medio ambiente

¿Cuál es el futuro de los parques urbanos? El complejo equilibrio entre praderas y asfalto

Las reformas de Torre Ramona o los cambios en la plaza de los Sitios en Zaragoza abren el debate sobre cómo debe ser un "modelo de gestión integrado" de las zonas verdes del futuro.

Una imagen del plan de estrategia de las infraestructuras verdes de Zaragoza.
Una imagen del plan de estrategia de las infraestructuras verdes de Zaragoza.
Heraldo

No es lo mismo un jardín versallesco que una asilvestrada campiña inglesa. Tampoco la zona de huertas de Las Fuentes que la dura y plomiza plaza del Pilar. Urbanistas y paisajistas no siempre han ido de la mano y eso se percibe en las zonas verdes de las ciudad, que pueden resultar armoniosas o parecer diseñadas por el enemigo.

Los parques no son ajenos a las modas. “Han ido evolucionado a lo largo de la historia y adaptándose en cada momento al uso que eran destinados”, apunta el técnico José Elías Bonells, en su ponencia ‘Planteamientos para los parques del siglo XXI’. Tan pegadas están las zonas verdes a los usos y costumbres de los ciudadanos que, por ejemplo, cuando surgió el fenómeno del botellón muchas ciudades optaron por recortar estos espacios abiertos y -otro botón de muestra- cuando aumentó la preocupación por el clima la tendencia fue la de plantar árboles como si no hubiera una mañana. ¿En qué momento nos encontramos? ¿Pueden estos reductos naturales urbanos no depender de modas ni de agendas políticas?

En Zaragoza acaba de reformarse el parque de Torre Ramona. El pulmón verde de Las Fuentes se ha sometido a un intensísimo lavado de cara y tras un año de obras y un millón de euros invertido reabrió el pasado fin de semana. Los vecinos dan un aprobado alto a la reforma, pero sí achacan que en algunas zonas hay más asfalto que praderas. “Es verdad que Torre Ramona tiene muchos desniveles y supongo que habrán considerado que es la mejor forma de quitar escaleras, pasarelas y otras barreras arquitectónicas”, comentan los residentes del entorno. El parque está situado en una cota inferior a las calles adyacentes y, efectivamente, las obras buscaban favorecer su comunicación con el viario exterior. También se ha renovado la red de saneamiento y parece haberse obrado el milagro, pues se ha acabado con una de las fuentes -convertida en todo un símbolo- que antaño estaba permanentemente encharcada porque no conectaba a ningún desagüe.

La polémica sobre las reformas que ‘endurecen’ los parques también se dio hace una década con los cambios que experimentó el Bruil, donde se llegó a cubrir con adoquines la tradicional pradera en la que se hacía la hoguera de San Juan. Entienden los urbanistas que no es plato de gusto cambiar la hierba por la piedra pero, en ocasiones, no queda más remedio. Cuentan que esta tendencia, hoy ya denostada, comenzó a utilizarse en la Barcelona preolímpica (el ejemplo es la Estación de Sants), donde abundan las plazas “vanguardistas”, de gran “calidad de diseño”, pero no dejan de ser una sucesión de losas de cemento poco frecuentadas y sin resguardo alguno que proteja del sol. Su única ventaja es que “soportan mejor el desgaste” y su mantenimiento no supone un lastre para un erario permanentemente en crisis. Poco después surgió la moda contraria, que pasaba por urbanizar con pavimentos blandos (la fiebre de las tarimas de madera) algunas zonas de esparcimiento como sucedió con el extinto plan E en la ribera del Ebro.

Zaragoza cuenta con la friolera de 50 millones de metros cuadrados de espacios verdes municipales o lo que es lo mismo -parece que todo ha de medirse en campos de fútbol- unas 1.300 ‘Romaredas’. Esto vienen a ser unos 69 m² de verde por habitante, incluidas las riberas, los espacios protegidos, las zonas de sotos y los 90 parques propiamente urbanos (solo con ellos sería de 14 m²/hab).

"Es momento de atender la biodiversidad 
y no de construir espacios estereotipados"

“Hay que cambiar la visión de los parques y jardines como sistemas aislados y entenderlos como un conjunto interconectado, como una red cuyas dinámicas están potenciadas por la biodiversidad”, explica la concejal de Servicios Público Natalia Chueca. El pasado viernes se publicaron los nuevos pliegos del servicio que, precisamente, pretenden poder llevar a cabo un tipo de gestión integrada de la infraestructura verde. Entre los objetivos de la nueva estrategia figura “naturalizar los espacios verdes urbanos” y “favorecer sus procesos naturales, incluso con la entrada espontánea de flora y fauna”. Apuestan desde el Ayuntamiento por “ir en consonancia con la biodiversidad de Zaragoza” y no seguir con la construcción de espacios estereotipados. Esto implicaría ver los suelos, caso por caso, para conocer su naturaleza y dar mayor protagonismo al arbolado y a las composiciones vegetales. Oportunidades de disfrutar de estas mejoras, más respetuosas con el medio ambiente, va a haber muchas pues quedan en la ciudad espacios que podrían correr mejor suerte (véase los solares del Caixaforum o el entorno de la estación Delicias), así como proyectos ilusionantes, como es el de los depósitos de Pignatelli.

¿Qué otros planteamientos se valoran a la hora de crear nuevos espacios verdes? Los paisajistas apuestan por evitar las tipologías de jardines que exijan un gran consumo de recursos (la xerojardinería sigue al alza) y por potenciar el uso de plantas autóctonas. Asimismo, Elías Bonells cita la necesidad de “crear una trama verde integral intercomunicada entre sí”, que viene a ser el propósito con el que en Zaragoza se comenzaron a señalizar (con carteles de círculos) la ruta de los parques de la capital. Por descontado, las áreas verdes también deben ser espacios de esparcimiento y ocio para los ciudadanos y, en este sentido, han sido muy celebrados los nuevos montículos de hierba de la plaza de los Sitios que invitan al paseo y al descanso.

Imagen cenital del parque construido sobre vías en Nueva York.
Imagen cenital del parque construido sobre vías en Nueva York.
Dsrny.com

La arquitecta Naira Gallardo cita un par de lectura recomendadas para quienes quieran profundizar en la importancia de los espacios públicos verdes como “configuradores de la ciudad”. “Jane Jacobs es pionera en este aspecto y su libro ‘Muerte y vida en las grandes ciudades’ parece ahora de lectura obligada para las nuevas generaciones. En el capítulo 5 se habla de cómo recuperar y reconvertir en parques lugares públicos marginales”, comenta. Otra referencia es la de Izaskun Chinchilla, que en su ‘La ciudad y los cuidados’, “habla sobre espacios libres delimitados”, si bien Gallardo es partidaria también de que los nuevos parques incluyan puntos de reciclaje, tomas de energía, espacios creativos…

En esta ansia integradora, los urbanistas instan a “proteger, restaurar y conservar” el legados de cada espacio, incluso teniendo en cuenta qué albergaban los solares anteriormente. En este sentido, la web de “paisajes transversales” de Diller y Scofidio muestran un buen montón de ejemplos de cómo reverdecer espacios condenados al olvido. Uno de los proyectos más interesantes es el parque lineal elevado neoyorquino que sigue las vías de un antiguo tren, pero también más cerca, en Barakaldo, está el parque que diseñó hace unos años el arquitecto Eduardo Arroyo y que ha sido una influencia para muchos estudiantes de másteres de paisajismo.

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