guerra rusia-ucrania

"He venido a la frontera de Ucrania con medicamentos y regresaré con una familia que busca su futuro en España"

El trabajador del Museo Arqueológico de Huesca Pedro Val ha cogido unos días de sus vacaciones para hacerse miles de kilómetros en coche con la intención de ayudar a los que huyen de la barbarie de Putin.

Pedro Val junto a Sasha, la joven ucraniana que llevó hasta Cracovia.
Pedro Val junto a Sasha, la joven ucraniana que llevó hasta Cracovia.
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El Museo Arqueológico de Huesca lo forman dos edificios: el principal se instaló en la antigua Universidad Sertoriana, con ocho salas de exposición permanente, y un segundo que alberga las exposiciones temporales y otras actividades culturales. Allá trabaja Pedro Val, oscense de 55 años de edad, que el pasado domingo 13 cogió su viejo Renault Laguna familiar (que lleva casi 400.000 kilómetros entre parachoques y tubo de escape, acondicionado por sus amigos del taller La Figuera) y puso proa al este de Polonia, en la frontera con Ucrania, con una sola meta: echar una mano a los ciudadanos ucranianos que huyen de su país tras la agresión del ejercito ruso, que ya dura tres semanas por el empeño criminal de Vladimir Putin.

"Estuve en la concentración de apoyo al pueblo ucraniano en Huesca -cuenta Pedro desde la localidad polaca de Medyka, a apenas dos kilómetros de la divisoria con Ucrania- y me tocó la conciencia. Por la noche, en casa, pensé que no me podía quedar quieto, que no bastaba con un gesto, quería actuar. Pensé en venir a ayudar in situ, de manera coordinada, porque estaba claro que las oenegés andaban desbordadas y cualquier ayuda podía ser bienvenida. Hay una caravana increíble de salida de Ucrania, cuando llegas aquí y la ves no te lo puedes creer, aunque las hayas visto en las noticias”.

Pedro habló con sus compañeros de trabajo y se la arregló para coger unos días libres a cuenta de sus vacaciones. “Yo trabajo en el Museo Arqueológico de Huesca; el jefe me concedió esos días, hablé con la familia y colectamos un poco de dinero para los gastos del viaje; no es el mejor momento para coger carretera, tal y como está el precio de la gasolina, pero sí me parecía el momento de moverme y ayudar”.

El oscense salió el domingo 13 de marzo a las 5.00 y se hizo 1.500 kilómetros en el día, con las paradas mínimas para echar un tentempié y reposar. “Paré en Alemania, en Sinsheim, y dormí en un hotel cerca de Nurburgring, del circuito; había un museo de automoción ahí mismo, que tenía una equipación de Valentino Rossi. Al día siguiente ya llegué a Lublin, en el este de Polonia, donde contacté con Santiago Sánchez, a quién probablemente conocéis: interrumpió hace dos semanas un viaje que tenía para llegar andando a Dubai en diciembre y se vino aquí como voluntario para sacar personas de Ucrania y prestar su ayuda en los campamentos provisionales que asisten a personas que huyen de la guerra. Habíamos contactado con Instagram, yo me había ofrecido”.

A la izquierda, Santiago Sánchez, voluntario en la frontera de Polonia con Ucrania. A la derecha, una familia de refugiados.
A la izquierda, Santiago Sánchez, voluntario en la frontera de Polonia con Ucrania. A la derecha, una familia de refugiados.
Pedro Val

Pedro llevó a la frontera medicamentos y material sanitario donado por tres farmacias oscenses: Central, Heras y Altemir. “Caco y sus trabajadores, Carmen y Alberto se han volcado; he dejado sus donaciones en el hospital infantil de Lublin, donde se está atendiendo a muchos ucranianos que salen de su país. Una vez aquí, han surgido varias tareas. He llevado desde Medyka hasta Cracovia a Sasha, una chica ucraniana que había cruzado la frontera andando y tiene ayuda de una amiga en esta ciudad polaca. De ahí quiere llegar a Suiza primero y a la Costa Brava después, donde también cuenta con gente que puede ayudarla. Ha sido reconfortante escucharle; me ha dicho que quiere ser música, le he puesto grupos españoles y le ha gustado mucho Radio Futura”.

El trabajador del Museo de Huesca quiere hacer hincapié en las muestras de solidaridad que llegan desde España. “Hay mucha gente a título individual, un grupo de Murcia que vino a ofrecer casa y trabajo… llegó por aquí un autobús fletado por el R.C.D. Español, con 3.000 kilos de material de ayuda humanitaria y unos agentes de lo0s Mossos y la policía local de Barcelona en el viaje. He oído que también venía un bus de Teruel. Y por cierto, mis respetos para los polacos, se están volcando; han quitado peajes, incluso”.

Retorno programado

Este viernes, en principio, Pedro tiene pensado emprender el viaje de regreso. No volverá solo. “Voy a llevar a un grupo de dos adultos, una niña y un bebé hasta Huesca desde Varsovia, en un tema de reagrupación familiar; estoy en contacto con Yuliya Gayevska, que colabora con la Asociación Ucraniana de Residentes en Aragón, ella vive en Grañén. Santiago llevó a gente a Varsovia hace unos días días; tiene un contacto en Ucrania al que le da su ubicación, y ya ha hecho más de un viaje. Este martes hemos ido Santiago y yo a Wroclaw, cerca de Alemania, para llevar hasta allá a nueve personas llegadas de Ucrania andando que seguirán viaje con otra gente de Barcelona a partir de allá. Ya llevo 4.000 kilómetros en apenas cuatro días de viaje”.

El oscense revela un peligro en el territorio fronterizo ucraniano del que ha sido testigo indirecto, y que no se ha aireado tanto a la opinión pública. “En la guerra no gana nadie, y cuando se huye de ella, hay consecuencias muy duras. Aquí ves una cara y sabes si pertenece a un ucraniano, tienen la tristeza en el rostro. El problema no acaba al salir de Ucrania, en la frontera han desaparecido niños, en un campamento de refugiados muy cerca de Lublin hubo un caso el otro día de tres niños extraviados y hay miedo de que las mafias de trata de personas estén intentando aprovechar la coyuntura”.

Pedro también ha llevado pañales y productos higiene aportados por sus compañeros de trabajo y amigas de su hermana Arancha. “También conté con el apoyo de otro amigo para la logística del viaje. La experiencia es tremenda, la verdad es que te cambia las perspectivas; he venido a la frontera de Ucrania con medicamentos y regresaré con una familia que busca su futuro en España. Ya me ocurrió con el Camino de Santiago, el espíritu solidario y la gente que te vas encontrando, pero obviamente esto es tremendo, va más allá. Lo que ha pasado esta gente no podemos ni imaginarlo quienes disfrutamos de una vida tranquila en un lugar en paz. Ver la cara de un peque cuando le regalas un peluche, o la de sus padres cuando les pagas una compra en el supermercado… eso no tiene precio. Tenemos que compartir nuestra suerte”.

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