Donar sangre, un gesto con décadas de tradición

Este domingo se celebra el Día Mundial del Donante de Sangre. En Aragón, el banco dio sus primeros pasos en 2006, aunque en el siglo XX ya existían unidades de transfusión.

Este domingo se celebra el Día Mundial de la Donación de Sangre, una jornada para reivindicar la labor de instituciones como el Banco de Sangre de Aragón.

De media, entre 180 y 230 personas se tumban cada día en una camilla del Banco de Sangre de Aragón, en Zaragoza, para donar. Ese gesto altruista garantiza el suministro de sangre en hospitales, tanto de forma programada como de urgencia. Una actuación que se reivindica y se promueve con más empeño cada 14 de junio, el Día Mundial de la Donación de Sangre.

Tras la extracción en el Banco, el donante guarda el reposo recomendado y su sangre continúa el proceso. Los tubos siguen una ruta y las unidades otra, pero ambas emparejadas con su numeración. En primer lugar, las cuatro muestras se analizan en un laboratorio al día siguiente de la donación, proceso que a las 15.00 está completado. Unas grandes máquinas –la última llegó al banco hace menos de un mes- constatan que se carece de enfermedades infecciosas, se identifican anticuerpos y se someten a PCR. "Esta prueba es automatizada desde finales de los 90 o principios de los 2000, en 1985 era más manual", recuerda José María Domingo, director técnico del Banco de Sangre y Tejidos de Aragón. La información se almacena y los tubos se desechan, excepto unas pequeñas muestras que permanecen congeladas durante varios años.

El rastro de la sangre prosigue en el piso inferior del edificio. Ese es el lugar donde las bolsas de sangre se someten a un centrifugado y el contenido se divide en los diferentes componentes. Es decir, en plasma, concentrado de hematíes, una unidad interna de plaquetas (IPU) y un concentrado de leucocitos que se destina, si se solicita, para investigación. "La sangre se estratifica, quedando los glóbulos rojos en la parte inferior, encima de ellos la capa leucoplaquetar, que contiene los leucocitos y plaquetas; y en la parte superior, el plasma, que no tiene células", explican desde el Banco, una institución fundada en 2006 y bajo la dirección gerente de Carmen Garcés.

"Este proceso ha ido evolucionando a lo largo de los años. Anteriormente se separaban solo en dos, en hematíes y en plasma. Ese plasma se volvía a centrifugar para obtener a su vez el concentrado de plaquetas", rememora el director técnico.

En las cámaras que se descubre en los bajos este edificio de la calle de Ramón Salanova de la capital aragonesa se almacenan las reservas. A menos varios grados bajo cero, dependiendo de qué se trata, las bolsas se guardan en estanterías. Una estampa similar a la de una caja fuerte, por aspecto y por lo valioso de lo que se custodia en su interior. Unos 3 años es el periodo que se conserva el plasma congelado –de cada cinco donaciones se consigue una unidad-, 42 días los concentrados de glóbulos rojos y 5 los de plaquetas.

"A veces también se trasladaba a los donantes al frente, con el correspondiente peligro que eso conllevaba"

Este depósito no era posible en tiempos pasados, cuando existía el peligro de que la sangre se coagulase antes de ser suministrada a los pacientes. Este contratiempo ya preocupaba en 1864 cuando se desarrolló una tubuladora de caucho, un invento francés que pretendía salvar la coagulación. Las publicaciones antiguas y las fotografías históricas atestiguan que en la Primera Guerra Mundial se creó el primer depósito de sangre y que en la época de la Guerra Civil, entre 1936 y 1939, ya existía una red de transfusiones en España. "A veces también se trasladaba a los donantes al frente, con el correspondiente peligro que eso conllevaba", apunta Domingo. El director técnico del Banco también explica que los avances en cuestión de donación siempre se han intensificado en época de guerras, como la contienda española de los años treinta o las dos mundiales.

La evolución en el proceso de donación se pueden ver en un par de vitrinas del centro. La sangre se recogía en botellas de cristal, en lugar de bolsas como en la actualidad. Jeringuillas de Tzanck, gomas, gasas y cajas metálicas completan el legado de lo que fue la extracción de sangre hace unas décadas. "Esto es un Joubelet, se conectaba al paciente con el donante y a través de esa manivela se realizaba la transfusión en el momento", sostienen estos profesionales, que todavía recuerdan cómo era el trabajo antes cuando ven en el expositor el suavizante de agujas o el hervidor.

Algunos de estos recursos se pueden ver en un reportaje del fondo fotográfico de la Biblioteca Nacional de España fechado en Zaragoza el 25 de octubre de 1938. En un sobre bajo la inscripción "Equipo nº10 del Servicio de Trasfusión de Sangre" se guardan dieciocho fotografías que ayudan a dibujar cómo era el proceso en la primera mitad del siglo XX. Las instantáneas están selladas por el Ministerio del Interior, por la sección técnica. Neveras, envases, el laboratorio donde los médicos investigan con el microscopio o enfermeras realizando la extracción son algunas de las escenas que se muestran.

También una furgoneta frigorífica para los frentes, un remolque frigorífico con todo el equipo completo o un camión también frigorífico. Unos vehículos que se pueden comparar con los que a día de hoy realizan las rutas de donación. Los actuales están aparcados en las inmediaciones del Banco de Sangre y Tejidos de Aragón, dispuestos para completar un servicio, ya que la disponibilidad de esta unidad es continua, las 24 horas los 365 días del año. De ahí que siempre se recurra a la misma máxima: "La donación de sangre es siempre necesaria".

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