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Calabazas para ahuyentar a las 'almicas' y otros ritos aragoneses de Todos los Santos

La historiadora Pilar Pérez protagonizaba una conferencia sobre costumbres y tradiciones en torno a la muerte en Aragón en la ermita de Nuestra Señora del Castillo de Alagón.

La alagonera Pilar Pérez Viñuales, historiadora de la Universidad de Zaragoza experta en Historia Medieval y actualmente responsable de la Oficina de Turismo de Alagón
La alagonera Pilar Pérez Viñuales, historiadora de la Universidad de Zaragoza experta en Historia Medieval y actualmente responsable de la Oficina de Turismo de Alagón
C. I.

La ermita de Nuestra Señora del Castillo de Alagón se convirtió en el peculiar escenario de la 'Conferencia en torno a la muerte en Aragón (costumbres y tradiciones)' el pasado 30 de octubre. Un acto que congregó a casi un centenar de vecinos de la zona que tuvieron la oportunidad de conocer de primera mano algunos de los ritos fúnebres aragoneses más curiosos, la mayoría de ellos prácticamente desconocidos.

¿El motivo? La pérdida de la transmisión oral entre generaciones de estas costumbres ancestrales. Así lo asegura la alagonera Pilar Pérez Viñuales, historiadora de la Universidad de Zaragoza experta en Historia Medieval y actualmente responsable de la Oficina de Turismo de Alagón. “Todavía recuerdo cómo vi morir a mi abuelo en casa. La muerte, hace no tantos años, era algo social que se compartía con toda la comunidad. Hoy es algo mucho más lejano", explica.

La historiadora cuenta con varios documentos de Alagón de los siglos XV y XVI donde se recoge parte de este sentir, los valores, los presagios y la manera de entender la muerte por aquel entonces. “Se decía que la persona fallecida había pasado a la otra vida, es decir, en ese momento no había una ruptura entre la vida terrenal y la celeste y el hombre era un peregrino que viajaba al más allá", continúa Pérez.

También colecciona una serie de contratos de médicos de la época. Uno de ellos, que data del año 1526, recoge los pactos y condiciones con un médico natural de la villa de Ágreda y llegado a Alagón por un tiempo determinado de tres años. "Conservo numerosos testamentos del siglo XV en los que se recogen las últimas voluntades, como uno de 1530 cuando hubo una gran epidemia en toda España”, afirma.

A través del estudio de documentación de la época, gracias a fondos documentales, fuentes orales y experiencias propias de la historiadora, Pérez también ha logrado reunir numerosos presagios de muerte que, antaño, se tomaban verdaderamente en serio. Algunos de ellos aún se los escuchó a su abuela. "Se decía que si se oía cantar a un gallo por la noche, se veía una lechuza de día o un gato negro relamiéndose, alguien iba a fallecer ese día", relata.

“Las cofradías cuidaban mucho de sus integrantes hasta el punto de tener la obligación de acompañar a sus cofrades durante la agonía”, añade la expertal Así viene recogido en un documento de 1406 perteneciente a la Cofradía Virgen del Castillo de Alagón. "Cuando un cofrade no tenga a quien le vele, el resto, en turnos de a dos, deberán hacerle compañía", afirma.

Otro hecho habitual era recurrir al Santoral en busca de compañía: "Se rezaba a Santa Ana para la buena muerte y poca cama, o a Santa Bárbara para no tener una muerte súbita ya que en el cristianismo era necesario prepararse para el buen morir", recuerda Pérez. Otro de los datos más curiosos guarda relación con San Pascual Bailón, del cual se dice que avisaba de la muerte con tres golpes en la pared. “Era tradición colocar unas postales en la pared frontal a la cama para ver si se movían”, afirma.

Y tras los fogones también se esconden cientos de tradiciones en torno a estas fechas, como la preparación de buñuelos o las típicas castañas asadas, “de las que se dice que alejan a la muerte y su guadaña”, o, en el caso de Alagón, el caldo de ‘sopica buena’ y el ternasco empanado. “Otro plato típico eran las judías secas con el objetivo de producir flatulencias y evitar que el almica se te metiera dentro, además, tenía que ser en vajilla desportillada como símbolo de duelo”, resume Pérez.

Otro de los detalles que aparecen recogidos en los anales de la historia de Aragón tiene que ver con los elementos decorativos típicos de estas fechas. "Los crisantemos son las flores más apropiadas para los muertos, y el árbol es el ciprés, ya que se creía que unía cielo y tierra", afirma. Y, por supuesto, la simbología en torno a las velas. “Se utilizaban en los momentos tanto de nacimiento como muerte, todos estos eventos se producían en casa. Se utilizaba una candela con mecha corta para reducir el tiempo de la agonía”, concluye.

La calabaza con lumbre, también en Aragón

Precisamente una de las tradiciones más antiguas que compartió la historiadora con el público guarda relación con uno de los símbolos más reconocidos de la celebración de Halloween en todo el mundo: la calabaza. "Existen registros de varios rincones de Aragón en los que consta que se utilizaba en algunos lugares para alumbrar a las ‘almicas’, tanto para guiarlas como para ahuyentarlas", afirma.

Estas calabazas iluminadas se colocaban en las ventanas y los altos de las iglesias tanto durante la noche de Todos los Santos -para guiar a los fieles difuntos al cielo- como el día de los Santos Difuntos -para guiar a quienes habían acabado en el purgatorio-. "En la tradición aragonesa se mete a las ‘almicas’, el alma se considera el último aliento, un suspiro al que tenemos respeto y miedo", concluye.

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