ARAGÓN

La reinvención de las ferias ganaderas: audiciones a ciegas... de silbidos pastoriles

En la feria de Mara se celebra este sábado un concurso de ‘chiflidos’ con los que los ganaderos atraen a sus ovejas. El premio, la ovación del pueblo y un cencerro grabado.

Las exhibiciones de perros pastores en la feria de Mara.
Las exhibiciones de perros pastores en la feria de Mara.
Heraldo

El recién estrenado otoño es época de castañas, de cambios de armario y de ferias ganaderas. Hace pocos días se celebraron las de Cedrillas o Sariñena y ya calienta motores la de Mara, en la comarca de Comunidad de Calatayud, que dará comienzo el viernes. Esta cita, centrada en la raza ovina roya bilbilitana, tiene una singularidad de lo más simpática: celebra el único concurso de silbidos pastoriles que tiene lugar en Aragón.

"La primera edición se celebró el año pasado y fue muy divertida. Participaron ocho pastores y el público -unos 130 asistentes, dado que el concurso es en la sobremesa de la comida popular- acabó encantado, aunque con los tímpanos un poco maltrechos", bromea el veterinario Víctor Miguel Gascón, coordinador de las jornadas en Mara, que destaca también que con este certamen se trata de valorar una parte fundamental del patrimonio sensorial del medio rural.

La feria de ganado de Mara es la encargada de celebrar tan singular certamen

Todas las ferias ganaderas tratan de dar una vuelta de tuerca al ingenio para singularizarse y hacer una propuesta más sugerente -hace unos días la de Orihuela del Tremedal reunió a 60 mulos, especie en peligro de extinción- y este sábado le llega el turno a Mara, en donde entre “brrrs” y prolongados “sius” los congregados se tomarán el café.

La idea original del certamen fue de Enrique Fantova, director técnico de Oviaragón-Grupo Pastores, que buscaba algo simpático a la hora de la sobremesa de una feria ganadera que cuenta también con exhibición de perros de pastoreo y un concurso fotográfico. "El jurado son tres pastores veteranos ya jubilados, que están de espaldas a los concursantes, como en las audiciones a ciegas del concurso de ‘La Voz’", explican. 

Intensidad, duración y originalidad 

Estos ‘supertacañones’ van anotando sus valoraciones en función de unos parámetros descritos previamente: se puntúa la intensidad del silbido (con un medidor de decibelios), la duración del mismo (con un cronómetro) y la originalidad. A cada concursante se le pone una nota del uno al diez, luego se bareman y se hace el ranquin del que sale el ganador. "El premio es un cencerro, que va grabado en la parte metálica y el collar de cuero va remachado con una decoración de clavos", explica Víctor Miguel, coordinador del encuentro que organizan la asociación Agrobi y la cooperativa Oviaragón.

Los cencerros grabados que se entregarán el sábado a modo de trofeo.
Los cencerros grabados que se entregarán el sábado a modo de trofeo.
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Lo más comprometido para los jueces es lo de la ‘originalidad’ porque ahí siempre hay suspicacias. El de los silbidos pastoriles es todo un mundo y cuentan los más veteranos que "antaño se distinguían hasta veinte tipos distintos de silbidos entre balidos y los carrillones de los cencerros". Los pastores son capaces de hacerse escuchar a medio kilómetro de distancia y, obviamente, la intención de la llamada es que las ovejas obedezcan, aunque eso sea indemostrable en un concurso bajo techo. Hay pastores que dicen que aprendieron a silbar melodías -como del Viejo Oeste- y otros que comenzaron utilizando esta llamada para atraer a sus mastines y que, por extensión, sirvió de reclamo para las ovejas.

"Se crea un silencio sepulcral, el pastor pega el chiflido y, entonces, el público irrumpe en aplausos y ovación"

En el concurso germinal de 2022 participaron ocho aspirantes, pero "durante la comida popular se van recorriendo las mesas y buscando más pastores para la causa". "Se les anima a participar y se les explica que sólo hay un intento de silbido: no pueden repetir, es mejor que carraspeen y traten de modular antes", advierten los organizadores. "Es muy gracioso porque se crea un silencio sepulcral hasta que el pastor pega el chiflido y, entonces, el público irrumpe en aplausos y ovación", comenta Marga Barriendos, una de las espectadoras de la primera edición y fiel defensora de que se atienda al "paisaje sonoro del medio rural". “Hay que prestar atención a los cencerros, los balidos, las llamadas… En otros países ya han desarrollado leyes de protección de sonidos como patrimonio cultural y se valoran los relacionados con la ornitología, con los ríos y las cascadas, o algunos causados por seres humanos, como el que se produce en un mercado tradicional”, comenta Barriendos.

La exhibición de animles de raza roya bilbilitana, en el pabellón de Mara.
La exhibición de animles de raza roya bilbilitana, en el pabellón de Mara.
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Quienes se reúnen en estas ferias siempre tienen muy presente la realidad del campo aragonés y tratan de revertir con ingenio la lenta extinción de rebaños y explotaciones en las comarcas más castigadas por la despoblación. Oviaragón, cooperativa matriz del grupo Pastores, la forman unos 800 ganaderos y bajo su paraguas se aglutinan cerca de 400.000 ovejas y un millón de hectáreas en explotaciones en 440 pueblos de Aragón. 

Por ello, silbidos al margen, la feria de Mara también tiene otros ítems destacados como un reconocimiento a los pastores de roya bilbilitana que ha dedicado media vida a estas ovejas. En 2023 el premio (una oveja de cerámica) ha recaído sobre José Antonio Muñoz Elvira, recién jubilado y cuya hija se ha hecho cargo del rebaño de Monreal de Ariza. Como novedad este año hay un certamen fotográfico: las diez estampas finalistas seleccionadas van a estar colgadas en la zona de las ganaderías y todos los asistentes podrán votar por su preferida. Esta vez, el premio es una oveja de cerámica pero con una cámara colgada del cuello.

El viernes hay charlas técnicas, un picoteo con queso de oveja y una exposición monográfica de animales de la raza roya bilbilitana: participan 6 ganaderías con 21 lotes. El sábado la agenda aguarda una exhibición de perros pastores que muestran la forma en que enseñan a los perros y hacen un circuito, por ejemplo, para demostrar cómo los canes no dejan que las ovejas se acerquen a los sembrados. La comida, como no podía ser menos, es caldereta de ternasco, si bien el plato fuerte llegará después cuando los pastores coloquen la boca, los dedos, la lengua y den sus silbidos. 

"Hay tantas formas de silbar como pastores", cuentan desde Mara, sobre una primitiva comunicación que los etnógrafos no consideran un lenguaje en sí mismo (no hay fonemas ni interlocución), pero sí un tipo de comunicación, poco universal, pero sí utilísima para evitar despistes de cabezas de ganado. Si no, que le pregunten al zaragozano Pedro Oliva, que en su edición de ‘Gran Hermano’, allá por 2002, se hizo más que conocido con sus silbidos y sus "riiila, brrrrna, riiila" llamando a las ovejas desde el jardín de Guadalix de la Sierra.

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