covid-19

El virus encuentra tierra fértil

Fraga, que suma ya una veintena de casos entre temporeros, lucha por frenar la expansión del coronavirus. El hacinamiento y la temporalidad dificultan el control del brote.

Salia Kone, de Mali, recoge nectarinas en una finca de Ballobar.
Salia Kone, de Mali, recoge nectarinas en una finca de Ballobar.
Rafael Gobantes

Fraga es estos días un hervidero. La fruta, que no entiende de desescaladas, tiene sus propias fases y ya ha entrado en temporada alta, por lo que la ciudad y toda la comarca del Bajo Cinca son un constante ir y venir de trabajadores, tractores y camiones repletos de buen producto. Es lo habitual en esta época, pero este año con el ingrediente extraordinario del coronavirus, que todo lo condiciona.

Cuando la fruta se empieza a poner colorada, los temporeros llegan a orillas del Cinca, y lo hacen por miles. Pese al estado de alarma, solo a esta comarca han entrado entre 8.000 y 10.000, se calcula. A pesar del miedo que existía entre los empresarios a que no hubiera trabajadores suficientes, de momento no han faltado manos para recoger la fruta. Este año, y ante la imposibilidad de vender en la calle, manteros de lugares como Madrid, Barcelona o Zaragoza han llegado hasta aquí para trabajar.

"Es una temporada complicada, atípica y de muchos nervios. Hay gente que ya está deseando que acabe para cambiar de cultivo", señala Óscar Moret, de la Unión de Agricultores y Ganaderos de Aragón (Uaga). Esta primavera, no solo las pedregadas quitan el sueño a los agricultores. También lo hace el coronavirus, que ha encontrado en las malas condiciones de vida de algunos trabajadores del campo un terreno fértil para expandirse. Tanto en Aragón como en el resto de comunidades autónomas.

Las dificultades para dar un alojamiento digno a semejante volumen de población de paso no son nuevas. Las imágenes de asentamientos y de infravivienda se repiten año tras año, pero esta campaña tienen el agravante del virus, que encuentra en los espacios estrechos y poco salubres el hábitat perfecto para desarrollarse y moverse.

De momento, solo en Fraga se han confirmado 19 casos positivos entre temporeros. Un brote que las autoridades sanitarias, el Ayuntamiento, la comarca y las entidades sociales luchan con fuerza por controlar. Todos coinciden en el diagnóstico: "Es muy complicado". Afortunadamente, en general son casos leves, ya que estos trabajadores son jóvenes y fuertes. Pero, aún así, hay que controlarlos para evitar que el virus se desboque.

Y no es fácil. "Los rastreadores que tenemos han ido a domicilios donde teóricamente vivían cinco, pero se han encontrado con que viven once. Con tanta gente en un piso con un baño, una cocina y el mismo horario de comidas, el aislamiento social es imposible", señala María Pilar Albás, coordinadora de enfermería del centro de salud de Fraga.

"Con tanta gente en un piso con un baño, una cocina y el mismo horario de comidas, el aislamiento social es imposible"

Por eso, el Ayuntamiento ha preparado el pabellón Cortes de Aragón para temporeros con Covid-19. Allí pasan la cuarentena de forma voluntaria, tras un intenso trabajo de concienciación por parte de los mediadores y los servicios sociales. Es la manera de tenerlos controlados y evitar que se propague el virus.

En ocasiones, el seguimiento telefónico ha detectado personas enfermas que en vez de estar en casa estaban trabajando en el campo, e incluso otros que directamente se marcharon a otra finca en otra localidad. "Estar sin trabajar supone no cobrar o cobrar menos, en caso de que puedan tener la baja; y eso significa no poder mandar dinero a sus familias en África", añade Albás.

El pasado mes de abril, un juez de lo contencioso ordenó desmantelar una vivienda de Ballobar en la que un empresario tenía hacinados a 29 temporeros en una casa de dos plantas de 80 metros cuadrados. Su alcaldesa, Esther Saló, dice que casos como este son "la excepción". Ella tiene campos y actualmente cuenta con ocho trabajadores. Los conoce bien y es consciente de que son "grupos cerrados", personas que "se relacionan mucho entre ellos" y que "si coge uno el virus, lo van a coger todos".

La semana pasada, con días frescos, en su finca cogían la fruta con guantes y mascarilla, pero su marido, Servando Sasot, es consciente de que "en julio será imposible". No obstante, la preocupación con el virus no está entre los árboles. "Les decimos que tengan cuidado y que no vayan a comprar a Fraga, que el peligro está allí, pero otra cosa es que te hagan caso. Y, evidentemente, no les puedes obligar", apunta la alcaldesa.

Salia Kone, uno de sus trabajadores, dice mientras recoge nectarinas que este año es "raro" y que, aunque "hay miedo" al virus, las medidas de protección en el campo son buenas. Esther, su jefa, resalta que "el agricultor pequeño trabaja con el temporero", por lo que siempre hay riesgo de "llegar a casa con el virus y contagiar a los tuyos".

Con todo, el sector cree que es "desagradable" que se ligue "el virus a los temporeros de la fruta", como apunta Óscar Moret, de Uaga. "Hay cosas que nosotros no podemos controlar. Si se presenta gente en los pueblos sin papeles y sin contrato, ¿qué culpa tenemos nosotros?", se pregunta.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión