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Ocho maravillas naturales de Teruel
Es la provincia menos habitada de Aragón y también la más desconocida por los propios aragoneses. Merece la pena descubrir sus monumentos naturales.

Teruel existe y brilla por sí solo. Es la provincia menos habitada de Aragón y también la más desconocida por los propios aragoneses. La mayoría de los turistas que la visitan son de la Comunidad Valenciana o de Cataluña, especialmente en las zonas limítrofes con dichas comunidades. En cambio, en Teruel están siete de los 13 pueblos aragoneses catalogados como más bonitos de España. En lo que a naturaleza se refiere, superar al Pirineo oscense es complicado, pero la riqueza natural no solo está en las montañas. En la provincia más al sur de Aragón hay al menos ocho maravillas naturales que merece la pena descubrir.

La sima de San Pedro, en Oliete
Situada en la localidad turolense de Oliete, la sima de San Pedro es única en Europa por sus dimensiones y su valor geológico. Es de origen kárstico y tiene 80 metros de diámetro y 86 de profundidad, más los 22 de su lago interior. La formación es un oasis en medio de la sierra de Arcos y en su interior, con ecosistema propio, habitan más de 25 especies de vertebrados, predominando las colonias de murciélagos. Para llegar hasta la sima hay que coger una pista que sale desde la carretera A-1401, que une Ariño con Oliete. Es un tramo de 2,5 kilómetros que se puede realizar tanto en coche como andando.

Los órganos de Montoro, en el Maestrazgo
Los órganos de Montoro es una formación rocosa cuyo nombre radica en su forma, que parece los tubos de los órganos antiguos. Este capricho geológico se encuentra entre las localidades turolenses de Ejulve y Villarluengo y son un conjunto de agujas calcáreas de más de 200 metros de altura adosadas al monte. Para obtener las mejores vistas de esta maravilla natural, se recomienda detenerse en la carretera que circula entre los dos municipios citados, en el collado de Casa Mazuelos. En este punto, además, hay paneles interpretativos sobre el origen de esta peculiar formación.

Los pinares de Rodeno, en la Sierra de Albarracín
Su color característico delata a este paraje, catalogado como Paisaje Protegido en la comarca de Albarracín. Se trata de los pinares de Rodeno, donde se combina el verde de los pinos resineros, que brotan del rojizo de la arenisca. Con una superficie de casi 7.000 metros cuadrados, este espacio se extiende por los términos municipales de Albarracín, Bezas y Gea de Albarracín.

El Parrizal de Beceite
La ruta del Parrizal, en Beceite, es una de las más populares de Aragón. Tanto que en los últimos años se controla el aforo y hay que pagar para acceder y dejar el coche en el aparcamiento. Las aguas cristalinas del río Matarraña dejan ver el fondo desde las pasarelas que recorren todo el cauce. En total, es un recorrido de unos seis kilómetros de ida y vuelta remontando un río que, recién nacido, se abre paso entre las paredes de roca de estos estrechos donde viven cabras montesas, recelosas de su privacidad.

Las grutas de cristal de Molinos
Catalogadas como Monumento Natural, las grutas de cristal, en Molinos, consisten en una compleja red de pequeñas salas unidas mediante cortas galerías llenas de estalagmitas y estalactitas. Esta singular cavidad del Maestrazgo se descubrió en 1961 y, actualmente, para preservar su estado de conservación, solo se puede acceder al interior con visita guiada. El precio es de 9 euros y son todos los viernes, sábados y domingos cada hora de 10.30 a 12.30 y de 16.30 a 18.30. La entrada también sirve para el museo donde se encuentran los restos del homínido más antiguo de Aragón, con una edad estimada de 25.000 años. Su enterramiento se halló en este lugar por lo que se le conoce como el Hombre de Molinos.
Los ríos de piedra de Orihuela del Tremedal

Aunque lo habitual es asociar la palabra río al agua, en Orihuela del Tremedal también los hay de piedra. En la comarca de Albarracín se esconde esta otra maravilla natural, singular en Aragón. Se trata de un gran río de bloques de rocas surgido a raíz de la acción del agua helada en las grietas de la piedra. Se prolonga durante más de dos kilómetros y medio y su anchura es de 200 metros. Recorrerlo es todo un reto que obliga al caminante a no alzar demasiado la vista, por eso también merece la pena contemplar este paisaje desde la lejanía.

Los amanaderos de Riodeva
El barranco de Amanaderos, en el término municipal de Riodeva, es un enclave de espectaculares cascadas que, en primavera, tras las nieves y precipitaciones del invierno, luce en todo su esplendor por la cantidad de agua que brota de ellas. Este paisaje fluvial de la comarca Comunidad de Teruel tiene una orografía singular a 40 minutos de la capital turolense. Entre las cascadas de este paraje destacan el salto de las Yeguas, con 22 metros de caída, la de las Ninfas (24 metros), o la caída de San Lorenzo, la más alta, con 48 metros.
El puente de Fonseca, en Castellote

Declarado Monumento Natural, el puente de Fonseca, en el Parque Cultural del Maestrazgo, es la octava maravilla de esta lista de enclaves naturales que merece la pena conocer en Teruel. Situado en el término de Castellote, este paraje se extiende a lo largo de 249 hectáreas y, entre sus relieves y cortados calcáreos destaca el puente natural de roca tobácea. Su formación es fruto de la erosión del agua, que ha horadado la roca durante siglos dando lugar a un curioso túnel. En su interior se crea un microclima con un ecosistema de musgos y helechos que crecen junto al agua cristalina. Todo un remanso de paz en medio de un estrecho desfiladero.
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