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Monreal del Campo, ‘azafrancamente’ bien

Uno de los tesoros más valorados del campo turolense está ahora mismo en pleno proceso de recolecta; trabajar el azafrán es duro, pero tiene premio

Charo Rizos y Jahel Latasa son auxiliares de la biblioteca municipal, la oficina de turismo y el Museo del Azafrán, fundado en 1983, por iniciativa del etnólogo y dibujante Julio Alvar. Ambas trabajan bajo la coordinación de Mari Carmen Fuertes en la Casa de la Cultura de Monreal del Campo, sede de todos esos afanes. No hace falta retar a la retórica de las tres (Charo hace de portavoz) para saber mucho más del azafrán, parte esencial del genoma monrealense. “Hay datos al respecto en el archivo de Daroca que se remontan al siglo XV. Siempre fue un medio de ahorro, una especia cara que se conserva en buen estado hasta diez años, sin perder las propiedades esenciales, aunque lógicamente sea mejor si se conserva menos tiempo. Había en casi todas las casas, y el que no tenía tierras ayudaba a los vecinos a cambio de una parte”.

El azafrán es el pistilo de una flor. “Aquí le llamamos brin; sacarlo es esbrinar. El proceso es manual, con la excepción de plantado de los bulbos. ¿Cuándo se recoge? A primera hora de la mañana, porque la flor sale de noche y se va abriendo a lo largo del día; con la luz se oxida y se ensucia. Además, aunque parezca un contrasentido, las flores cerradas se trabajan mejor que las abiertas. Hay una cosecha al año, y es justamente ahora; dura unos 20 días entre mediados de octubre y los primeros días de noviembre, aunque si hace más frío, salen antes; si hace calor o llueve varios días seguidos, no sale la flor”.

Irán es el gran competidor, el mayor productor; ahora también hay mucho marroquí. La Mancha es la otra zona productora en España. “El turolense sigue estando muy bien considerando, y el español en general, en Grecia e Italia ya no queda. A la gente le llama la atención el precio de mercado; un kilo de azafrán costaba el año pasado 7.000 euros, aunque el precio fluctúa. Hay tres hebras por flor, y tienen mucha agua, así que hay que secarlas; aquí en España se tuestan, para potenciar aroma y sabor, pero pierdes el 80% del peso del azafrán fresco en el proceso. Cada bulbo te da unas 15 flores por cosecha, y dura cuatro años”.

El productor local

José Ramón Plumed es productor y propietario de Azafranes Jiloca, la única firma local del ramo en la actualidad, con dos hectáreas plantadas. Tuvo bares en Zaragoza, pero la tierra tira y hace años que decidió volver a casa. “Es un trabajo duro, pero bonito. Para conseguir un kilo seco de azafrán hay que recoger 180.000 flores a principios de la campaña, con el brin más grande, y 200.000 al final, cuando el brin es pequeño. En un día de faena acabaremos recolectando para medio kilo seco, y son unas cuantas horas. Este año hemos empezado el 17 de octubre y esperamos que dure hasta la segunda semana de noviembre”.

La seguridad en el terreno cultivado es un tema que despierta la curiosidad del profano. José Ramón es claro al respecto, con un punto de guasa “El ladrón roba porque quiere conseguir algo sin trabajar, pero en el azafrán lo tiene difícil; la flor sale de noche, de noche no se ve nada y al punto de la mañana ya estamos aquí cada día de recolecta; limpiamos todo el campo. Siempre viene algún listo, pero casi le invitas a recoger un poco si le apetece. También se pueden llevar la farfolla del bulbo, o algún pétalo de la flor: huelen muy bien”.

El azafrán, fiel a su cita de otoño en Monreal del Campo

Transformación del producto estrella y otras joyas gastronómicas

Hay azafrán en todas las tiendas y supermercados locales. La longaniza es muy especial aquí, y también la morcilla; en la Monrealense bordan ambos productos, con muchas variedades, y también puede hallarse género de primera en Latasa (conocida tradicionalmente como Royme) y la tienda de Prisco y Baldomero, además de Muñoz dentro del supermercado.

Se hace mucha transformación del azafrán. La familia Plumed lo aporta en la fabricación de licor, queso, chocolate, aceite, longaniza… de todo. “Hablamos con productores artesanos en cada caso para hacer tiradas pequeñas pero de la mejor calidad. El chocolate lo hacemos con Muñoz, de Teruel; el licor con la Magallonera, el queso con Hontanar... aquí en Monreal tenemos una tienda en la zona de la carretera, Aragón Gourmet, con estos productos y otros de artesanos aragoneses, y vamos repartiendo por muchas tiendas especializadas”.

Los Ojos, tesoro de agua y verdor que amarillea de lujo en otoño

Se otorga a Los Ojos de Monreal el honor de ser nacimiento natural del río Jiloca, aunque se trata de un tema muy debatido. El nivel freático de la corriente agua es muy superficial y hay varios afloramientos en la zona, desde Cella a Fuentes Claras o Caminreal. “Hay una zona ajardinada –explica Mari Carmen Fuertes– ideal para juegos infantiles y otra con la vegetación muy alta y camino circular; el agua que sale de allá está canalizada. El monte cercano, desde el Caño del Gato a las Capillas, está muy bonito ahora”. En Los Ojos hay mucha vegetación entre el agua, y se ha constituido en refugio predilecto de muchas aves, especialmente fochas y garzas; también hay alguna nutria, pero son caras de ver. Se puede llegar desde el pueblo por un caminito muy agradable junto a las huertas.

Historia y patrimonio

Monreal tiene mucha historia. Se fundó como villa de realengo en el siglo XII: respondía solamente a su monarca. Luego pasó a integrar la comunidad de aldeas de Daroca. El pueblo se quemó en la primera guerra carlista, incluyendo su castillo, un cubo perfecto de los tiempos del Batallador, relacionado con el esoterismo templario; quedan la rampa y el perímetro.

Charo Rizos recuerda que también se conservan casas palaciegas. “Lo que quedó tras el gran incendio son tres edificaciones, incluida la Casa de Cultura en la que está el museo, a la que se le llama casa de las Beltranas. También está la casa de los Mateo, justo al lado, y la de los ‘Antoñitos’ (Mateo de Gilbert y Valero de Bernabé), de la misma familia”. Otras dos damas adineradas locales, Ricarda Gonzalo de Liria y Juana del Corral, crearon dos fundaciones para que sus casas se destinaran a fines educativos y caritativos.

MONREAL DEL CAMPO

Comarca. Comunidad de Teruel.

Cómo llegar. Desde Teruel, su capital de provincia, hay 59 kilómetros por la Autovía Mudéjar.

Dónde dormir. Monreal presume estos días de la nueva línea del hotel El Molino Bajo, a las afueras, con un toque ibicenco que sorprende. Es de propiedad municipal y gestión privada, con restaurante. Los hoteles Botero y Brin son las otras dos opciones de pernocta, también con restauración. El área de servicio Medas, muy concurrida siempre, tiene también habitaciones.

Para comer. Hay opciones en cada bar del pueblo; Salsirot en la plaza, Zirbón y Mamen en el casco urbano, y en la carretera La Luna y La Despensa, además de los mentados tres hoteles y el área de servicio Medas.

La parroquia. La iglesia de la Natividad de Nuestra Señora data del XVI en su actual construcción, que se apoya en la base de un templo gótico anterior. Conserva un cuadro de Montañés, que tiene obra en el Pilar; es el lienzo central del altar mayor.

Artículo incluido en la serie 'Aragón es extraordinario'.

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