Tercer Milenio

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investigación

Olena y Carmen, la ciencia suma sus fuerzas en tiempos de guerra

Investigadores aragoneses han ayudado a una doctora en Ciencias Agrícolas ucraniana a participar a un proyecto del CSIC sobre suelos salinos en Zaragoza.

Olena Drozd y Carmen Castañeda, ayer, en una de las bibliotecas de la Estación Experimental Aula Dei del CSIC en Zaragoza.
Olena Drozd y Carmen Castañeda, ayer, en una de las bibliotecas de la Estación Experimental Aula Dei del CSIC en Zaragoza.
José Miguel Marco

Carmen es su "ángel, su amiga, su madre...". Se nota en la complicidad que comparten, al fin juntas en Zaragoza, tras siete meses remando en un mar de burocracia para 'rescatar' a la investigadora de una Ucrania en guerra. Olena Drozd, doctora en Ciencias Agrícolas, recuerda la "buena vida" que tenía en Kharkiv (Járkov), una "gran ciudad" junto a la frontera rusa, en la que trabajaba en un instituto de investigación científico, ofrecía conferencias e impartía clases en la Universidad, colaboraba en proyectos internacionales.

Nada hacía presagiar que, de la noche a la mañana, se vería obligada a salir corriendo de casa sin coger nada, solo a su familia. "Volver a casa a recoger los documentos era un gran riesgo", recuerda. Esa premura suscitaría más de un quebradero de cabeza al intentar justificar sus méritos para optar a un contrato en España.

Mientras las tropas rusas invadían Ucrania, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) hacía pública una convocatoria para presentar proyectos para que investigadores ucranianos pudieran venir a España. En Zaragoza presentaron varios proyectos y uno de ellos logró financiación, explica Carmen Castañeda, científica titular en el CSIC del departamento de suelo y agua de la Estación Experimental de Aula Dei.

Como no conocían a ningún investigador en Ucrania, lanzaron un llamamiento en la zona. A inicios de marzo, cuando acababa de empezar la guerra, recibieron una carta de Olena Drozd, investigadora cualificada con trabajos realizados sobre suelos salinos.

Cualquier tarea fácil, como conectarse a internet, hacer una fotocopia, es misión imposible en tiempos de guerra. Recuerda Castañeda que fue una "tramitación muy larga". "Tuvimos que preparar muchos documento oficiales, organizarlo todo para cuando Olena pudiera llegar a España", recuerda. Hasta la casa, en una búsqueda que se inició en Zaragoza y de la que iban informando a la científica ucraniana.

A pesar de las múltiples dificultades, Olena fue capaz de arreglárselas ella sola y en un territorio en guerra para sacar adelante la compleja tramitación administrativa y salvar una de las más férrea barreras, la del idioma.

Choca el interés del Gobierno en potenciar la investigación con las incomprensibles trabas que, según señalan, se encuentran los científicos de fuera que intentan participar en proyectos en España. Olena Drozd explica que al cumplimentar la documentación para optar específicamente a una plaza, la información figuraba solo en castellano. Y si en Kharkiv era difícil disponer de electricidad e internet, no digamos encontrar ucranianos capaces de comprender castellano.

Castañeda piensa que es una "gran barrera" para atraer a gente de fuera. "No es igual en otros países. No es comprensible", señala.

Siete meses después de iniciar los trámites, llegó el momento de poner rumbo a España, y el viaje fue muy largo y muy duro. Y todo corría a cuenta de Olena, que viajaba con su hijo, de 12 años. "Todo estaba destruido. Salimos de Kharkiv en tren y, al llegar a Varsovia (Polonia), volamos a Milán y, desde allí, a Zaragoza", relata. Todo en casi cuatro días de viaje, que vivían con inquietud los investigadores aragoneses que la estaban esperando.

Durante dos años trabajará en la Estación Experimental Aula Dei. Aunque no aparta su mirada de Ucrania. "Todos los días intento hablar con mis familiares, consulto información sobre mi país. Me preocupa. Es una situación incomprensible. Teníamos una vida feliz y queremos volver a tenerla. ¿Cuántos años nos llevará? Puede que muchos. En el Donbás, por ejemplo", lamenta. Se siente integrada en Zaragoza: "Todos son muy amables. Ayudan mucho. Las únicas diferencias con Ucrania son el idioma, la arquitectura y que está todo cerrado los domingos", bromea.

Se siente Olena Drozd muy agradecida de la oportunidad que se ofrece a los investigadores de seguir con su carrera. "En situaciones de guerra no tenemos la posibilidad de seguir con los trabajos de campo, hay territorios que están ocupados. A veces, ni siquiera se puede mantener la parte teórica porque no hay ni internet ni luz. Aquí puedo seguir investigando suelos afectados por salinidad, aunque son de otro tipo, y es muy imperante para mí como experta en este campo".

Insiste en la necesidad de que el mundo científico esté más conectado. "Los investigadores ucranianos han estado especialmente activos en los últimos cinco años buscando colaboraciones. Para nosotros, es más fácil hacerlo en Polonia, Alemania o Hungría porque España, Portugal y Francia están más cerrados", reconoce. Además, chocan con incomprensibles barreras idiomáticas que alejan de España el talento investigador extranjero.

En el CSIC en Zaragoza trabaja otra investigadora ucraniana y esperan a uno más. Tres de los 40 científicos ucranianos 'rescatados' a nivel nacional llegaron a la Comunidad. Fruto del empeño y buen hacer de los científicos aragoneses.

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