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"El buen tiempo puede frenar la covid si no hay nuevas cepas y la inmunidad es efectiva"

Tras dos años de pandemia, los expertos siguen discutiendo si el virus se convertirá en estacional, como el de la gripe, y será mucho más activo en invierno que en verano.

Las mascarillas han dejado de ser imprescindibles en lugar al aire libre.
Las mascarillas han dejado de ser imprescindibles en lugar al aire libre.
E. Press

Fue el expresidente estadounidense Donald Trump el que dijo hace ya dos años que el calor y el buen tiempo acabarían con el coronavirus. Justo aquel verano se intensificaron los contagios y surgieron nuevas cepas y rebrotes: en Aragón, sin ir más lejos, la incidencia se disparó con la llegada de los temporeros en el entorno de Fraga y hubo que luchar a brazo partido para doblegar aquella curva. Ahora, con la mayor parte de la población vacunada, ¿es posible que el buen tiempo sí facilite un mayor control de la covid? ¿Qué panorama espera en un verano que se presume sin excesivas restricciones?

Desde que se desató la pandemia, los científicos han estudiado en profundidad si la covid puede tener una estacionalidad, como la gripe o la mayoría de virus respiratorios, que los fortalece en las época de mayor frío y los aletarga en verano. El análisis sobre el comportamiento del coronavirus en diferentes situaciones climáticas, no obstante, todavía se lleva a cabo con más incertidumbres que certezas porque pueden aparecer variantes nuevas y porque la inmunidad que se está generando tampoco es aún todo lo estable ni duradera que sería deseable.

"La covid se volverá estacional, pero esto no funciona de un día para otro, ni siquiera de un año para otro", explica el epidemiólogo Nacho de Blas, que recuerda que la incidencia sigue siendo alta y que pueden aparecer nuevas variantes que “se salten la inmunidad, incluso con serotipos distintos”. “Si al verano se llegara con inmunidad alta y no hubiera aparición de nuevas variantes, se podría vislumbrar un proceso estacional que consistiría en atravesar los meses estivales con bajas incidencias y con nuevas subidas en octubre o noviembre, en lo que sería un canal endémico típico”, dice De Blas. No obstante, esas condiciones no se dan en la actualidad porque sigue habiendo algunos picos en verano y siempre es posible que irrumpan nuevas variantes. “No está claro que vaya a haber variantes cada vez más leves. Hemos visto cómo a la Delta la superó la ómicron y la BA2 también es más agresiva. Más transmisibles es difícil que surjan porque poco margen les queda: estamos en niveles de transmisión similares al sarampión, lo que es una barbaridad”, añade el experto.

"La inmensa mayoría de coronavirus humanos son procesos que se circunscriben al invierno"

La Organización Mundial de la Salud y el Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades, aún conscientes de que el verano puede frenar la propagación, prefieren ser cautas y aseguran que, al no conocer en profundidad aún cómo afectan los cambios de estación al virus, es necesario “continuar con las medidas de profilaxis”, esto es, las mascarillas en interiores y el distanciamiento social. La OMS, a través de Michael Ryan, del Programa de Emergencias Sanitarias, pide que no se cree una “falsa sensación de seguridad” en los meses estivales, porque se ha monotorizado el comportamiento del virus durante la pandemia y puede suceder como hace doce años con la Gripe A, que se inició en primavera y se mantuvo todo el verano.

¿Qué explicaciones científicas tendría el cambio de comportamiento del virus en función de la temperatura ambiental? Hasta la fecha se han completado estudios de lo más diversos: desde los que señalan que son las condiciones de humedad las que facilitan que se transmita el virus a los que indican que la radiación solar ultravioleta lo debilita, por lo que resiste menos tiempo al aire en verano. Juan Antonio Abascal, microbiólogo y especialista en Medicina Preventiva, apunta al "calor seco" como una traba para su propagación, si bien advierte también que "eso no quiere decir que se elimine por completo". No obstante, al ser un virus que se propaga por el aire lo que sí es una evidencia es que “en invierno los ciudadanos pasan más tiempo en lugares cerrados, lo que favorece los contagios”.

¿Acabarán con el las altas temperaturas? El especialista en medicina preventiva, Juan Antonio Abascal, despeja algunas dudas sobre el coronavirus y la llegada del bueno tiempo.

Los virólogos que relacionan la temperatura ambiental con la vida activa del virus inciden en que eso no implica que la subida de temperaturas pueda barrer la covid de un plumazo. De hecho, en el interior del cuerpo humano infectado la fiebre por sí sola no lo desactiva y, echando la vista atrás en gráficas y hemerotecas, se comprueba que ha habido rebrotes en verano y que estos son independientes de las olas de calor que, por ejemplo, el año pasado llevaron a superar varios días seguidos los 35 grados en Andalucía o Baleares. Otra derivada es que la covid también ha hecho estragos en países cálidos como Brasil o Irán y que la mayor estabilidad del tiempo atmosférico puede resulta perjudicial para algunas enfermedades. 

Así, Jorge Olcina, presidente de la Asociación Española de Geografía y experto en Climatología, supedita a la existencia de una inmunidad generalizada y efectiva la caída de contagios y la posibilidad de que la covid se vuelva estacional. Catorce meses después de los primeros procesos de vacunación, aún hay que superar otro problema añadido como es el de la corta duración de la inmunidad: apenas seis u ocho meses tras el pinchazo. “Ahora estamos en una situación rara: en invierno con inmunidad de verano y con situaciones en las que se dan recaídas y reinfecciones imprevistas”, comentan los expertos.

“Todavía hay un riesgo importante porque la inmunidad cae rápido, sobre todo, en las personas mayores”, explica Nacho De Blas, que teme que en primavera pueda volver a darse un incremento de mortalidad de las personas de más de 75 años. “Ya dicen que la tercera dosis protege, como máximo, cuatro meses en los casos más graves y eso es preocupante porque seguimos en altas incidencias y si el virus volviera a entrar en las residencias de mayores podría castigarles mucho”.

El epidemiólogo, no obstante, sí cree que a futuro, en tres o cuatro años, “combinando el buen tiempo con una baja incidencia a nivel mundial podríamos estar tranquilos. La inmensa mayoría de coronavirus humanos (229E + NL63 + OC43 + HKU1 ) son procesos invernales y eso nos permitirá pasar unos veranos plácidos cuando tengamos más inmunidad no solo individual sino de rebaño”.

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