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Los últimos de la escuela de Urriés: "Cerrar y mandarnos internos nos cambió la infancia"

El pequeño municipio zaragozano ha reunido a los alumnos que vivieron la clausura del colegio en 1976, en contra de los deseos de los vecinos, y que aceleró su entrada en la España vaciada. 

Arriba, unos de los últimos alumnos de la escuela de Urriés (Zaragoza) antes de su cierre en 1976. Debajo, foto actual.
Arriba, unos de los últimos alumnos de la escuela de Urriés (Zaragoza) antes de su cierre en 1976. Debajo, foto actual.
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Solo eran unos niños cuando posaron hace casi medio siglo para la fotografía que sin saberlo se iba a convertir en una de las últimas de la escuela de Urriés. Cuando se tomó la instantánea, unos años antes del cierre en 1976, este municipio de la España vaciada, a solo 133 kilómetros de Zaragoza, aún tenía sus calles llenas de vida todo el año, la que daban ellos en cuanto salían de clase. Ahora solo quedan unos 40 habitantes fijos y las voces infantiles se limitan al verano.

A Antonio Marín Gil se le ve posar contento. "Soy el de la izquierda, el que tiene la mano del profesor en el hombro", detalla, consciente de que resulta difícil reconocerlo ya que entonces tenía unos 10 años y ahora 61. Mantiene su sonrisa entre nerviosa y de pillo. "Era de los mayores, de 7º de EGB", recuerda, buscando en su memoria datos sobre la imagen. Le vienen enseguida el nombre de profesores de esos años, "Don Paco y doña Begoña", el maestro para los niños y la maestra para las niñas, como era habitual en aquellos tiempos de segregación. "Había un profesor y solo un libro, la enciclopedia", cuenta sobre el día a día.

Unos de los últimos alumnos de la escuela de Urriés (Zaragoza) antes de su cierre en 1976.
Unos de los últimos alumnos de la escuela de Urriés (Zaragoza) antes de su cierre en 1976. Fila de arriba: Profesor don Agustín, Antonio Marín, Javier Sánchez, Fernando Vinacua, Pablo Tomás Puyo, María Remón, Tere Gil, Rosario Aisa, Madalena Baigorrim profesora doña Begoña. Abajo: José Antonio Primicia, Ignacio Marín, Miguel Ángel Gil, José Mariano Baigorri, Ana Pilar Gil, Begoña Zalba, Mari Carmen Vispo,María José Vispo y Milagros Sánchez Remón.
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Los años felices en el pueblo

Ana Pilar Gil Gil, un apellido que comparten muchos vecinos de Urriés, es prima de Antonio. "Soy la de la horquilla caída", apunta, para ubicarse en la imagen. "Tendría unos cinco años", calcula. "El profesor de la foto es don Agustín, estuvo poco tiempo", puntualiza.

"En el colegio de Urriés era muy feliz, éramos como una familia", evoca sobre la escuela del municipio de la comarca de las Cinco Villas. No le importaba que al ser pocos, apenas una veintena, tuvieran que compartir clase y profesora. "Parece que el hecho de que tengas una profesora para todos los cursos va a ser peor, pero, no. Al mismo tiempo que estabas en clase oías y repasabas lo del año anterior y adelantabas lo del siguiente", pone como ejemplos.

"Vivir mi infancia en el pueblo fue un lujo", añade. Ella es hija única y asegura que nunca echó en falta no tener hermanos, porque sus días transcurrían rodeada de niños. "Siempre estabas en casa de alguna amiga o venían a la tuya". 

Foto de antiguos alumnos de la escuela de Urriés (Zaragoza) cerrada en los años 70.
Recreación de la foto de antiguos alumnos de la escuela de Urriés (Zaragoza) cerrada en los años 70. Faltan los profesores y cuatro de los alumnos, que fueron sustituidos por voluntarios. Antonio Marín es el primero de la izquierda (de pie), Ana Gil ha vuelto a posar con una horquilla medio caída (debajo, de rodillas), junto a Carmen Vispo (segunda por la derecha).
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El pasado 1 de julio se volvieron a juntar delante del antiguo edificio de las últimas escuelas para repetir aquella foto, aunque faltaban cuatro compañeros que no pudieron desplazarse y fueron sustituidos en el posado por voluntarios. La idea surgió en el marco de las VII Jornadas de Urriés en las que el pueblo volvió a los años 70 y revivió cómo fue el cierre de su escuela. En ellas se escenificó una protesta de los vecinos, adaptada a la actualidad, para recordar que los urriesinos hicieron lo que pudieron por impedir el cierre de su colegio. Fue un cambio duro. A muchos les ha perseguido la duda desde entonces de qué hubiera sido de sus vidas y del pueblo si la escuela hubiera seguido en Urriés. 

La marcha a Zaragoza y a Sos

"Cerrar la escuela y mandarnos internos nos cambió la infancia", lamenta Carmen Vispo, otra de las últimas alumnas, que en la foto aparece en el lado de las chicas, abajo, de rodillas, con su flequillo de la época y un jersey con una ralla blanca. El Gobierno, dentro de un plan de concentración educativa, cerró pequeñas escuelas rurales en beneficio de centros más grandes.

Poco imaginaba a sus seis años que se terminaría su rutina de estar "todo el día en la calle". Aún recuerda que en invierno llegaba de la escuela a casa "con sabañones de la nieve, de jugar fuera", pero tan contenta. "Luego hacíamos los deberes, mi madre nos preguntaba la lección y otra vez a la calle o a jugar en casa que somos cuatro hermanos". Todo eso  ya no pudo repetirlo con su marcha interna a Sos del Rey Católico.

 "Recuerdo que nos dijeron que teníamos que ir todos a estudiar a Sos, que allí íbamos a estar internos y que nuestros padres protestaron", señala Ana. Se repartieron los alumnos, como los de muchos pequeños pueblos, entre municipios de mayor tamaño de la comarca y también en la capital aragonesa. 

"Recuerdo que nos dijeron que teníamos que ir todos a estudiar a Sos, que allí íbamos a estar internos y que nuestros padres protestaron"

​"Te sacaban de tu pueblo y te llevaban a un sitio extraño"

​(Ana Gil, alumna)

Le dolió que "te sacaban de tu pueblo y te llevaban a un sitio extraño". Pasaban fuera toda la semana, en una época en la que las comunicaciones eran casi inexistentes. Ella y su amiga Ana coincidieron en Sos. Pese a su corta edad recuerda "coger las maletas el lunes por la mañana y volver el viernes por la tarde" porque aunque estaban apenas a 12 kilómetros, no podían regresar a casa durante la semana. Incluso la hija de la maestra tenía que quedarse interna, a pesar de que su madre podía ir y venir al pueblo, donde residía.

A los pequeños llegar a colegios en edificios que les parecían enormes y en ciudades extrañas les supuso un choque en muchos sentidos. En cada clase había más niños que en toda su escuela. Carmen apunta que en Sos había 100 niños internos de toda la comarca y 100 externos. "Aún tengo el olor del colegio a antiguo, de los suelos de madera", rememora. Ha vuelto en los últimos años porque era un centro de vacunación covid y afirma que volvió a respirar aquel olor.

"Tenías un tiempo para ir a desayunar, lavarte, peinarte, hacerte la cama y subir dos plantas para hacer la cama a los pequeños porque ni siquiera llegaban a la litera donde dormían".

 "Te tocaba hacer de madre"

​(Cristina Vispo, alumna)

Las mayores como ella y Ana se hacían cargo de los más pequeños para ayudarles a hacer la cama o vestirse a las horas marcadas en el internado. Carmen estaba pendiente de sus tres hermanos pequeños. "Te hace madurar", asegura. Todo tenía que estar ordenado, incluso "miraban cómo estaba el armario" y tenían "un tiempo para ir a desayunar, lavarte, peinarte, hacerte la cama y subir dos plantas para hacer la cama a los pequeños porque ni siquiera llegaban a la litera donde dormían", algo que no habían vivido en sus casas. Recuerda también consolarles. "Te tocaba hacer de madre", explica, mientras su madre sufría por no poder ocuparse de ellos.

Antonio recuerda también como traumático el cierre. "Me mandaron interno a los Escolapios a Zaragoza. Solo venía a casa en Semana Santa, Navidad y en verano, como en la mili", recuerda. "Me costó mucho adaptarme", confiesa. En la capital tenía una tía a cuya casa iba los fines de semana. 

Reconocen que también tuvo su lado positivo. Carmen dice que les sirvió "para conocer gente, tener otras experiencias" y es consciente de que al final hubieran tenido que marchase a Zaragoza si querían seguir con sus estudios, pero recalca que hubiera sido una elección, no una imposición y más mayores.

Antonio creó incluso un equipo de fútbol en la capital aragonesa "con 11 jugadores de hijos del pueblo", apunta, que ya tiene 43 años de historia. "Jugamos en Zaragoza y yo soy el presidente" buscando a otros cinco integrantes en la foto.  "Vivíamos en Zaragoza, cada uno en un barrio y nos juntábamos para jugar y almorzar", recuerda

El pueblo se vacía más

Los tres coinciden en que sin escuela, el municipio aceleró su entrada en el mapa de la despoblación. El pueblo había llegado a tener más de 500 habitantes. La marcha de los niños creen que fue otro detonante para perder habitantes, unido a la emigración del campo a la ciudad de esos años en busca de trabajo. La familia de Antonio fue de las que terminó marchándose del pueblo y se hubiera quedado de haber seguido abierto el colegio. Su padre tenía trabajo como guarda forestal, pero pidió el traslado a Zaragoza para seguir a su hijo y cuando se lo dieron dos años después, se fueron. A ellos también les costó un cambio de vida que no habían buscado. Encontraron una vivienda en el barrio de Torrero-La Paz.

"Fue un cambio radical, de estar en el pueblo, que dejabas la puerta abierta a aquí en la ciudad que no conocías a nadie"

​(Antonio Marín, alumno)

"Fue un cambio radical, de estar en el pueblo, que dejabas la puerta abierta a aquí en la ciudad que no conocías a nadie", apunta, sobre todo, por su madre, que a sus 95 años sigue queriendo ir al pueblo, aunque su salud no le permite hacer viajes.

El padre de Ana era pastor y trabajaba en el campo y se quedó en el pueblo. Ella de Sos se marchó a Zaragoza a seguir sus estudios y ahí terminó encontrando trabajo y formando una familia. Ahora sus padres ya no viven pero ella mantiene su casa. "A mis hijos les encanta ir al pueblo", afirma. Ha intentado que vivan en su infancia, aunque sea en verano, lo que ella disfrutó de pequeña. "Mi hijo con cuatro años salía a casa del vecino a buscar a su amigo. Es una libertad impensable en Zaragoza", destaca.

Carmen pertenece a las pocas familias que se quedaron. Cree que habría más gente que "igual se hubiera dedicado a seguir con las tierras de sus padres", pero con las largas separaciones "no les dieron opción a aprender". Asegura que "ninguno de los que nos fuimos a Sos se dedicó al campo".

Los tres han mantenido sus lazos con el municipio. Los padres de Antonio, que nació en Casa La Andresa, la de su abuela, durante muchos años alquilaron una vivienda para ir en vacaciones y luego él compró un adosado a la entrada del pueblo al que va con frecuencia.

Pese a la huella de la despoblación, el pueblo trata de revitalizarse con la llegada de familias jóvenes, como el propio alcalde, Armando Soria (CHA), y los vecinos fijos o de temporada, muy activos en la organización de eventos culturales como las citadas jornadas o de proyectos innovadores como la instalación de autonsumo solar para dar electricidad gratis a los vecinos. No dejan de pensar atractivos para poner a Urriés en el mapa. 

En las últimas elecciones municipales de mayo lucharon por mantener su condición de concejo abierto, uno de los 71 de Aragón, que les permite tomar decisiones en asamblea. Hasta una de sus vecinas centenarias se movilizó para votar y defender su singularidad por su pequeño tamaño. Los vecinos más mayores fueron homenajeados también este año.

El alcalde destacó que las jornadas fueron un "homenaje a las generaciones que tuvieron que salir de Urriés y de tantos otros pueblos por el cierre de las escuelas". En este sentido, el alcalde entiende que "la escuela, el panadero y el bar son los elementos fundamentales para un pueblo". En las jornadas también se premió al panadero que acude en su furgoneta unos días por semana. Participaron muchos vecinos que rebuscaron ropa setentera en sus casas para hacer de extras.

Jornadas culturales en Urriés 2023.
Jornadas culturales en Urriés 2023.
H. A.

"La recreación de la foto fue un momento muy bonito, que vivimos con mucha emoción", cuenta Ana, que formó parte también de la organización. "Estoy deseando jubilarme", afirma, para volver a disfrutar de su pueblo, ya sin obligaciones laborales.

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