aragón es extraordinario

Florencio, el señor de Pastriz que nunca recoge sus belenes

Con una colección que supera los 1.100 nacimientos procedentes de todo el mundo, este recolector de vivencias abre su colección a los visitantes durante todo el año.

Foto de Pastriz
Florencio Ferrández entre su colección de más de mil belenes
Laura Uranga

En Pastriz y el área circundante a esta localidad tan cercana a la ciudad de Zaragoza todo el mundo ha oído hablar de Florencio Ferrández, también conocido como ‘el de los belenes’. Su fama se debe a un dato numérico: tiene una colección de más de 1.100 belenes perfectamente catalogados, y procedentes de todo el planeta. Quienes le han visitado y, por tanto, escuchado, van más allá en la descripción de la persona y su circunstancia; escuchar lo que dice es una experiencia tan extraordinaria como su propia colección. Habla mucho, lo reconoce y está hasta orgulloso de ese rasgo suyo; habrá quien se abrume ante su verborrea, pero son los menos; la sensación literal de escuchar a Florencio en el contexto de su hogar y lo fascinante de su colección es de estar metido en un cuento de Navidad.

“Yo la Navidad la vivo todo el año, los 365 días; cada año me preguntan cuándo lo recojo todo, y siempre digo lo mismo: nunca. La ilusión no debe apagarse. Y a mi casa hay que entrar con alma de niño; si no, si vas con prisa o vienes por compromiso, mejor te quedas en la puerta, nadie te obliga a entrar a mi casa. A veces me han retratado como un ‘friki’. Igual lo soy, lo acepto. Es fácil: si quieres ver los belenes, me llamas por teléfono y lo coordinamos. Estoy jubilado, el cáncer de colon que ya superé me lo permitió –sonríe– y soy miembro de dos coros; mi hermana Lupe y yo nos turnamos en el cuidado de mi madre, estoy en Cáritas... a cuidar la colección suelo ponerme por las noches. Hago las cosas a mi modo: a ver, nací sobre la mesa del comedor, el médico arreglaba los plomos de la luz que se habían fundido, y el que atendió a mi madre fue el sereno. Eso marca”.

La casa de Florencio es amplia, la ha arreglado con esmero durante años y una oenegé le ayudó a montar la colección hace casi dos décadas. Para verla hay que llamar a su casa, sita en el centro de pueblo: 976 583 177. “En el piso de arriba tengo la exposición de belenes de todo el mundo. No soy un recogedor de figuras, sino de vivencias; hay belenes de buenos escultores y me gustan, pero cuando enseño la colección a veces me olvido de ellos; me centro en las historias que traen otros”.

Historias detrás de cada belén

El coleccionista de sensaciones detalla su filosofía sobre el tema. “Lo que realmente me interesa es lo que cuenta cada nacimiento; por ejemplo, un joven camboyano al que contacté por internet había perdido las piernas por una mina antipersona, e hizo un hermoso belén de madera con el apoyo de otras personas con diferentes grados de discapacidad… ¿y sabes qué? Sus figuras sonríen; él también, por seguir vivo. También tengo otro de un chaval de Mozambique que coge cables del suelo y confecciona con ellos las figuras. Tengo otro de una modista de San Vicente y las Grenadinas, que trabajó en ‘Los piratas del Caribe’ e hizo un nacimiento con los retales de los trajes de Johnny Depp y su cuadrilla”.

Esto no para, que diría Kase.O. “Hay uno de huesos de cebú de Burkina Faso, y no puedo olvidarme del más feo que tengo, el más hermoso también; está hecho por un chaval de Liberia con los casquillos de bala de francotiradores en la guerra de su país. Cuando me lo mandó, el muchacho lo acompañaba con un mensaje, decía que ‘la crueldad del ser humano la he cambiado por el símbolo de la paz, el nacimiento de Jesús’. Aún lloro a veces cuando lo veo”.

Florencio fue maestro, uno de esos que se recuerdan para bien toda la vida, y se nota. “A los chavales, cuando vienen a ver los belenes, les digo que deben hacer las cosas con entusiasmo. Tengo cartelitos de prohibido tocar, pero para los padres; a los peques simplemente les digo que si quieren tocar algo, que me lo pidan. Además, tengo belenes exclusivamente para que jueguen. Les cuento historias, les regalo un bastoncito de caramelo cuando se marchan… ¿sabes? Empecé con los belenes hace mucho, en San Juan de los Panetes, con un grupo de chavales que venían de circunstancias difíciles. Hacían un trabajo fantástico. El último belén que me ha llegado, hace menos de un mes, es de palitos de helado y lo hicieron unos niños de primaria en Zuera, a los peques que lo han visto les ha encantado. No pienso en el Guinness de los récords, ¡ya tengo un belén de palitos de helado!”

Artista además de coleccionista: maqueta de cuento... y su belén

La colección de belenes de Florencio Ferrández se suele visitar en dos fases. Antes de admirar todo lo que ha ido llegando de distintos puntos del mundo, el dueño de la casa muestra dos grandes maquetas en una estancia diferente; son obras suyas, y es complicado decir cuál de ellas impresiona más. “A los niños les gusta muchísimo la maqueta de Navidad, también es la primera que ven nada más abrir la puerta, y tiene muchos elementos que llama la atención. Hay trenecito, noria, cafés parisinos y berlineses, pubs ingleses... ahí se recrean cuentos de navidad, no es un belén; al lado sí tengo un belén más clásico”. La casa estadounidense Lemax (lemaxcollection.com, 30 años de historia) y la alemana Lubin le han surtido de detalles para la maqueta navideña: le hacen buenos precios e incluso le dicen que les llame si necesita algo concreto.

Florencio tiene una curiosa mezcla de rigor y apertura de mente a la hora de trabajar en ambas obras. “Estudio mucho cómo era la vida de la época en la que vivió Jesús, un poco antes y un poco después; ese siglo, vamos. He encontrado cosas curiosas como juegos típicos de los niños en Judea por aquellos años, que reflejo; encargo algunas figuritas que me puedan hacer falta, si no son demasiado caras. Vamos pasando por los campos, los mercados, las calles y, finalmente, el portal. Lo más importante es el nacimiento, y es lo último que enseño, porque somos pastores y vamos peregrinando –sonríe–. ¿Se me nota que soy peregrino del Camino de Santiago? Lo soy”.

Mensaje de paz

Las figuras de su belén están ahí porque le han gustado. Para el rigor y el academicismo, aunque cambien las formas según el origen de las piezas, tiene la exposición de belenes. “Lo que está, está porque puedo transmitir algo con su presencia. Mi filosofía es de aceptación y diversidad, así que verás judíos, palestinos y romanos, todos juntos, verás al benino o pastor que está descansando de su trabajo, y verás a dos figuritas pequeñas en el portal; Jesús, el niño judío recién nacido, y un niño con turbante, palestino, con una paloma en la mano que simboliza la paz. Ya estoy pensando en cosas nuevas y tengo los mejores asesores del mundo en las visitas; cuando viene un crío y me da una idea, tomo nota. Una niña de 6 años me dijo que no le gustaba que tuviera una estufa en el cuarto, porque iba a derretir la nieve del belén, así que quité la estufa. ¿Te cuento algo curioso? Cuando arreglamos la casa, donde están los belenes estaba el granero, y donde está el pesebre de mi belén estaba el pesebre real”.

Florencio no cobra una tarifa fija por las visitas, pero sí acepta la voluntad a la salida para enviar lo recaudado a una organización benéfica en Paraguay, país en el que pasó una temporada junto a su novia, Makel, quien por desgracia falleció hace tres años. “Somos lo que vamos viviendo. Hace un par de meses llamó un chaval a la puerta con sus dos hijos, yo le había dado clase 32 años antes. Les dijo a sus críos ‘mirad, este es Florencio, y os va a dar el abrazo del que tantas veces os he hablado. La gente necesita abrazos”.

Lupe Ferrández: relatos, reflexiones y arte en ‘El viaje de la libélula’

Lupe Ferrández vive al lado de su hermano Florencio y de todos esos belenes; además de ayudarle en todo lo que sea menester y de compartir con él los cuidados de su madre, tiene una ilusión personal con el espacio El Viaje de la Libélula (elviajedelalibelula.com), en el que vuelca entradas sobre arte y reflexiones culturales de amplio espectro (patrimonio, curiosidades, expresiones plásticas), además de publicar relatos y poemas, siempre acompañados de una imagen. “Es algo que me ilusiona, y lo manejo con el ritmo que me permite el día a día, pero estoy contenta porque la gente que lo sigue está muy satisfecha con el resultado”.

Sobre el empeño de su hermano y la filosofía que aplica, Lupe no esconde su entusiasmo. “Es impresionante, y también me gusta mucho cómo lo va manejando. Es un sibarita, le gustan las cosas bonitas –ríe– pero siempre está atento a que la gente que visita la colección salga feliz como un niño que juega. A veces da un poco de cosa que la gente entre por su casa para ver la colección, pero la verdad es que todo el mundo se suele comportar muy bien”.

Pastriz al punto

Comarca. Comarca Central.

Cómo llegar. Desde la cercana Zaragoza, su capital de provincia, hay 17 kilómetros por la Z-40 y CV-314. También se puede ir por la A-2 hasta La Puebla de Alfindén, y ahí se coge directamente el Camino de Pastriz.

La Alfranca. Esta finca, próxima a La Reserva Natural de los Sotos y Galachos del Ebro, es un centro de referencia para la divulgación de los valores naturales, agrarios y socioculturales del patrimonio natural de Aragón. Posee un conjunto arquitectónico declarado Bien de Interés Cultural, que finalizó su restauración en el año 2005.

Ermita de Santa Ana y Parroquia de San Pedro. La primera data del siglo XVII y es de estilo neoclásico. La segunda fue concluida en el siglo XVI y destaca por su torre mudéjar.

Mesón Cucalón. Un clásico de la localidad. Platos abundantes, buena brasa (carne y marisco), asados y cocina casera; muy concurrido los fines de semana. 

Reportaje de la serie 'Aragón es extraordinario".

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