Familia Ferrer Magdalena: cuando la pandemia les arrebató el beso de buenas noches

José Luis Ferrer, Yolanda Magdalena y su hija Violeta, vecinos del barrio de La Almozara, reconocen que la pandemia les ha unido más que nunca.

Cuando les preguntas sobre cómo han vivido este año tan bizarro, lo primero que aparece en sus rostros es una amplia sonrisa. Obviamente, la pandemia también ha sido dura en este hogar zaragozano de 60 metros cuadrados ubicado en el zaragozano barrio de La Almozara. Sin embargo, asomados a las ventanas del salón, compartiendo vermús y meriendas con los vecinos y tocando la guitarra, esta familia zaragozana ha logrado que la crisis sanitaria fuera… menos crítica.

"Teníamos una bolsa con una cuerda atada en el asa. Así nos intercambiábamos bizcochos, montaditos, bebidas… cada domingo teníamos vermú y nosotros nos encargábamos de ambientar las sesiones", rememora José Luis Ferrer (59). Funcionario de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), también es un gran amante de la música, pasión a la cual da forma gracias a su guitarra. En el salón se encuentra el instrumento, apoyado en la pared. En la misma funda, en un bolsillo, hay un puñado de partituras y letras de canciones que le pasa a su hija, Violeta (20), estudiante de producción audiovisual. "Llevamos aquí más de 30 años y no hemos dejado de sorprendernos con la gente. A raíz de la pandemia descubrimos que muchos de nuestros vecinos vivían solos y ni siquiera lo sabíamos", añade el padre.

Era aquí, en esta dependencia, en la que pasaron más tiempo durante el inicio de la crisis sanitaria. "Viendo la tele -sobre todo series-, leyendo algún libro, cantando o haciendo videollamadas a la familia, pero, sobre todo, asomados a la ventana con nuestros vecinos", puntualiza Yolanda Magdalena (56), administrativo del Banco de Sangre. También aprovecharon para dar una nueva mano de pintura a su hogar y hacer "pequeñas chapuzas que ya hacían falta". "¡Si hasta ordenamos el trastero!", afirma.

"Fueron momentos de psicosis. Íbamos con mascarillas, guantes de látex y con la sensación de que el virus te podía asaltar en cualquier momento"
Foto de la familia Ferrer Magdalena, en su piso del barrio de La Almozara de Zaragoza
Foto de la familia Ferrer Magdalena, en su piso del barrio de La Almozara de Zaragoza
FRANCISCO JIMENEZ

En su caso, la zaragozana recuerda como si fuera ayer los primeros traslados al trabajo en aquel marzo de 2020. "El día 15, primer día tras la declaración del estado de alarma, recuerdo las calles completamente vacías. No podía creerme nada. Primero iba andando hasta allí por miedo, más de media hora; luego empecé a coger el autobús cuando podía, porque hubo momentos de aforos de 3 o 4 personas", explica.

"Fueron momentos de psicosis. Íbamos con mascarillas, guantes de látex y con la sensación de que el virus te podía asaltar en cualquier momento", admite. De hecho, reconoce que, al llegar a casa, se descalzaba, dejaba los zapatos fuera y se quitaba la ropa para ponerla a lavar cada día. Lugares comunes en muchos hogares españoles que surgían del miedo, del desconocimiento y, sobre todo, del hecho de enfrentarse a un enemigo invisible como éste: "¿Cómo una cosa tan pequeña no podía cambiar así la vida?".

En el caso de José Luis, se ofreció voluntario para trabajar de manera presencial en las oficinas de la CHE desde el principio, se requería personal para trabajo administrativo. "Había compañeros que lo llevaban peor que yo y, sinceramente, estar encerrado en casa era algo que me resultaba demasiado angustioso. Necesitaba salir", explica.

Para Violeta, que se autodefine como una joven muy casera, el trance fue menor. "Estuve 52 días sin salir de casa. Creo que jamás había pasado tanto tiempo encerrada en el mismo sitio", bromea. Aunque tampoco hubo tiempo de aburrirse: entre las clases del grado superior, a adaptación al mundo telemático y las clases ‘online’, las prácticas y numerosos trabajos y la rutina deportiva que se marcó, la cual hacía en su habitación, asegura que no dio abasto. "También me dio por la repostería", afirma.

Foto de la familia Ferrer Magdalena, en su piso del barrio de La Almozara de Zaragoza
Foto de la familia Ferrer Magdalena, en su piso del barrio de La Almozara de Zaragoza
FRANCISCO JIMENEZ

Volver a encontrarse con los tuyos

Aunque, sin lugar a dudas, se queda con el tiempo que ha podido pasar en familia. "Con la vida que llevamos hoy en día, con tanto estrés, trabajos, responsabilidades, viajes, amigos… me he dado cuenta de que no estaba con mis padres tanto como debería. En el fondo ha sido muy bonito", reconoce la joven. Sin embargo, esta familia también ha vivido momentos muy complicados, como el fallecimiento de la abuela materna en febrero de 2020, un poco antes del inicio de la crisis sanitaria. "Fue mi primera Navidad sin ella, sin poder celebrarlo con la familia -son más de 20 miembros- y echando mucho en falta muchas cosas. Fueron momentos muy difíciles para todos", admite Violeta.

"Siento que la pandemia nos ha quitado muchas cosas. Solo tengo ganas de que se acabe ya"

"Siento que la pandemia nos ha quitado muchas cosas. Solo tengo ganas de que se acabe ya", explica Yolanda, emocionada. Entre otras, el beso de buenas noches que cada día les daba Violeta antes de irse a la cama. Lleva 14 meses sin dárselo: "Por si acaso".

Foto de la familia Ferrer Magdalena, en su piso del barrio de La Almozara de Zaragoza
Foto de la familia Ferrer Magdalena, en su piso del barrio de La Almozara de Zaragoza
FRANCISCO JIMENEZ

El año en el que todo fue al revés

José Luis y Yolanda llegaron al barrio en 1995, primero ella, quien lo compró para vivir cerca de su madre. En 1996 se conocieron y dos años después se casaron. En 2000 llegó su hija. "Siempre habíamos pensado que el piso era pequeño, pero la verdad es que lo tenemos muy bien organizado", admite Yolanda. Sin embargo, con el tiempo decidieron adquirir una segunda residencia en Campo, en la comarca de la Ribagorza"Es un lugar que nos da la vida".

Una pena que, durante el 2020, la pandemia haya provocado que muchos aragoneses se hayan visto obligados a obviar la existencia de estas segundas residencias, una de las medidas más controvertidas y que mayor revuelo ocasionó a lo largo del año. "Este año lo hemos vivido todo al revés. El 12 de octubre, que siempre pasábamos la ofrenda, nos fuimos al pueblo; mientras que fueron nuestras primeras navidades aquí debido a las restricciones", explica la madre.

"Siento que, en cierto sentido, la pandemia ha cambiado nuestras prioridades en la vida pero no los principios que nos mueven", reflexiona José Luis que, aunque apenado por no recibir el beso de buenas noches de su hija, siempre le recuerda la misma frase: "La vida es un camino constante y es necesario mirar en cinco sentidos: adelante, hacia el futuro; detrás, sin perder de vista los orígenes; a ambos lados, para saber quién te acompaña; al suelo, para nos pisar a nadie y arriba, porque siempre hay alguien que te cuida acompaña".

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