aragón

Los daños que se ven (y los que no) una semana después del incendio en el Moncayo: "Esto es desolador"

Heraldo.es habla con residentes en la pedanía del Santuario, los últimos en volver a su casa de los ocho pueblos desalojados tras el inicio del fuego en Añón de Moncayo; con un agricultor de El Buste que se quedó a contener el fuego, y con vecinos de Vera, donde se han visto afectadas varias casas.

Hablan los afectados por el incendio del Moncayo.
Hablan los afectados por el incendio del Moncayo.
Francisco Jiménez

Una semana después del incendio que se inició en el municipio zaragozano de Añón de Moncayo, según las primeras investigaciones oficiales posiblemente originado en una torre eléctrica, aunque la causa todavía se desconoce, los vecinos de los pueblos desalojados se encuentran valorando los daños que causó el fuego. A simple vista los que más se ven son los que han arrasado cultivos y transformado el paisaje. Hay también otros que se van descubriendo en viviendas e infraestructuras.

Tuvieron que dejar sus casas unas 1.500 personas de ocho poblaciones. Además del citado municipio, salieron de Vera de Moncayo, Alcalá de Moncayo, Ambel, Bulbuente, Trasmoz, Talamantes, la urbanización Cumbres del Moncayo, El Buste y la pedanía del Santuario de la Misericordia, en la localidad de Borja. Los residente de esta última fueron los últimos en regresar y a su vuelta han visto ennegrecido parte del pulmón verde que los rodea.

"La casa estaba rodeada por el fuego, la salvaron los bomberos". Raquel Coscolla, propietaria de una casa rural próxima al Santuario  

"Espero que el monte se regenere pronto porque ahora da pena", cuenta Raquel Coscolla, que tiene una casa rural en la zona del Santuario con vistas a los antes verdes montes de pinares y carrascas y que se encontraba también residiendo en una segunda vivienda en el mismo inmueble. "La casa estaba rodeada por el fuego, la salvaron los bomberos", agradece sobre la labor de todos los cuerpos que participaron en la extinción del fuego, mientras mira cómo parte de la valla de la finca desapareció y se quemaron las copas de algunos de sus pinos. Las vistas desde su casa rural, Garnacha de Borja y el apartamento Ecce Homo, en honor al atractivo cultural de la localidad, muestran ahora un paisaje de tonos verdes, marrones y negros, repartidos según el rastro irregular que dejó el fuego a su paso, por su gran velocidad y virulencia.

Tuvo que desalojar a sus inquilinos y cancelar las reservas de la pasada semana, pero estas volverán y afirma que no ha tenido más cancelaciones. Abrió en 2019, pero con la pandemia de covid, hasta el año pasado no pudo arrancar. Espera que la gente siga acudiendo por la "tranquilidad" que buscan sus clientes, también extranjeros.

Así es como han quedado las zonas afectadas por los incendios en la Comarca del Moncayo pasados unos días

Piden perímetros de seguridad

Pinares completos que rodean las viviendas están quemados, reflejando la altura que alcanzaron  las llamas. Estas dañaron algunas fachadas y jardines, explica Alfonso Rivera, presidente de la asociación de vecinos de la pedanía. "Nos ha costado volver más que a otros vecinos porque teníamos mucho daño en la red de baja tensión", recuerda. Espera que lo ocurrido sirva para mejorar las instalaciones eléctricas públicas, actualizar las de abastecimiento de agua que se ha visto que eran obsoletas y se regenere el paisaje con un plan de reforestación por círculos que llegue a parques, jardines y el entorno. "Hay que realizar perímetros de seguridad porque vivimos dentro de un pinar", pide. En este sentido, entiende que "no podemos tener parcelas en zona urbana con masa vegetal descontrolada".

Tiene 47 años y lleva toda la vida pasando largas temporadas en el barrio del santuario. "Mis dos hijos son la cuarta generación", cuenta. Sus recuerdos de la niñez y la infancia están entre el laberinto de calles, casas y paseos naturales entre los pinos. Ver ahora la capa de ceniza y los tonos negros y grises donde antes había verde "te afecta hasta psicológicamente. Esto es desolador", confiesa.

"Esto es más que una zona de segundas residencias". María López, vecina de la pedanía del Santuario de la Misericordia

"Esto es más que una zona de segundas residencias", añade María López, otra de las vecinas que pasa todo el verano y fines de semana desde niña. Recuerda que hay residentes jubilados que están de mayo a octubre. Confiesa que viendo las imágenes que le llegaban al móvil la primera noche del incendio llegó a pensar "que se quemaba también el santuario y desaparecía como casco urbano". Espera que se pueda recuperar el "pulmón" que supone la zona para la comarca y que no afecte al turismo. El Parque Natural del Moncayo se ha salvado y "el ecce homo está intacto", recuerda sobre la famosa pintura, un atractivo de  la zona desde que se diera a conocer su fallida restauración hace ahora diez años. Apunta que en estos días tras el incendio ha observado un nuevo tipo de visitante. "He visto gente que ha subido a curiosear", afirma.

Una semana después del incendio en el Santuario de Borja, Vera de Moncayo y El Buste.
Ana María de Jesús, campista del Ecocamping de Borja.
Francisco Jiménez
"El fuego se quedó a un metro de la tienda de campaña". Ana María de Jesús, campista de Ecocamping de Borja 

En el Ecocamping del santuario algunos campistas que llegaban este fin de semana no sabían que había habido un incendio. La llamas rodearon el perímetro del establecimiento municipal, pero no afectó a las instalaciones interiores, por lo que reabrió y sigue acogiendo nuevos usuarios. Los que ya estaban instalados han vivido el impacto del cambio de paisaje. "El fuego se quedó a un metro de la tienda campaña", cuenta Ana María de Jesús, que había acudido a modo de retiro para estar en contacto con la naturaleza y dedicarse a pintar y hacer fotografía, dos de sus pasiones. No estaba el día del incendio. "Tengo un reportaje con fotos preciosas de cómo estaba antes", cuenta, que ahora puede compararlas con el después.

Este domingo acude a la feria de artesanía de Borja a llevarlas, junto a sus coloridos cuadros inspirados por la "magia" que ha encontrado en este lugar y en su gente. Ahora, desde su parcela ve los restos del tronco de un árbol calcinado y el paisaje que se ha teñido de tonos oscuros. Todavía no sabe si seguirá o no en el camping porque reconoce que ha sido todo un "impacto" la transformación del lugar tras el fuego.

Una semana después del incendio en el Santuario de Borja, Vera de Moncayo y El Buste.
José Antonio Domínguez, junto a unos de sus almendros alcanzados por el fuego en El Buste.
Francisco Jiménez
"Si nos llegamos a ir todos cuando nos desalojaron, se quema el pueblo entero". José Antonio Domínguez, agricultor de El Buste  

En la plaza del Santuario todavía quedaban colgados este viernes banderines porque se celebraban las fiestas patronales del puente de agosto cuando se declaró el incendio. Las mismas tiras con papeles de colores se pueden ver en el cercano El Buste, cuyo camino de unos pocos kilómetros se ha convertido en un paisaje calcinado con negros pinos y suelos de ceniza. José Antonio Domínguez, joven agricultor de 34 años del pequeño municipio, recorre los caminos para ver los daños que causó el fuego en sus almendros, que todavía se encuentra valorando Agroseguro en toda la zona afectada. Cuando llegó el aviso de desalojo el pueblo bullía de animación con los visitantes de la época de verano, en su mayoría disfrutando en el encierro. "El alcalde paró las vacas a las 19.30. Se veía que venía muy rápido", recuerda. A partir de allí la movilización de otros agricultores como él y voluntarios fue inmediata. "En pocos minutos los que teníamos tractores estábamos en la entrada del pueblo", cuenta sobre lo ocurrido el sábado 13 de agosto. Se sumó maquinaria de una empresa de retroexcavadoras del pueblo. "Subieron también con tractores agricultores de Tarazona", añade.

Alrededor de una veintena de personas formaban esta cuadrilla antiincendios improvisada y todos se negaron a abandonar el pueblo. "Si nos llegamos a ir todos cuando nos desalojaron se quema el pueblo entero", asegura. A medida que fueron llegando los efectivos de Protección Civil, la UME y de las brigadas de la DGA fueron trabajando con ellos. Empezó una noche intensa de lucha contra las llamas. "Casi dos días sin dormir, solo con alguna cabezada encima del tractor", recuerda. Iban comiendo "lo que había en las peñas", recuerda, y el bar dejó algo de bebida. El fuego no llegó a las casas, pero se quedó muy cerca, en las rocas de la entrada, La Tellana, que sirve de zona de práctica de escalada. 

Su reclamación es la de muchos agricultores estos días, en su caso también como responsable comarcal de la zona de UAGA: que se deje limpiar el monte. Ahora son muchas las limitaciones por las normativas medioambientales de protección de la naturaleza. "No se puede tocar nada del monte", se queja, e insiste en que es necesario limpiarlo y contar con más cortafuegos, como los que tuvieron que hacer esa noche labrando cultivos.

Pedro Gil y Juan Miguel Gabete, en Vera de Moncayo.
Pedro Gil y Juan Miguel Gabete, en Vera de Moncayo.
Francisco Jiménez
"De 48 olivos me ha quedado 1". Juan Miguel Gabete, agricultor de Vera del Moncayo

"Antes dejaban quemar ribazos y campos y ahora no dejan nada", se lamenta también en Vera de Moncayo Juan Miguel Gabete, de 58 años, que cultiva olivos pero para producir aceite para su consumo. "De 48 olivos me ha quedado uno", confiesa, paseando frente al Monasterio de Veruela. Mira hacia Añón de Moncayo, de donde vino el fuego, y ve impactado cómo "se ha quemado todo el monte". Recorre también algunas casas de temporada de la zona a las que alcanzó el fuego de lleno. "No pensaba que iba a llegar al pueblo", reconoce, cuando salió al ser desalojado de camino a Tudela donde vive su pareja. 

El rastro negro del fuego se puede ver en los muros exteriores del monasterio, aunque este no ha quedado afectado, y recibe visitantes desde el pasado miércoles. El restaurante situado frente al emblemático monumento ha corrido peor suerte con la terraza convertida en un amasijo de sillas de plástico derretidas y la estructura caída. En la misma zona tres casas fueron también pasto de las llamas, sin que hubiera que lamentar daños personales porque ya se había producido el desalojo. "Se cebó con la casa y entró centro", cuenta un familiar de uno de los dueños de una vivienda, que acude con un electricista a ver los daños. El chalet llevaba más de 30 años en pie y ahora temen que quedará "siniestro total" porque aunque sigue levantada la fachada ha afectado al forjado y la instalación. Peor suerte ha corrido otra cercana construida en madera, de la que resulta imposible imaginar cómo era entre el amasijo de hierros, piedras y otros materiales.

Una semana después del incendio en el Santuario de Borja, Vera de Moncayo y El Buste.
Restos de una vivienda calcinada por el incendio en Vera de Moncayo.
Francisco Jiménez

Pedro Gil, de 64 años, pasa con su furgoneta por la zona. Tiene varios campos de almendros y calcula que ha perdido unos 1.200 árboles. De los que se han quemado en parte "no sabemos si moverán", reconoce. Su mujer es de Tabuenca y se encontraba allí el día del incendio. "A las 18.00 ya estaba aquí, pero fue visto y no visto, te rodeaban las llamas", relata. "El viento fue lo peor", reconoce y afirma que nunca había conocido algo así. Se une a la petición de que se deje limpiar el monte y que se cuide la agricultura porque "no va a haber alimentos para comer como se ponga el clima mal. Si no cambia el tiempo, desapareceremos", augura.

Otro vecino pasa con su coche y pregunta si quedan setas por el monte. Juan Miguel le responde que sí. "Ayer cogí", asegura, mostrando unas fotos en el móvil. Una prueba de que la vida sigue brotando a pesar de la voracidad del fuego.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión