"Las galletas sin azúcar siguen siendo basura alimentaria"

El dietista-nutricionista e investigador Aitor Sánchez (Albacete, 1988) protagonizó en la sede de DKV en Zaragoza una charla en la que desmontó algunos mitos sobre el azúcar y la nutrición

Aitor Sánchez, en su visita a Zaragoza para dar una conferencia centrada en el azúcar.
Aitor Sánchez, en su visita a Zaragoza para dar una conferencia centrada en el azúcar.
Heraldo

¿Qué ha comido hoy?

Hoy he estado de viaje y no es un buen ejemplo. He desayunado un ‘pourridge’ de avena con fruta, dos onzas de chocolate con el 90% de cacao y un café. Son las 18.30 y no he comido, pero es preferible que luego cene algo saludable a haber picoteado cualquier cosa. Si me hubiera tomado un dulce no estaría más sano. A veces se cree que hay que comer con cierta frecuencia, pero ¿qué problema hay en llegar con hambre a la cena y arrasar con la merluza y las verduras?

Según usted, el desayuno tampoco es imprescindible.

No es que lo diga yo, es un tema científico. Si en España se dice que hay que desayunar sí o sí, la gente lo hace, pero en un 80%-85% de los casos elige productos superfluos: galletas, bollería... El mensaje debería ser: si vas a desayunar, escoge alternativas saludables, en vez del que dice ‘Cola Cao y galletas, el desayuno de los atletas’.

El azúcar añadido es el elemento central de su charla en Zaragoza.

Se ha convertido en uno de los enemigos públicos y uno de los elementos que ha empobrecido nuestra alimentación, pero no es el único. La industria saca basura alimentaria sin azúcar como bollería, galletas, refrescos, etc., pero estos tampoco son alimentos saludables. Siguen llevando harina refinada y aceite de mala calidad, siguen siendo productos nada saciantes y con un sabor exacerbado que puede llevar a abusar de ellos. No se puede coger la fibra y añadírsela a la leche para hacerla pasar por más saludable.

¿Esos añadidos no funcionan?

Es únicamente una estrategia de márquetin para maquillar un producto con algo que está de moda o que se identifica con algo saludable. También han sacado embutido con omega 3 o chorizo con quinoa. El Cola-Cao sin azúcar tiene harina, la gente se echa cucharadas de harina en la leche. Lo único que arregla las cosas es comer sano.

¿Y cómo se puede huir del azúcar de muchos alimentos?

Lo más práctico no es bucear en el etiquetado, porque además muchas veces en esos alimentos no hay opciones sanas. No hay que perder el tiempo en mirar qué batido o qué galletas tienen menos azúcar, ninguno va a ser saludable. Se trata de basar la alimentación en materias primas. Lo que no tiene azúcar es la comida: fruta, verduras, legumbres, cereales, tubérculos, carne, pescado, huevos...

Ya que nos cuesta hacerlo, ¿qué medidas pueden tomar las autoridades para conseguirlo?

Hay muchas políticas de salud pública para fomentar los productos saludables: impuestos, que se sabe que funcionan, vigilar la publicidad y las formulaciones para que tengan menos azúcar... Yo soy partidario de los enfoques ambientales: controlar la facilidad de distribución y los mensajes. Quizá no debería haber máquinas de ‘vending’ en los institutos, y en los hospitales a lo mejor no deberían dar para merendar galletas y yogures azucarados. Las administraciones no pueden buscar excusas trasladando al individuo la responsabilidad. Otros países prohíben regalar juguetes con productos malsanos o anunciarlos en canales infantiles.

Usted también es muy crítico con la industria alimentaria.

Dentro de mi trabajo de divulgación pongo el foco en los conflictos de interés de la industria azucarera y entidades científico-sanitarias. Hay estudios universitarios pagados por la industria, como los de la Universidad de Granada, patrocinada por las cerveceras, que dicen que la cerveza es buenísima, o la de Córdoba, según la cual la Coca-Cola mata células tumorales, porque le pagó Coca-Cola. Ni las universidades públicas están a salvo. Hacen falta buenos programas de investigación pública.

¿Cuáles son los mitos que más le cuesta rebatir?

Los perpetuados por sanitarios, por la falacia de autoridad. Es muy complicado cambiar cosas que se dicen desde la bata blanca, como que una copa de vino es saludable o que hay que comer de todo moderadamente.

Los consumidores también tenemos nuestra responsabilidad.

Esta es directamente proporcional a la información que se tiene. En un estrato social pobre y poco informado, la responsabilidad de la administración y el entorno es casi total. España está a la cabeza de la pobreza infantil y por eso también lo está en obesidad infantil, van muy de la mano. La responsabilidad del individuo aumenta con más información y recursos.

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