Será el primer año tras la inscripción en la lista de la Unesco como patrimonio Cultural Inmaterial, algo que fue posible por el esfuerzo de asociaciones de Aragón, Navarra, Cataluña, Castilla-La Mancha y Valencia, y de países como con Austria o Chequia. Foto: Verónica Lacasa

Arriba, los cofrades de Calanda ‘rompen la hora’ el Viernes Santo. En Híjar –abajo– el ritual tiene lugar la noche del Jueves Santo.
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El sonido de la Semana Santa en el Bajo Aragón

El sonido atronador de los tambores y bombos de la Semana Santa en el Bajo Aragón logró el reconocimiento como patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad por la Unesco en 2018. Este crédito mundial reforzó aún más una tradición que goza de muy buena salud, que crece en seguidores año tras año y a la que le sobra relevo generacional.
El estruendo que inunda las plazas de los pueblos el Jueves Santo y Viernes Santo cuando miles de cofrades golpean al unísono con palillos y mazas la piel de tambores y bombos –un ritual que se conoce como ‘romper la hora’– emociona. El ruido ensordecedor estalla en un segundo, ahogando el silencio, para simbolizar el cataclismo que, según la tradición cristiana, siguió a la muerte de Jesús.
El ambiente sonoro que se crea en la calle fascina a vecinos y visitantes, pues transmite la fuerza vital del equinoccio de la primavera, que deja atrás el invierno. El cine se ha hecho eco de esta conmoción a través de los directores aragoneses Luis Buñuel y Carlos Saura.
Ambos instrumentos de percusión reproducen, además, el latido común de nueve pueblos que viven intensamente la costumbre semanasantista desde hace siglos y que en las últimas décadas han apostado seriamente por ella como reclamo turístico. Son Albalate del Arzobispo, Alcañiz, Alcorisa, Andorra, Calanda, Híjar, La Puebla de Híjar, Samper de Calanda y Urrea de Gaén, que forman la Ruta del Tambor y el Bombo. La indumentaria de cada cofradía, como los toques, son variados, pero todas comparten una misma identidad. Foto: Antonio García / Bykofoto

Mercado agroecológico en la plaza de San Bruno de Zaragoza
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Dieta mediterránea en la mesa

La dieta mediterránea forma parte de la nuestra herencia cultural. Su alto contenido en verduras y frutas, con el aceite de oliva como principal fuente de grasa, está bien presente en las mesas aragonesas más saludables y en el vital sector agroalimentario de la Comunidad. En el año 2013, la Unesco incluyó la dieta mediterránea en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. El Inventario de la Dieta Mediterránea en Aragón destaca desde los viñedos del Somontano, Borja y Cariñena a los frutales del Jalón y Jiloca, pasando por los olivares del Bajo Aragón. Un registro documental sobre los paisajes; las actividades agrícolas, ganaderas y pesqueras; los oficios; las actividades culinarias, los alimentos, las recetas; y las festividades y celebraciones que conforman la dieta mediterránea. Aragón comulga bien con la parte de la definición de la Unesco que destaca "el acto de comer juntos como uno de los fundamentos de la identidad y continuidad culturales de las comunidades de la cuenca del Mediterráneo". Este sabroso bocado del patrimonio cultural inmaterial tiene en los mercados locales nodos fundamentales en la transmisión de la cultura de la dieta mediterránea. Foto: José Miguel Marco

La minuciosa recogida del azafrán en Monreal del Campo.
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Salvar la tradición de recolectar el azafrán

Doblados formando ángulos de menos de 90 grados. Así recogen los azafraneros, una a una, las flores que tiñen de color lila los campos. El cultivo ocupó amplias zonas de Aragón en el Somontano oscense, Monegros, Ribera del Cinca y el valle del Jiloca, pero hoy está en regresión. Monreal del Campo, en la provincia de Teruel, es uno de los pocos lugares en los que todavía se recolecta azafrán y surgen iniciativas comerciales para esta preciada especia. La dureza del trabajo, en el que la delicada y efímera flor se coge por el tallo, rozando con los dedos las primeras escarchas de los amaneceres de octubre, está detrás del abandono del cultivo.
Monreal del Campo, con un museo en torno al azafrán, se erige en salvador de este saber tradicional. Más de 150 piezas recrean, no solo la recolección, sino también el esbrinado –dejar a un lado los pétalos y al otro el azafrán–, en el que los azafraneros, en torno a una mesa, pasan horas y horas compartiendo dichos y refranes y cantando jotas, un gran patrimonio oral que también ha recopilado la localidad. Foto: Laura Uranga

Fiestas de San Atilano en Tarazona. La Cipotegato en 2022 saluda a la multitud tras completar el recorrido.
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Cipotegato, tradición a todo color

En la actualidad, calzarse el peculiar traje arlequinado a rombos verdes, amarillos y rojos, es un honor muy deseado por los jóvenes de Tarazona. Como marca la tradición, la identidad de la persona que encarna al Cipotegato no se desvela hasta el final de su carrera, abriéndose paso entre una multitud y bajo una lluvia de kilos y kilos de tomates, el día 27 de agosto, cuando se celebran las fiestas patronales de San Atilano. Intensidad y emociones en una catarsis colectiva que estalla en fiesta. En 2022, tras dos años de parón por la pandemia, una mujer –por tercera la vez en la historia de las fiestas turiasonenses– encarnó, tras su máscara, a este colorido personaje cuyo incierto origen se remonta siglos atrás.
El origen de esta práctica no está muy claro. Puede que refleje una tradición medieval en la que el reo que se soltaba el día grande de las fiestas debía correr para conseguir salir del pueblo, mientras los vecinos lo apedreaban. Las primeras noticias documentales conservadas sobre el personaje del Cipotegato lo vinculan con los ‘Pellexo de Gato’ que, en el siglo XVII, corrían detrás de los niños durante las comparsas de gigantes de la procesión del Corpus. Más tarde, acompañando al concejo y los gigantes, aparecía en la víspera de la conmemoración de la fiesta de la traslación de la reliquia de San Atilano. Estos personajes divertían también a los niños durante los dances de paloteo, que dejaron de bailarse en la zona durante el siglo XX.
El Cipotegato de Tarazona es una fiesta declarada de Interés Turístico de Aragón y de Interés Turístico Nacional, por ser un acontecimiento notorio en la tradición popular aragonesa y de especial importancia como recurso turístico. Foto: Francisco Jiménez

El solsticio de verano se celebró en Bonansa con fuego.
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Fiesta del fuego en el Pirineo en la noche más corta

El agua y el fuego se conjugan en la noche del 23 de junio. La tradición de sanjuanarse con aguas con poderes curativos convive con el poder de las llamas de las Fallas del Pirineo, que se celebran en localidades como Laspaúles, Suils, Villarrué, Montanuy, Sahún, San Juan de Plan, Bonansa, Castanesa, Noales y Aneto, en las comarcas del Sobrarbe y la Ribagorza, y que fueron reconocidas por la Unesco en 2015. En las fiestas del fuego que tienen lugar durante la noche más corta del año, los habitantes de estos pueblos del Pirineo portan sus antorchas hasta la montaña para encenderlas en hogueras y luego realizar el descenso. Previamente fabrican artesanalmente sus teas de entre 2 y 2,5 metros. Cada localidad tiene sus particularidades. En Sahún, por ejemplo, es característico que los porteadores las volteen por encima de sus cabezas creando unos fantasmagóricos dibujos. Las fallas simbolizan en la mitología popular el poder generador del sol en el día más largo del solsticio de verano, una tradición que las comarcas aragonesas comparten con otras áreas pirenaicas como el Principado de Andorra, Cataluña y Francia. Foto: Guillermo Mestre

Elaboración artesanal de queso en Tronchón
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Elaboración del queso

Guardan ‘el cómo’ de los tiempos antiguos, en ocasiones con algo de apoyo de la tecnología actual, pero manteniendo la esencia. La forma tradicional de elaborar el queso es uno de esos ‘intangibles’ que, aunque no cuentan con ningún nivel de protección específico, sí están considerados patrimonio inmaterial por su interés y tradición.
Todo empezó –cuenta la leyenda– un caluroso verano: un pastor que bajaba del monte transportaba leche en una bolsa de estómago de cordero y, cuando llegó al pueblo, se le había transformado en queso. Los romanos mejoraron su conservación añadiendo el salado y el oreo, los musulmanes mejoraron las razas ganaderas y diversificaron las variedades.
A la leche ordeñada del ganado, una vez colada y calentada, se le incorporaba el cuajo, tradicionalmente un estómago seco de cabrito o cordero o bien los hilillos de la hierba cuajera o cardo silvestre. Ya en los moldes o ancillas, colocadas sobre las coladeras, terminaba el proceso con el salado y oreado. El queso Tronchón, vinculado a las especiales condiciones del Maestrazgo turolense, alabado en el ‘Quijote’, es heredero de una cultura pastoril milenaria. Foto: Laura Uranga

Trashumancia de caballos. Yeguada trashumante a su paso por el pantano del Arquillo, en Teruel.
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Trashumancia milenaria

La trashumancia se mantiene muy viva en algunas comarcas turolenses y oscenses. Se practica entre el Valle del Ebro y el Pirineo, entre el Maestrazgo y la Comunidad Valenciana y Tarragona y de la Sierra de Albarracín a Andalucía. A estos focos hay que sumar un rebaño caballar que viaja entre la Comunidad Valenciana y Villarquemado. La mayor concentración de ganado trashumante se da en la Sierra de Albarracín, con una veintena de explotaciones –la gran mayoría de ovino, pero también varias de vacuno– que aprovechan los pastos de verano de los Montes Universales y, cuando llega el invierno, se desplazan a Jaén y Córdoba. El traslado de las reses se puede hacer a pie o en camiones.
Un reciente descubrimiento ha demostrado que los celtíberos que poblaban la Sierra de Albarracín en el siglo V antes de Cristo ya trashumaban con sus rebaños de ovejas a Jaén, como se hace actualmente. La excavación de una necrópolis de hace 2.500 años en Bronchales ha aportado materiales correspondientes a un pueblo pastoril que importó objetos de uso cotidiano, armas y productos de lujo desde el entorno de Vilches (Jaén) como consecuencia de sus estancias invernales.
La trashumancia, declarada Bien de Interés Cultural Inmaterial por la DGA en 2011, conserva una presencia significativa en localidades de la Sierra de Albarracín como Guadalaviar, Villar del Cobo y Frías de Albarracín, desde donde familias enteras se desplazan en invierno a Jaén para hacer el viaje inverso en la primavera siguiente. Foto: Antonio García

En cifras

  • Cinco de la Unesco La Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco de 2003 define este patrimonio como los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas –junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes– que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural. Tienen relación directa con Aragón el transporte de madera fluvial, el toque manual de campanas, las tamborradas, la técnica constructiva tradicional de la piedra seca y las fiestas del fuego del solsticio de verano del Pirineo.
  • 14 bienes en Aragón En el Censo de Patrimonio Cultural de Aragón aparecen recogidos 14 bienes declarados Bienes de Interés Cultural de naturaleza Inmaterial con procedimiento administrativo finalizado. Algunos no están reconocidos como Bien de Interés Cultural sino como Bien Catalogado.
  • De uno en uno Son: el Acto del Trallo de la Hermandad de la Acequia de Pedrola y del Cascajo, el legado de la violería aragonesa, las fiestas del fuego del solsticio de verano en el Pirineo, la cultura del chopo cabecero en el sur de Aragón, la cultura del transporte fluvial de la madera-navatas, la jota aragonesa, la técnica constructiva de la piedra seca en Aragón, la trashumancia, la procesion de las Panbenditeras de Mazaleón y Escatrón, las romerías, ritos y tradiciones en torno a Santa Orosia en el Alto Aragón, la Contradanza de Cetina, las fiestas del Santo Cristo y San Vicente Ferrer y la Mojiganga de Graus, el oficio religioso ‘Tota Pulchra’ de Huesca y el Voto de San Miguel de Tauste.
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