125 historias de heraldo de aragón

Atracos de sangriento recuerdo

La crónica negra de Zaragoza incluye varios crímenes que tuvieron su origen en un simple robo. Vidas sesgadas por unos pocos billetes.

El crimen de la joven Isabel Miranda Rojas, la estanquera de la Magdalena, en abril de 1932, causó una gran conmoción en Zaragoza
El crimen de la joven Isabel Miranda Rojas, la estanquera de la Magdalena, en abril de 1932, causó una gran conmoción en Zaragoza
HERALDO

Cuesta dar sentido o justificación a cualquier muerte violenta. Pero el esfuerzo se hace incluso mayor cuando la razón que lleva a una persona a segar la vida de otra es un puñado de billetes.  No estaba planificado, pero a uno de los delincuentes le costó poco apretar el gatillo de su pistola cuando oyóPoco más podían obtener los tres atracadores que el 17 de abril de 1932 se plantaron en la expendeduría de tabaco de La Magdalena que regentaba la tía de Isabel Miranda Rojas, de 24 años. gritar a la joven. Y como le sucedió aquella funesta tarde a la estanquera, el afán de unos delincuentes -habituales o de nuevo cuño- por hacerse con un exiguo o modesto botín le ha terminado costando después también la vida a otros. Así lo contó HERALDO

"Eran poco más de las diez de la noche del domingo, cuando las personas encargadas del estanco número 19, establecido en el número 137 del Coso, en las inmediaciones de la plaza de la Magdalena, se disponían a cerrar la puerta que comunica con la calle". De esta manera iniciaba su crónica el redactor que en la edición del 19 de abril de 1932 del periódico daba cuenta del "salvaje y cobarde" asesinato de la joven Isabel Miranda Rojas, de 24 años. La víctima vivía con su tía y la ayudaba a despachar en el negocio. Aquella aciaga tarde, "Isabelita" se encontraba en la calle cuando oyó pedir socorro a la anciana. Dos atracadores se habían colado en el estanco y le exigían pistola en mano la recaudación. "La señorita secundó los gritos de auxilio que exclamaba su tía, y entonces, un tercer atracador, que protegía la retirada, disparó. La infortunada señorita se desplomó, apenas con vida", contaba el cronista. Entre las muchas personas congregadas en el lugar, "don Rafael Lafarga López, domiciliado en la avenida de Hernán Cortés, quien tomó en sus brazos a la desventurada muchacha y la condujo rápidamente a la Casa de Socorro". Nada se pudo hacer por la vida de la joven, a la que hallaron "un orificio de entrada entre la novena y décima vértebra dorsal". El vil asesinato -"uno de los más odiosos que lleva a su cuenta el bandolerismo que se ha adueñado de las ciudades"- causó un enorme dolor.

La crónica negra de Zaragoza incluye varios crímenes que tuvieron su origen en un simple robo. Uno de los últimos en incluir su nombre en esta triste lista fue el camionero portugués José Manuel Domingues (42 años), al que un par de jóvenes asaltaron por la espalda y mataron literalmente a golpes, con sendas barras de hierro, para arrebatarle los 3.000 euros que había ganado en una tarde de fortuna en las tragaperras. Los hechos, en los que también resultó herido de gravedad el transportista que le acompañaba, se produjeron la madrugada del 11 de abril de 2014 junto al centro comercial Plaza Imperial. Por el asesinato se condenó a dos jóvenes vecinos de La Almunia -Noé Arteaga y Alberto Rus- a penas que sumaban 46 años de prisión.

La capital de Valdejalón fue también escenario de un atraco mortal el 21 de marzo de 2007, fecha en la que Nicolae Viorel Muresan cercenó la vida del joyero Juan Carlos Lafuente Callejero (43 años). El pistolero y su cómplice ya se habían apoderado del botín cuando obligaron a la víctima a tenderse en el suelo para efectuarle un disparo a cañón tocante que le partió el corazón. Costó dar con los asesinos, pero acabaron sentados en el banquillo por esta vil acción. Y aunque aseguraron que nunca habían estado en La Almunia, el reconocimiento "sin ninguna duda" de un testigo les costó un total de 41 años de cárcel.

Mejor suerte corrió el hombre al que detuvieron y juzgaron por el crimen del bar Europa (ubicado en el paseo de María Agustín), del que fue víctima su propietario, Roberto Corella, al que mataron de un disparo durante el atraco perpetrado la noche del 12 de enero de 1998. Era la primera vez que se recurría a un jurado popular en Zaragoza para dictar veredicto. Y lo cierto es que la absolución del acusado (por siete votos a dos) no estuvo exenta de polémica.

Afortunadamente, la capital aragonesa no arrastra tantas muertes violentas como otras ciudades españolas de similar tamaño. Sin embargo, hay zarpazos que nunca se olvidan.

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