125 historias de HERALDO de aragón

Cien años aprendiendo jotas

La jota, joya del floclore aragonés, tiene un origen popular, pero su andadura a lo largo de los año la ha aupado a los escenarios.

Enseñando la jota en los años 30
Enseñando la jota en los años 30
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Jotero internacionalmente reconocido, Miguel Ángel Berna ha llevado nuestro baile regional por todo el planeta a lo largo de su dilatada carrera profesional. Además, es profesor de baile de la Escuela Municipal de Jota. Para él, la enseñanza de la jota, a lo largo de este siglo, no ha cambiado tanto, lo que sí se ha modificado es el lugar que ocupa en la realidad de los aragoneses.

"Antes la jota era algo natural, que se bailaba en cualquier fiesta o celebración y que se enseñaba de generación en generación. Los hijos la aprendían de sus padres", explica el artista. Para Berna es triste que ahora solo se pueda ver bailar y cantar la jota en los escenarios: "Es un espectáculo muy bonito, con trajes muy vistosos, pero no se puede disfrutar de ella en la calle", añade. "Lo que enseñamos ahora a nuestros alumnos, ellos no lo van a bailar con sus amigos porque hoy nos da vergüenza bailar y cantar la jota en la calle. Ahora hacemos coreografías muy técnicas en el escenario", asegura el bailarín.

Andrés Ruiz Castillo, hace cien años, ya avisaba de la importancia que empezaban a tener las escuelas de jota en un momento en el que el baile y el canto ya no se aprendían por imitación en casa. Por eso es tan importante la labor de los profesores y de las academias que mantienen viva la conexión del floclore aragonés con los habitantes de esta tierra. Así lo narraba el periodista en las páginas del HERALDO del 29 de mayo de 1932.

"La Academia Oficial de Jota de Zaragoza realiza una interesante labor para conservar la pureza del canto y baile". Titulaba Ruiz Castillo su artículo sobre la fundación de la Academia Oficial de Jota de Zaragoza, una idea del jotero Cecilio Navarro que buscaba divulgar la jota "que se halla en trance de perder su sentido tradicional y castizo", según explicaba el periodista, quien añadió que "la indiferencia con la que miramos todo lo nuestro (es) un mal endémico de los aragoneses". El autor del texto criticaba el "perjuicio social de clase" que pesaba sobre la jota en los años 30 quejándose de que "solo en Aragón se da el caso de que haya sectores que no sientan el orgullo de saber bailar y cantar la jota". 

La academia dirigida por el jotero Cecilio Navarro fue la primera iniciativa sólida que trató de unificar y estandarizar la forma de enseñar la jota. Los profesores de canto y baile eran Cecilio, su hija Consuelo y Gregorio García, que era el director de la rondalla. Esta Academia Oficial de Jota agrió el ya abierto enfrentamiento entre dos gigantes de la Jota: Cecilio Navarro y Miguel Asso que pugnaban por llevarse el mérito de la idea y de la subvención municipal y que se plasmó en varias cartas con acusaciones mutuas que fueron también publicadas en HERALDO DE ARAGÓN y que desterraron el ‘oficial’ del nombre de la academia. Nada más terminar la Guerra Civil otra iniciativa se puso en marcha: la Escuela Municipal de Jota de Zaragoza cuya primera profesora fue la famosa Pascuala Perié.

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