guerra ucrania

Viaje a por refugiados: "Vuelves contento porque has podido ayudar, pero te quedas con sabor agridulce porque dejas a mucha gente"

Mónica Chups ha sido una de las integrantes de la caravana pilotada por el empresario zaragozano Egoitz Aguirre, que ha traído a España una treintena de refugiados ucranianos de Polonia en cinco furgonetas.

Egoitz Aguirre (centro) con Mónica Chups, José Antonio Sierra y Goyo Lapiedra con dos familias ucranianas.
Egoitz Aguirre (centro) con Mónica Chups, José Antonio Sierra (delante) y Goyo Lapiedra, junto a dos de las  familias ucranianas que han traído desde Polonia.
HA

El zaragozano Egoitz Aguirre ha apagado este lunes una horas el móvil para tratar de recuperarse de las 60 que ha pasado al volante de una furgoneta desde que el pasado jueves saliera de Zaragoza a Polonia en un convoy formado con otros cuatro vehículos, con nueve conductores voluntarios que, como él, han viajado movidos por la ilusión de ayudar a los refugiados de la guerra iniciada por Rusia en Ucrania. Su viaje ha tenido un final feliz este domingo por la noche y han regresado con 30 personas, mujeres y niños, que han recogido en la ciudad polaca de Cracovia y han llevado a Barcelona, Reus, Maella  y la capital aragonesa.

"Vuelves contento porque has podido ayudar, pero te quedas con sabor agridulce porque dejas a mucha gente", ha reconocido Mónica Chups, integrante de la caravana solidaria y trabajadora de AMG Retail, la empresa del impulsor, que sufragaba el coste del viaje, desde el pago de la gasolina al alojamiento de la parada a la vuelta y el alquiler de tres vehículos. Uno lo aportó aportó Oksana Jantya, una ucraniana vecina del Actur que se sumó al convoy, y otra el zaragozano Goyo Lapiedra, otro de los conductores y que viajó con su furgoneta.

5.000 kilómetros y dos viajeras imprevistas

Mónica no ha conseguido recuperar aún las horas de sueño. El grupo de voluntarios que han compartido los 5.000 kilómetros de ida y vuelta se completó a través del boca a boca y las redes sociales. El jueves partían llenos de entusiasmo a un viaje que no olvidarán. Las largas horas de carretera han sido duras, pero no han tenido ningún percance. Mónica recuerda como uno de los momentos más duros cuando llegaron a un pabellón a dejar la ayuda humanitaria recogida mediante donaciones que llenaba sus furgonetas y vieron que allí era donde vivían también varias decenas de refugiados. Pese a la buena organización "cuando lo vi se me cayó el alma a los pies. Han perdido todo. Allí las horas tienen que ser eternas", rememora. Le llamó la atención "el silencio" y un niño que jugaba solo.

Sin embargo, les recibieron ofreciéndoles chocolate y con una sonrisa. "No era justo ponernos a llorar delante de ellos cuando lo que hacen es sonreír", dice, y confiesa que se salió a la calle a llorar. Otro momento difícil fue cuando una  mujer de unos 30 años y su madre se acercaron al grupo español a pedirles que las llevaran. "No teníamos sitio", cuenta, ya que habían contactado previamente con organizaciones de ayuda a refugiados y tenían las plazas justas. Finalmente otros dos se echaron atrás porque habían encontrado otro transporte para marcharse, volvieron a buscarlas y vinieron a Zaragoza. 

"Tienen miedo porque no saben quién eres, por qué vas, de dónde"
Oksana Bereza y Jesús Martín, con el grupo de familias ucranianas y de acogida.
Oksana Bereza y Jesús Martín (a la derecha), con el grupo de familias ucranianas y de acogida.
HA

En su viaje comprobaron que la ayuda llega a los refugiados. "Ropa tienen mucha. Lo que más necesitan son medicamentos y mantas", recuerda. Al principio, confiesa que algunas de las personas que tenían que volver con ellos estaban "muy asustadas" y desconfiaban. Oksana Bereza, otra de las conductoras voluntarias, era una de las dos ucranianas residentes en Zaragoza que se sumaron al viaje solidario. Contar con dos personas que conocieran el idioma fue importante para tranquilizar a los refugiados. Oksana habla ruso, polaco y ucraniano. Ella tenía claro que tenía que ayudar a su país. "Cuando vine a España hace 24 años me ayudaron mucho, y siempre digo que la ayuda hay que devolverla multiplicada", cuenta al hablar de estos cuatro días que tampoco olvidará. "Es mucho más fácil con alguien que hable tu idioma. Tienen miedo porque no saben quién eres, por qué vas, de dónde", reconoce. Temen que alguien quiera aprovecharse de la situación. Se ha empezado a alertar sobre la aparición de mafias de trata de personas.

Centro de acogida y estación de tren

Como Mónica, confiesa que se derrumbó en el centro de acogida de Cracovia. Allí vio cómo una joven de 18 años prefería quedarse por no abandonar a su perro, y se iba a separar de su madre y su hermano pequeño. Ella fue luego con Jesús Martín, otro zaragozano y copiloto en su furgoneta, a la estación de tren donde les esperaba una familia. Destaca que "está llena de voluntarios", de jóvenes polacos que asisten a los ucranianos que esperan en los andenes. "Los jóvenes se ponen el chaleco de voluntario y se dedican a cuidar niños o acompañar a mayores para que no se pierdan", recuerda sobre la colaboración del país vecino, el que está acogiendo el mayor número de refugiados. 

El cansancio del viaje no le quita energía para planificar otro, aunque si puede ser, con menos horas de carretera. "Era bonito cuando íbamos por la carretera adelantamos un convoy también con ayuda de Portugal y otro de Francia y nos pitábamos", recuerda sobre la vuelta. En la nueva etapa de sus compatriotas en España asegura que "es imposible no adaptarse. La calidad de vida que tenemos en España es envidiable. Yo me siento superprivilegiada".

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión