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El 'rey' o el 'tonto del haba', la suerte roscón

La tradición de incluir un haba en el roscón se remonta a la época romana, aunque también se cultivó entre la realeza francesa.

Dos pequeños roscones individuales de los que preparan en Pinilla.
Dos pequeños roscones individuales de los que preparan en Pinilla.
Heraldo.es

Redonda forma, esponjoso bollo y dulce remate de azúcar o con fruta escarchada. Lo del relleno, a gusto del comensal. Los roscones de Reyes coronan la Navidad. Es uno de los primeros postres que se degustan cada enero -turrones al margen- y se pone en la mesa varias veces a lo largo del año, por ejemplo, para la festividad de San Valero.

El antropólogo, historiador y lingüista Julio Caro Baroja, en su obra 'El carnaval', relató la antigua costumbre de introducir en el interior del dulce esta legumbre similar a la alubia y también un regalo. Decía que uno de los catadores era premiado con el obsequio y, por tanto, coronado, mientras que quien encontraba el haba en su trozo debía pagar el roscón. La tradición mutó en la expresión 'tontolaba', apócope de 'tonto del haba'. La costumbre de "la faba" -como se le denomina en algunos puntos de la Aragón- desapareció en muchos obradores, encontrando solo la figurita en los roscones.

Encontrar el haba no siempre es sinónimo de mala suerte, al menos en algunos convites franceses, en zonas navarras o para los lamineros de la antigua Roma. De hecho, uno de los supuestos del origen de esta tradición se sitúa en un rito pagano que se celebraba bajo el dominio del imperio romano, con unas tortas redondas que contenían un haba en su interior, para así festejar los saturnales y dar la bienvenida a los días el solsticio de invierno. "Los romanos, por las candelas de enero, se intercambiaban regalos para presagiar acontecimientos favorables, y comían unas tortas en forma de rosca en las que introducían un haba seca, que concedía privilegios al que la encontraba", se leyó en las páginas de HERALDO en noviembre de 1983. Esos postres estaban elaborados a base de higos, miel y dátiles, que compartían los plebeyos y los esclavos.

La tradición del haba en Francia camina sobre varios supuestos. Uno de ellos dice que en la mesa real francesa quien la encontraba en su bocado era nombrado rey y tenía el privilegio de ser servido por el monarca. Por otro lado, la tradición también señala la enfermedad de un religioso como el detonante para poner el haba en los roscones. "Un canónigo enfermo lo encargó a su pastelero. Reunió a seis amigos y cada uno comió un trozo. El séptimo lo bendijo y se lo dieron al enfermo, en él habían metido una haba como si fuera una sorpresa para estimular al canónigo", reprodujo HERALDO hace unos años. Otras fuentes apuntan que la distinción del haba se traducía en el título "roi de la fêbe", que recaía en el niño más pobre de la ciudad y así recibía regalos de la comunidad.

No siempre era con el más pobre de la ciudad. "Esta costumbre de elegir un rey el día de la Epifanía o de los Santos Inocentes se practicaba entre los niños cantores de las catedrales medievales, como hemos visto, pero también en las Cortes regias de aquella misma época y en muchos pueblos y aldeas. Para ello se recurría a veces a la faba del roscón, pero también a las cartas o a otro tipo de designación por suerte", se expone en el libro sobre la Navidad de la Colección CAI100 sobre la historia de Aragón.

En la misma publicación se desprende que en la Comunidad esa costumbre también se desarrollaba, tal y como evidencia un documento de 1745. "El obispo de Teruel prohibía unos bailes nocturnos llamados 'reynados', en el transcurso de los cuales, a modo de juego, se elegían rey y reina entre los mozos y mozas", concretan. Un evento que el obispo tachaba de "burla".

En Navarra, la tradición del haba se mantenía en algunas localidades, como Sangüesa. En enero de 1968 se publicó en las páginas de este diario una información que explicaba que la fiesta del Rey de la Faba era "un divertimento cortesano" que cada 6 de enero repetían los reyes de Navarra, algo similar al relato francés. "Una fiesta poética e infantil, donde se daba paso a las ilusiones", se añadía en las líneas.

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