baloncesto

“Me encanta bailar y no voy a dejar de hacerlo por el qué dirán”

Joel Seba Aljarilla, a sus 19 años, es el primer chico que forma parte del grupo de ‘cheerleaders’ de Zaragoza.

JOEL SEBA ( CHEERLEADER ) / 19/02/2020 / FOTO : OLIVER DUCH [[[FOTOGRAFOS]]]
Joel Seba, fotografiado esta semana en el centro de Zaragoza.
Oliver Duch

Tiene 19 años, admira a Beyoncé y se está abriendo camino. Joel Seba Aljarilla agarra sus pompones, borda las ‘coreos’ con sus compañeras y todos los domingos que hay partido en el Príncipe Felipe anima como el que más. Es el primer chico que forma parte del grupo de ‘cheerleaders’ del Basket Zaragoza, que en sus cerca de cuatro décadas de historia solo había contado con animadoras. “De siempre me ha gustado la danza urbana y el ‘dance hall’. Con diez años empecé a participar en concursos ‘amateurs’ y desde entonces no he dejado de bailar. Un buen día Maku Hernández, la monitora de la academia de baile Cheer School, me propuso actuar un fin de semana en el pabellón Siglo XXI y allí me di cuenta de que era lo que realmente me gustaba”, explica este joven del barrio Oliver. Cuenta que el Basket Zaragoza siempre había querido hacer un grupo mixto de animación y que, cuando una de las cheerleaders tuvo que salir del grupo, se alinearon los astros para que entrara él. “Al principio era un poco incómodo porque sentía que todas las miradas iban dirigidas a mí, pero las chicas son muy majas, me aceptaron enseguida y la convivencia con ellas es de los más sencilla”, explica Joel.

En otros equipos de la Liga Endesa también hay bailarines de break y animadores hombres, pero siempre van en grupo y solo en el caso del Casademont hay un único ‘infiltrado’ en un terreno que hasta ahora había sido exclusivo de mujeres. “En la formación somos 13 -explica-, pero a bailar a pista solo podemos salir 10, así que vamos rotando”. Confiesa que los primeros meses fueron “muy intensos y de mucho trabajo”, pero cree que ahora ya ha conseguido soltarse, disfrutar más y sentirse “más seguro”. ¿Impresiona marcarse unos pasos delante de diez mil personas? ¿Se sufre algo de miedo escénico? “La verdad es que no porque llevo bailando desde muy pequeño y estoy acostumbrado. Los dos o tres primeros partidos quizá estaba con más dudas porque el pabellón es enorme y nunca había bailado delante de tanta gente, pero luego he ido encontrando mi sitio”.

Para Joel la mejor recompensa son los aplausos y que “después de cada partido hay gente que te dice ‘bien animado’ o ‘bailas muy bien’”, pero también reconoce que ha tenido que escuchar algún comentario machista que ya creía superado. “Sí, como en la escuela o en el barrio, pero es algo que siempre me ha dado igual. Yo lo que quiero es bailar y no tengo que dejar de hacerlo por el qué dirán. Hay quien piensa que bailar es cosa de mujeres y, también, que el fútbol es en exclusiva un deporte de hombres, pero yo no lo veo así. La verdad es que bailando disfruto como un niño pequeño y mis padres, que van a todos los partidos, están encantados”, comenta.

Esta temporada del Casademont Zaragoza es, además, de lo más exigente porque a la retahíla de partidos de Liga Endesa se le suman también los de la competición europea. “Ojalá sigan avanzando y lo ganen todo”, dice Joel, al tiempo que confiesa que hasta la fecha el baloncesto “no me disgustaba pero tampoco me llamaba en exceso la atención. Desde que lo veo a pie de cancha y en primera fila me estoy enganchando más y me pongo muy nervioso”.

Joel, en un combo de fotos con sus compañeras de baile.
Joel, en un combo de fotos con sus compañeras de baile.
Heraldo

El grupo de ‘cheerleaders’ ensaya dos horas dos días a la semana (miércoles y jueves) en una cancha auxiliar del Príncipe Felipe. Según explica el joven zaragozano, cada cual puede proponer músicas, movimientos y ‘coreos’ y entre todos seleccionan las piezas de baile, esos sí, de un máximo de minuto y medio porque los tiempos muertos están más que medidos. Joel no le hace ascos a ningún género musical, si bien insiste en su predilección por los ritmos más urbanos: “Me gusta mucho el ‘vogue’, de poses y mover los brazos, y el ‘dancehall’, que se centra en las músicas africanas”. La suya es una formación autodidacta y dice que siempre se le ha dado bien imitar los pasos de artistas a los que admira como Beyoncé, Michael Jackson o Rihanna. “Toda la vida me ha interesado el baile. Mi madre dice que desde bien pequeño me subía por las mesas y me ponía a danzar”, cuenta el animador que, como no podía ser de otra manera, era fiel seguidor del concurso ‘Fama, a bailar’ y resalta que “una vez nos dio una masterclass Rafa Méndez cuando estuvo en Miralbueno”. Tras participar en decenas de concursos amateur, Joel y un grupo de amigos -con los que forma el colectivo New Generation- también se decidió a dar un salto televisivo y participaron en ‘Got Talent’.

Desde entonces ha aprendido mucho más de las puestas en escena porque, no en vano, el derroche de recursos de las animadoras de Basket Zaragoza es amplísimo: este año, además de ‘show’ temáticos con motivo de Halloween o Navidad, se les ha visto echar mano de banderas, bufandas, a veces sillas, balones, abanicos como Locomía… “También hemos metido a la mascota Link en algún baile en el que simulamos jugar un minipartido. Hay compañeras especializadas en torres, piruetas y acrobacias, aunque todos intentamos innovar y poner nuestro granito de arena con distintos estilos”. Joel dice que es ecléctico en gustos musicales y que, aunque escucha con gusto reguetón y trap, tampoco rechaza la jota o la zarzuela, como la electrónica de ‘Los Sitios’ que suena en los partidos.

Joel Seba Aljarilla, a sus 19 años, es el primer chico que forma parte del grupo de 'cheerleaders' de Zaragoza.

Sobre su futuro en el mundo del baile, el animador tiene claro que “quiero ser alguien y que se me conozca por ello”. “En Zaragoza la verdad es que hay poco margen para evolucionar, así que me gustaría ir a probar suerte a Madrid, donde hay más movimiento y proliferan los musicales”, afirma, con el sueño de verse un día en el cartel de uno de los ‘shows de Gran Vía. Hasta entonces, seguirá bailando eso de ‘Desde el niño el rojo es mi color’ y, salvo algún resbalón por culpa de los pompones, completará las volteretas lateras con suficiencia. Joel, por último, anima a romper reglas y tabús a otros jóvenes o niños que se vean en una situación semejante a la suya: “Si algún chavalín quiere ser cheerleader que no se corte, que haga las pruebas. Esta es una experiencia preciosa y seguro que le gustará”. 

Recorte de HERALDO de 1993 con los bailarines raperos del Cajalón.
Recorte de HERALDO de 1993 con los bailarines raperos del Cajalón.
Heraldo
Zaragoza, pionera en ritmo y animación

Desde siempre Zaragoza ha sido innovadora buscando alicientes para que el aficionado vibre con el espectáculo del baloncesto. A los movimientos de Link se suman las ‘bongo-cams’ de los tiempos muertos y los bailes con bufandas leds.

Hay que remontarse casi 40 años para rastrear los orígenes del fenómeno ‘cheerleader’, que llegó a orillas del Ebro de la mano de José Luis Rubio. Antes que las del incipiente CAI ya bailaban las animadoras del Helios Skol, si bien hay un nombre que supuso un antes y un después en la historia local del grupo de baile y no es otro que el de Lynn Large. La joven recaló en Zaragoza después de haberse formado con las animadoras de los Lakers y el ritmo que impuso a las cheerleaders de entonces fue electrizante. En los descansos del CAI -la música americana que llegaba vía la Base Aérea también tuvo mucho que ver- parecía que actuaban Paula Abdul y Janet Jackson cada fin de semana. Años después la también americana Kim Turk ahondó en esta línea de coreografías sorprendentes y pequeñas torretas y formaciones de estrella a pie de pista.

En la hemeroteca del HERALDO están documentadas las pruebas que se hacía para acceder al equipo de animadoras -llegaron a presentarse más de cien chicas por temporada- y cómo también solo hubo un periodo, entre 1997 y 2002, que el grupo de animación desapareció (a la par que el club, claro) como tal. También pude leerse, por cierto, que allá por 1993 sí existió un grupo de animación capitaneado por chicos: al equipo femenino del Cajalón le apoyaban varios bailarines de rap. Sus movimientos no eran clásicos ni sincronizados pero se puso una pica en Flandes en el terreno del ‘break’ gracias al bailarín y monitor Luis Ortega. La mayoría eran estudiantes zaragozanos, pero había también jóvenes llegados de Colombia y de Portugal. Decían no encasillarse en ningún género y se definían como “bailarines de la calle que se mueven por discotecas”.

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