EL INCENDIO DEL CORONA: 44 AÑOS DE INCÓGNITAS

La tragedia del hotel Corona de Aragón, que acabó con la vida de cerca de 80 personas y dejó heridas a más de cien, sigue planteando dudas acerca de si el fuego fue fortuito o provocado

Realizado por:
  • Ramón J. Campo y Pedro Zapater

homenaje y recuerdo a las víctimas

Familiares de las víctimas que perdieron la vida en el incendio del hotel Corona de Aragón y varios supervivientes de la tragedia recuerdan este miércoles el 44 aniversario de aquel fatídico día.

El suceso, que tuvo lugar el 12 de julio de 1979 en el establecimiento zaragozano, sigue generando controversia acerca del origen y las causas -accidentales o provocadas- del siniestro que acabó con la vida de alrededor de 80 personas -el número exacto es otra de las incógnitas- y dejó heridas a más de un centenar.

En este especial, HERALDO recoge testimonios, tanto de familiares de las víctimas como de expertos, que ponen de manifiesto que 44 años después siguen existiendo dudas acerca de la intencionalidad o no del incendio.

María Gracia Roca: “Hemos peleado por la reapertura del caso, pero no le interesa a nadie. Es un tema político"

María Gracia Roca perdió a su marido, Francisco Sidera en el incendio del Corona. Se quedó viuda con dos hijos y es una de las víctimas que más ha peleado en la AVT (Asociación de Víctimas de Terrorismo) por la memoria de los fallecidos 

Perdió a su marido, Francisco Sidera, director comercial de Areslux (una empresa de muebles de baño que patrocinaba ese año al equipo de baloncesto Granollers de Primera División), que venía de viaje de Bilbao a Zaragoza para visitar a un compañero delegado en la capital aragonesa. Fue él quien tuvo que reconocerlo cuando recogieron su cadáver. María Gracia Roca se quedó viuda con dos hijos y es una de las víctimas que más ha peleado en la AVT (Asociación de Víctimas de Terrorismo) por la memoria de los fallecidos.

Entre las batallas a lo largo de estos 44 años, las víctimas han conseguido que en la anterior legislatura municipal (después de tener un conflicto con el alcalde Pedro Santisteve) se inaugurase el Jardín de las Víctimas del atentado del Corona, junto a la avenida de José Atarés.

María Gracia guarda muchos telegramas recibidos esos días posteriores al 12 de julio de 1979 en recuerdo de su marido y hasta acudieron al entierro, que fue en Gerona, representantes del equipo de baloncesto Granollers, cuando allí jugaba Joan Creus. Las previsiones de su marido en principio era que no iba a quedarse en el Corona.

"Ha sido un recorrido muy duro que ha marcado mucho a mis hijos y ahora a mí”

Cuando volvió a ver a su marido, Francisco ya estaba en un ataúd de acero y solo pudo ver “su cara sonriente, la que siempre tenía él”. “Murió asfixiado, en segundos. No sé si tuvo tiempo de pensar en nosotros, en nuestros hijos... Estaba con esa sonrisa que era su cara”, rememora. Lo pasó muy mal porque se encontraba en casa de sus padres por motivos de salud y tenía que informarse por radio o televisión. Y el entierro fue un ‘shock’ para ella, que no sabe todavía cómo salió a flote, con sus dos hijos. Siempre se ha negado a la condena del silencio. “Somos unas víctimas sin voz. Hasta el año 2000 no nos reconocieron como tales. Pero los juzgados no hacen más que archivar la investigación del caso. Queremos saber qué pasó y quién lo hizo", reclama.

En los 44 años transcurridos, el camino ha resultado muy angustioso y no ha sido fácil salir adelante: “Ha habido momentos en que he dicho, yo no puedo salir de esto. ¿Qué hago yo con dos niños pequeños? Nadie me escucha, no tengo pensión, ni nada... Con el buen vivir que tenía. Portazos por aquí y por allá. Ha sido un recorrido muy duro que nos ha marcado mucho”.

Mientras sus hijos fueron pequeños (el día del incendio tenían 4 y 5 años), no trabajó. Luego volvió a su empleo en la Sanidad, en un hospital, pero notaba que necesitaba un área cerrada. Lo pasaba muy mal cuando alguien se asfixiaba porque revivía el motivo de la muerte de su marido en el Corona. 

Gracias a su perseverancia llegó hasta el ministro de Defensa, Narcis Serra, y le firmó un papel para que sus hijos quedaran exentos del servicio militar. “Me ha servido de mucho juego porque el ministro firmó aquel documento que aludía a 'los hijos de las víctimas del atentado del Corona'. Decidí seguir luchando para saber la verdad. Quise hablar con Mayor Oreja... y él nos reconoció una indemnización en el año 2000. Yo siempre he luchado por una pensión”, reconoce.

María Gracia recuerda que un día tuvo ocasión de entrevistarse con el hijo de Adolfo Suárez para plantearle qué le había pasado a su padre por la cabeza para que no reconociera que el incendio del Corona fue un atentado. “El hijo de Suárez me dijo que no pensara eso porque su padre no quería hacernos ningún mal. A mí no me hizo ningún bien”, señala. 

“El sufrimiento no es bueno para nadie, y esto te pasa factura. Por las noches piensas mucho. El señor Francisco Laína (gobernador civil de Zaragoza y secretario de Estado de Interior después, durante el 23-F) sigue sin contestar. Creo que es muy cobarde y que su silencio tiene un precio muy alto”, denuncia. 

“El sufrimiento no es bueno para nadie y esto te pasa factura. No soy una asesina, soy una víctima"

También señala que en su día intentó, sin éxito, hablar con Adolfo Suárez. "Si no podía revelar nada y dijo lo que le mandaban en aquel momento, tenía que haberlo desvelado igualmente cuando ya no fue presidente y pedir disculpas por no haber podido hacer algo por nosotros", subraya.

Varios de aquellos encuentros que mantuvo con distintos políticos le llevaban con frecuencia a Madrid. María siempre volvía de noche en autobús a su casa, hasta Granollers, para trabajar al día siguiente en el hospital. Nunca ha tirado la toalla. “Nadie nos escucha y cada uno ha tenido que hacer su camino. Hemos peleado por la reapertura del caso pero no le interesa a nadie. Es un tema político”, concluye. Aun así, cree que se han dado pasos importantes y con los años transcurridos han perdido el miedo que tenían. 

A pesar de que han pasado 44 años, María Gracia Roca guarda todavía la esperanza de encontrar la verdad, basándose en las sentencias que algunos jueces (Rafael Soteras, Santiago Pérez Legasa o los magistrados del Supremo de lo Civil y de lo Contencioso) han dictado. “Si nadie nos muestra el camino para hallar la verdad, tenemos que seguir luchando y que no crean los políticos que las víctimas estamos olvidadas. Esto es parte de la historia de España y sucedió en plena consolidación de la democracia. A mucha gente no le interesaba, como vimos luego con en el 23-F, y no podemos estar callados”, concluye.

Carlos Melgares: “La muerte entró por las rejillas del aire acondicionado de las habitaciones”

Bombero jubilado, de 62 años, Carlos Melgares Hidalgo acababa de entrar al cuerpo el mismo año, solo unos meses antes de que se produjera el incendio del Corona. 

Carlos Melgares era un joven recién llegado al Cuerpo de Bomberos y lo primero que cuenta es que en sus comienzos el desarrollo de su trabajo era muy distinto al que recuerda cuando se jubiló, hace un par de años. “En 1979 no teníamos normas de prevención contra incendios y carecíamos del material necesario para una intervención tan fuerte como la del Corona. Y la formación era muy escasa en aquel entonces", reconoce.

“El incendio del Corona marcó un antes y un después porque a la semana de ocurrir, el Ayuntamiento de Zaragoza adaptó la normativa de incendios de Madrid y Barcelona para aplicarla en la capital aragonesa. Y un año después se aprobó una ordenanza municipal que fue la más exigente de España”, apunta. El jefe de Bomberos, Augusto García Hedgart, y el subjefe, Pedro Urroz, fueron los que se encargaron de ese vuelco y de la mejora en la formación y el material. “Fue una revolución y pasamos del negro al blanco. En 1983 se inauguró el parque de Valle de Broto, el más moderno de Europa”, señala.

En aquel año que cerraba la década de los 70, los Bomberos de Zaragoza eran una gran familia. “Yo no estaba de guardia, pero ese día estaba allí con otros compañeros. Salieron los de servicio y el aviso era por la churrera del hotel, como otra vez que había pasado unos meses antes”, recuerda. Pero el mando que llegó al hotel Corona, situado a 200 metros de aquel parque de bomberos, en la calle de Ramón y Cajal, que hoy es el Museo del Fuego, reclamó ayuda enseguida al ver el calibre que tomó el incendio. “En cuatro o cinco minutos estuvimos todos trabajando allí. Se avisó por teléfono y radio para que fueran los bomberos. Si entonces éramos 200, acudimos unos 150 porque era un mes de vacaciones”, precisa.

“Cuando llegó el primer tanque y la dotación de los bomberos, el incendio estaba en banda e incontrolado. Ya no era el fuego de la churrera. Se vio en las imágenes”, señala Melgares refiriéndose a una grabación de un videoaficionado que filmó esa mañana una película histórica desde una casa próxima, en la avenida de César Augusto (entonces Vía Imperial), y por la tarde fue incautada por la Policía. Pasados varios años, esa cinta quedó a disposición de los Bomberos de Zaragoza, como experiencia para aprender en sus prácticas, y ahora es del Ayuntamiento.

"La caja de la escalera estaba libre, enmoquetada y el techo era de corcho... Era imposible pararlo”

Carlos Melgares tiene muy claro que la llamada de auxilio se produjo a las 8.30 de ese 12 de julio de 1979, pero alberga dudas sobre el instante inicial en el que se desataron las llamas. “Lo dice el sumario. La llamada nos entró a las 8.30, pero no sabemos cuándo empezó. Al llegar los primeros bomberos ya se había producido el 'flashover' (combustión súbita generalizada). Las cristaleras (de la primera planta) se rompieron y además se produjo el efecto 'back draft' (cuando no existe suficiente oxígeno para provocar un fuego activo pero sí de gases y humo combustibles con una temperatura cada vez más elevada), que fue un torrente de aire y entró hacia arriba como una chimenea (este fenómeno se encuadra dentro del desarrollo anormalmente rápido de un incendio). El fuego estaba incontrolado y en pocos minutos fue desde abajo hacia arriba porque además el hotel no estaba compartimentado. La caja de la escalera estaba libre, enmoquetada y el techo era de corcho... Era imposible pararlo”, afirma.

Para explicar qué es el ‘back draft’ de una manera sencilla, Melgares lo compara con una chimenea u hogar de una casa de pueblo: "Para que tenga tiro se sopla y la llama sube. En el Corona, su propagación en las habitaciones se facilitó al dejar estas abiertas cuando la gente escapaba, mientras el fuego se metía por los pasillos.Si habían fallecido en las habitaciones sin abrir la puerta, la muerte se produjo porque el humo se metió por las rejillas del aire acondicionado. Por allí entró la muerte. Algunos ni se enteraron. No tuvieron tiempo de reaccionar”, explica emocionado.

Ante la situación con la que se encontraron, Melgares, que ha sido sargento de bomberos y ha trabajado en el cuerpo durante 38 años, rememora que su tarea principal fue salvar a los clientes del hotel y bajarlos de las habitaciones. “Nuestra misión era atacar el fuego entre las llamas. Había que salvar el mayor número de personas y Zaragoza se volcó”, indica. Incluso revive que hubo un militar (el coronel Alfonso Queipo de Llano) que les decía que no se ocuparan de él para sacarlo del balcón y fueran a por otros. Lo trágico fue que ese militar falleció poco después al inhalar el humo en la habitación. “Querría decírselo a su familia como reconocimiento por cómo se comportó”, explica.

"En 1979  yo era un chaval de 22 años, con muchas ganas y poca experiencia", relata. Durante el siniestro tenían que llevarle de la mano los compañeros más experimentados y él trabajó  “de balcón a balcón”, moviéndose “con la escalera de percha”. Rescató a unos cuantos inquilinos de las habitaciones, a los que metía en la cesta de la escalera articulada que tenía uno de los vehículos de los Bomberos. “Todo esto sin aire porque se gastaba en diez o doce minutos. Ibas reptando por el suelo y en situaciones muy complicadas”, agrega.

Melgares reconoce que cuando vinieron las grúas de El Portillo para ayudar en el rescate y llegar más arriba que las escaleras de los camiones de los Bomberos (“alcanzaban hasta el piso octavo”, precisa) ya estaba la situación controlada. “Las personas que se sacaron con las grúas, por desgracia ya habían fallecido. El salvamento ya estaba hecho”, indica. “Mi grupo había empezado en la planta baja (entraron por la escalera de servicio próxima al Hospital Provincial, de las cuatro que tenía el hotel) y subimos planta por planta hasta la terraza. Arriba, tranquilizábamos a los rescatados y les dábamos oxígeno. Estaban seguros cerca de la piscina, pero también dejamos allí algún cadáver. Los pilotos del helicóptero arriesgaron mucho porque con las calorías que había podía haber explotado y provocar una catástrofe. Había mucha buena voluntad, pero también una gran descoordinación”, indicó.

"¿Por qué unos meses antes se apagó sin problemas otro fuego en la churrera y esta vez no?"

El bombero cuenta que "la llegada de los helicópteros supuso el salvamento de varias personas aunque también es cierto que con las aspas se avivaron las llamas en la parte superior de las oficinas del edificio". 

“La mayor parte de los fallecimientos fueron por inhalación del humo, salvo algunos que se equivocaron y se quedaron en el 'office' (en el último piso del hotel). Quedaron totalmente calcinados. Me encontré con aquel drama poco antes de llegar a la terraza", describe.

Cuando se le pregunta si pudo haber alguna sustancia acelerante para comprender la velocidad con la que se desarrolló el fuego, Carlos Melgares asume que no puede precisarlo. Pero no está de acuerdo con que se utilizó el napalm ni cree que se llegaran a registrar 6.000 grados en el edificio porque la estructura del mismo resistió. “Desconozco si se utilizó un acelerante, pero si hubiera sido así, deberían haber sabido dónde echarlo. El incendio pudo ser fortuito por cómo se propagó, pero siempre diré que la clave fue el tiempo desde que empezó hasta que nos llamaron. ¿Por qué unos meses antes se apagó sin problemas otro fuego en la churrera y esta vez no? Lo fundamental fue el tiempo”, apostilla.

Ese día nunca supo que la viuda de Franco estaba en el hotel ni que había tantos militares de alta graduación por la entrega de despachos en la Academia General Militar. No pide agradecimientos de las víctimas, pero sigue estando orgulloso del trabajo de bombero.

MARTA BERDOR: “MI HERMANA SALVÓ A VARIOS CLIENTES DEL HOTEL Y MURIÓ POR AVISAR A TODOS EN LA NOVENA PLANTA”

La zaragozana Marta Berdor perdió a su hermana María Teresa en el Corona, donde trabajaba como camarera mientras estudiaba Enfermería. Ese día se examinaba por la tarde de la última asignatura y por eso cambió el turno con una compañera

Marta Berdor perdió a su hermana María Teresa en el hotel Corona, donde trabajaba de camarera (murieron tres empleadas: Rosa Ezquerro, Carmen Pallaruelo y Maite Berdor) y el incendio la cogió en la planta 9. La víspera había llevado a su hijo al Hospital Infantil por un problema de oídos y le acompañó su hermana Maite, aunque Marta le dijo que se quedara en la casa que compartían porque tenía que madrugar al día siguiente para ir el trabajo. “Me sobrará tiempo para descansar”, le contestó su hermana, como si fuera “una premonición”.

Pasadas las 8.00 lle llamó por teléfono su madre, chillando porque se había enterado del incendio del hotel y le preguntó a Marta dónde estaban sus dos hermanos. “Le contesté que mi hermano Jesús no fue (también trabajaba en una cafetería del hotel), pero Maite, sí”, explica. “Mi marido y mi hermano fueron enseguida al hotel. Yo me quedé con mi hijo de 6 años, que adoraba a su tía, hasta que finalmente cogimos un taxi en la avenida de Madrid para ir al Corona”, detalla.

Cuando llegaron al lugar de la tragedia no les dejaron pasar el cordón de seguridad, aunque Marta, con su hijo de la mano, gritaba que tenía a su hermana en el hotel. En ese momento pudo escuchar al gobernador civil Francisco Laína hablando entre un grupo de autoridades: "El presidente (Adolfo Suárez) dijo que eso había que taparlo y luego ya se vería, que los militares estaban muy sublevados". Y luego me apartaron de allí, asegura. 

"Durante muchas Navidades su plato estuvo en la mesa. Perder a Maite mató a mi madre en vida”

En un primer momento empezaron a buscar a su hermana para ver si era una de las personas que se habían tirado al vacío, como les habían dicho en un principio, si ya la habían llevado al Anatómico Forense Bastero Lerga, en la calle de Doctor Cerrada, o bien si estaba ingresada en alguno de los hospitales de Zaragoza (el Provincial, el Servet o el Clínico). “Nos trataron bien salvo un celador de la Casa Grande que no me dejaba pasar y me puse como loca. El director me cogió y me preguntó que si estaba dispuesta a verla. Me subió a las ucis pero la persona que vi no era ella”, relata. “Estuvimos todo el día buscándola y por la noche mis hermanos intentaron entrar en el hotel, pero no lo lograron”.

Maite Berdor llevaba tres años trabajando en el Corona y al mismo tiempo estaba estudiando Enfermería. Había hecho prácticas en la Cruz Roja con el doctor Fernando Solsona, quien ayudó a la familia a reconocerla entre los fallecidos, en el Anatómico Forense, porque fue una de las pocas que quedó carbonizada (la mayoría de las víctimas fallecieron por inhalación de humo). “Mis hermanos no me dejaron verla”, recuerda. “No estábamos convencidos de que fuera ella. Mi madre dejó mucho tiempo la puerta de casa abierta por si un día volvía mi hermana, porque pensaba que la habían secuestrado. Durante muchas Navidades, su plato estuvo siempre en la mesa. Perder a Maite mató a mi madre en vida”, apunta. Marta rememora que pasaron muchas dificultades para poder llevarla a Biota, de donde procedía la familia, y enterrarla en sus panteones.

“Mi hermana era camarera de pisos y le encontró el trabajo mi marido, que se dedicaba a la hostelería. El día del incendio tenía que examinarse por la tarde de la última asignatura de Enfemería y por eso cambió el turno con una compañera. Tenía pensado decirlo en el hotel para marcharse y colocarse en lo suyo. Se habían portado muy bien con ella en el Corona”, cuenta Marta Berdor.

Dentro de la desgracia familiar, al menos se salvó su hermano Jesús. “Si hubiese trabajado aquel día no estaría aquí porque seguro que habría ido a por Maite; él sabía el piso en el que ella estaba (el noveno), donde había más militares”, dice.

Marta guarda una carta del director del hotel Tres Reyes de Pamplona, a quien salvó su hermana al avisarle del fuego. Maite ayudó a muchas personas a escapar con vida del incendio. Una compañera suya que estaba en la octava planta explicó después a la familia que, mientras Maite estaba llamando a todas las habitaciones,  un supuesto trabajador la metió a empujones en el ascensor para escapar tras decirle: “Esto va a ser cosa de segundos”. “¿Qué hacía en esa octava planta? ¿Cómo sabía lo que iba a tardar?”, se ha preguntado siempre Marta.

"El día del incendio mi hermana tenía que examinarse por la tarde de la última asignatura de Enfermería y por eso cambió el turno con una compañera"

Tras la muerte de Maite Berdor, su madre nunca dejó de vestir luto hasta que falleció con más de 90 años, y ya no fue madrina en las bodas de sus otros dos hijos. “Mi hermano Jesús, camarero en La Parrilla del Corona, se ha pasado muchas horas en el cementerio de Biota llorando por su hermana. Nos lo contó el enterrador porque él nunca decía nada”, explica. Cuando Marta y su familia regresan a Biota se detienen siempre en el cementerio para visitar la tumba de su hermana, la misma en la que su madre colocó flores siempre que acudió a verla.

Cuando se pusieron a pensar las cosas que contaba Maite, recordaron que les dijo que la víspera del incendio se habían examinado todas las cajas de empalmes por donde pasan los cables eléctricos del hotel y aquello le parecía “muy raro”, y que tal vez era una revisión de seguridad porque había muchas familias de militares hospedados. 

carlos cristóbal: “en su momento no interesó decir qué ocurrió en el corona y aquello no FUE NORMAL"

Tras 44 años de servicio en el Cuerpo de Bomberos -se jubiló en 2013-, el incendio del Corona es el único suceso de la ciudad en el que no intervino directamente por encontrarse fuera de Zaragoza aquel mes de julio

Entró en el Cuerpo de Bomberos en 1973 y está jubilado desde 2013. A sus 68 años, Carlos Cristóbal ha pasado 40 de ellos de servicio y el incendio del Corona le cogió estando de vacaciones, aunque llamó enseguida para volver desde Tarragona. “El compañero que me atendió al teléfono me dijo que no hacía falta que fuera, que lo que tenía que ocurrir ya había pasado y estaba todo controlado”, apuntó. Al día siguiente dio con una fotografía en HERALDO, en la que se veía que el fuego afectaba desde la esquina de la cafetería hasta la puerta de entrada del hotel y todavía no había ningún vehículo de bomberos, a pesar de que estaban a 200 metros. “Me hizo pensar y estuve mucho tiempo dándole vueltas porque aquello no había sido normal. Apenas llegaron en un minuto o un minuto y quince segundos, por eso tenía importancia esa imagen”, reconoció.

Cristóbal, que estuvo prestando servicio en los atentados de ETA en la avenida de Cataluña y San Juan de los Panetes, comentó el suceso con loscompañeros que fueron al Corona y llegó a la conclusión de que “no hay propagación tan rápida por medios normales que pueda llevar esa velocidad”. Recuerda que como bombero ha visitado muchas churrerías: "El típico churrero con su local que echaba litros de aceite, encendía y si era de madrugada, en algún caso se quedaba dormido y aquello ardía. Quedaba grasa acumulada, de todo, pero algo de esta magnitud nunca había pasado en una churrera”, admite.

Por eso, el bombero tiene muy claro que “allí hubo acelerantes”. Poco tiempo después leyó el primer informe que realizó Augusto García Hedgart, entonces jefe del Cuerpo de Bomberos, y confirmó que había defendido esta tesis por la rapidez en la extensión del fuego.

"El helicóptero provocó mucha mayor virulencia del fuego en la última planta, pero si ponemos en la balanza los rescates efectuados, mereció la pena" 

Acerca de la ayuda americana de los bomberos de la Base de Zaragoza, matiza que en realidad eran españoles. “Esas personas estaban entrenadas para extinción de incendios en aeronaves, sabían los puntos para abrir una cabina, extraer a un piloto, inundar de espuma una pista, pero el Corona era distinto. Esto era un incendio urbano y había que estar acostumbrado como lo estábamos nosotros”, destaca.

Por eso, Carlos Cristóbal cuenta que cuando los bomberos de la Base se encontraron con el pavoroso incendio "se agruparon en la primera planta y su intervención, básicamente, se centró en los rescates del helicóptero en la terraza, aunque provocaron mucha mayor virulencia del fuego en la última planta. Pero hay que poner en la balanza los rescates efectuados. Mereció la pena”, defiende. 

Este bombero, que llegó a ser suboficial de guardia, intervino en graves sucesos en Zaragoza entre los años de la Dictadura y la Transición, algunos conocidos y otros ocultos de los que no se enteró la ciudadanía ni la prensa. Uno de ellos ocurrió en el gasómetro del paseo de la Mina, en el año 74, donde se colocó un explosivo. “Estuvimos movilizados y me tocó estar en la calle de Moret. Se detectó una bomba una tarde, vino la Policía, nos juntaron a los que estábamos de guardia, se recogió y los desactivadores se la llevaron a Valdespartera. Nadie se enteró”, desvela. 

También estuvo en la tragedia de Tapicerías Bonafonte del 11 de diciembre de 1973. "La causa fue fortuita y la puerta se cortó de inmediato”, asegura Cristóbal, aunque en su momento los bomberos fueron criticados por tardar en abrir el acceso de la rampa donde, al entrar, aparecieron los primeros muertos. 

La tragedia del Corona sirvió para dictar una nueva ordenanza contra incendios en Zaragoza que fue "la normativa básica más dura de España"

“Ese día estuve desde las 6.00 hasta las 22.00. Cuando pasó aquello, el jefe de Bomberos quiso dimitir y en el Gobierno Civil le dijeron que había que dejar morir el tema, que ni él podía dimitir ni los bomberos podían hablar con los medios de comunicación. Durante dos meses estuvimos escoltados por la Policía en los siniestros porque la gente nos quería pegar”, revive.

Al comparar esos sucesos con el incendio del hotel Corona, Carlos Cristobal considera que “en su momento no interesó decir lo que posteriormente se ha dicho, pero algunos, desde el primer día, tuvimos la sensación de que aquello no era normal”. 

Rafael Soteras Escartín: “El incendio del Corona fue el gran atentado de la Transición”

Esta semana se cumplen 44 años del suceso. El fiscal e hijo del juez instructor del caso, defiende que su padre concluyó que el fuego se propagó con napalm y amonio

¿Dónde le cogió el incendio del Hotel Corona?

Yo estaba estudiando cuarto de Derecho y acababa de terminar el curso. Mi padre Rafael Soteras Casamayor estaba de guardia el día que ocurrió el incendio del hotel Corona de Aragón (12 de julio de 1979) como magistrado juez titular del Juzgado de Instrucción 1 de Zaragoza.

¿Vivió con su padre toda la instrucción de un caso histórico para Zaragoza?

Fue una vivencia personal y a la vez académica porque lo vivimos intensamente en mi casa y yo, al ser estudiante de Derecho, más cercano a las experiencias diarias que tuvo mi padre en la instrucción compleja de este sumario.

El suceso parece que superó a los bomberos y eso que apenas estaban a 200 metros. 

Mi padre se encontró con un caso excepcionalmente complejo, donde había que analizar todas las causas de aquel incendio rápido, sorpresivo y no proporcionado al motivo originario que se apuntaba (la churrera) en aquel momento. Era difícil también porque había muchas víctimas, las compañías de seguros y los propietarios del Corona, etcétera.

¿Qué les transmitió su padre de lo que pensó sobre el motivo del suceso?

Nuestro padre tuvo la convicción de que había que realizar un trabajo muy riguroso y fruto del resultado de la investigación, entre los especialistas técnicos y los testigos directos del suceso, de que la causa del incendio fue exógena. Debido a la trascendencia que tuvo por la cantidad de muertos y heridos que se registró, había que llegar a la conclusión final certera de lo que ocurrió. No se podía hacer afirmaciones a la ligera, excusas que resultaran verosímiles o se tapara el cielo con la mano, sino todo lo contrario. Había que averiguar la verdad de lo que pasó, desde el punto de vista jurídico.

De hecho, dictó un auto inhibiéndose de la causa para que la Audiencia Nacional lo investigara al entender que no le correspondía porque fue un atentado…

Mi padre encargó una gran variedad de informes periciales, además de las pruebas testificales y los aportados por las partes, y todos salvo uno, que era de menor entidad y profundidad, desde el punto de vista científico. Los informes se decantaron por un factor exógeno, ajeno al incendio de lo que fue la churrera de la cafetería (Picadillys). Los expertos que más lo precisaron fueron los de la Compañía del Gas, Gabinete de Seguridad e Higiene en el Trabajo, Laboratorio de Químico Militar del Ejército y hasta un informe técnico de una Compañía de Seguros Holandesa. Apuntaron que en los codos o los extremos de las salidas de aire acondicionado del edificio y en la parte central de las escaleras se había colocado unos recipientes de uno a dos kilos que contenían fundamentalmente napalm y nitrato de amonio, junto con otros elementos de menor entidad, como aluminio y magnesio. Estas sustancias se caracterizaban porque propagaban el fuego a una gran velocidad y potencia. Además, tenía la peculiaridad de que no dejaban rastro y desaparecieron. Hacía falta unos mínimos conocimientos para llevar a cabo esta mecánica destructiva.

El fiscal Rafael Soteras, hijo del juez que llevó el caso del incendio del Corona
El fiscal Rafael Soteras, hijo del juez que llevó el caso del incendio del Corona
Oliver Duch

¿Estos informes le condujeron a concluir que no fue un incendio accidental, como defendió el gobernador civil Francisco Laína, sino provocado?

Claro, con esos informes de base, mi padre dijo que había unos elementos exógenos que provocaron el incendio y no se conocía la autoría, pero agregó que debía obedecer a una organización terrorista. Sobre todo porque en esos días ETA se había atribuido el atentado en varias llamadas a medios de comunicación extranjeros, donde encontraban más eco que en los nacionales (Radio Bayona, entre otros). Mi padre dictó dos autos: uno en el que apuntaba que se había producido un delito de varios homicidios y lesiones, y otro de incendio, que fue a la Audiencia Provincial y solo contemplaron que se produjo un incendio para que siguiera la instrucción; y el segundo en el que se atribuyó a una banda terrorista  se remitió a la Audiencia Nacional, pero lo devolvió porque no había pruebas suficientes.

¿El juez Rafael Soteras tuvo que cerrar la instrucción en contra de su voluntad, entonces?

Pues sí, porque el instructor se tiene que ajustar a las autoridades superiores.

¿Lo curioso es que el juez civil Santiago Pérez Legasa y la Sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Supremo siguieron la tesis de la causa exógena de su padre, y solo se ha bloqueado en la vía penal en todos estos años? ¿Es duro reconocer la verdad para el Estado?

El Derecho no es una ciencia exacta. Las distintas jurisdicciones contemplan diferentes aspectos, pero en términos llanos o generalistas vinieron a reconocer la misma conclusión que mi padre. En primera instancia de la vía civil, el magistrado Santiago Pérez Legasa reconoce que al no tener responsabilidad la empresa del hotel por haber una causa exógena no tienen las compañías de seguros que asumir las indemnizaciones. Luego la Administración del Estado les reconoce la situación de víctimas de terrorismo (desde el año 2000) y además les indemniza en calidad de tal. Por una vía indirecta y en última instancia, se les reconoce la justicia, aunque de manera parcial porque se resarce a los afectados pero no se castiga a los culpables.

¿Cree que el incendio del Corona fue el gran atentado de la Transición?

Pues en gran medida y por las fechas en las que se produjo y por la cantidad de víctimas, el incendio del Corona fue el gran atentado de la Transición.

¿El objetivo pudo ser provocar un golpe de Estado como el que se produjo un año y medio después en el Congreso?

Es una hipótesis, pero hay que tener en cuenta que se entregaban los despachos de teniente en la Academia General Militar y además era un edificio donde se hospedaban las familias de estos, y entre ellos estaba el nieto de Franco, cuya familia se encontraba alojada en el hotel.

¿A su padre, cómo le reconocieron su labor?

Mi padre murió en 1985 y me consta que tuvo mucho agradecimiento por parte de las víctimas y en general se institucionalizó. Además, con el alcalde de Zaragoza, Ramón Sainz de Varanda, que era amigo suyo, estuvo profundamente agradecido y el sentimiento era recíproco porque el Cuerpo de Bomberos y el Ayuntamiento se portaron de manera ejemplar. También los bomberos de la Base americana. Recibió correspondencia de extranjeros que se encontraban en el hotel. Y le dieron la segunda medalla de Raimundo de Peñafort, que profesionalmente es el mayor reconocimiento dentro de la Administración de Justicia y está muy valorada. Pero sobre todo, le quedó la satisfacción del deber cumplido a plena conciencia.

¿Y el embajador de Estados Unidos le remitió alguna carta?

Sí, el propio embajador le envió una misiva por las facilidades prestadas desde el juzgado para que pudiera volar el helicóptero para rescatar a los que pudieron subir a la azotea del hotel. Hubo trabas porque tenían que aterrizar en el patio trasero de la Delegación de Hacienda y el delegado fue objeto de determinadas críticas, que pude escuchar en una conversación entre él y mi padre ese año (1979) o el siguiente.

La colaboración de los bomberos norteamericanos fue importante aunque levantaba el viento en la parte superior del hotel…

Los militares norteamericanos se jugaban la vida descolgándose del helicóptero para salvar a las personas y las corrientes de aire caliente que se forman no eran aconsejables para manejar la aeronave, más encima de un edificio en llamas.

¿Levantará un día el Estado el velo del incendio del Corona?

No lo sé. En la medida que es un tema de terrorismo, que afortunadamente ha concluido, al menos el de ese tipo, pero sin embargo tiene secuelas y trazos todavía vigentes. No sé si habrá interés en resucitar un tema del que han pasado 40 años. Tengo mis dudas.

el error del muerto 78

¿Quién será el muerto 78 del incendio del hotel Corona? Nadie lo sabe y el cadáver se quedó en la fosa común del cementerio de Montjuic. 

No estaba identificado, pero la familia del empresario José Domingo Pujadas lo enterró por error hasta que se reconocieron realmente los restos del fallecido en el suceso de Zaragoza.

La familia de Pujadas atendió en 2019 a HERALDO. Habló su cuñado Carles Azemar. No quiso profundizar en los detalles de la confusión del cadáver de José Domingo Pujadas, tras publicarse un edicto del juez instructor Rafael Soteras con una foto del fallecido en el que se pedía ayuda en su identificación, días después de haber recibido el primer cadáver y enterrarlo con todos los honores.

“Fue tremendo y lamentable. Se confundieron de muerto y fuimos a ver al fiscal general del Estado, pero no nos hizo ningún caso. El Estado no asumió el error y por eso no nos dieron más indemnización que a los demás cuando las víctimas fueron reconocidas (en el año 2000)”, explica Carles Azemer.

"Se confundieron de muerto y fuimos a ver al fiscal general del Estado, pero no nos hizo ningún caso"

Los familiares del empresario catalán no han querido hacer declaraciones hasta ahora tras haber sido doblemente envueltos por el drama. Las autoridades entregaron el cuerpo del empresario a su familia -así se creyó en un primer momento- el 12 de julio de 1979, pero el día 24 se publicaron los anuncios con el edicto enviado por el Juzgado de Instrucción número 1 de Zaragoza en diarios como HERALDO DE ARAGON y ‘La Vanguardia’, en los que se ofrecían datos como la foto y se aludía a una pertenencia: un reloj Favre Leuva. “José Domingo Pujadas tenía un familiar en Zaragoza que lo reconoció en la imagen y llamó a sus hermanos. Es una familia muy conocida en Barcelona”, explica María Gracia Roca, la viuda de Francisco Sidera.

El segundo cuerpo fue trasladado entonces a Barcelona y quince días después se enterró en el cementerio de Montjuic, aunque no se cambió la placa del primer fallecido cuyo cadáver, al parecer, estaba carbonizado. De hecho, ‘La Vanguardia' publicó que durante 21 años hubo dos sepulcros con el mismo nombre del muerto (José Domingo Pujadas) y nadie pagó la primera tumba hasta que Pompas Fúnebres desalojó el nicho en el año 2000 y depositó estos restos en la fosa común.

Además, en la ficha del cementerio que corresponde al desconocido muerto 78 del Corona figura que oficialmente procedía del tanatorio del hospital Vall d’Hebron de Barcelona, y que había fallecido por una enfermedad, no en un incendio. He aquí una nueva incógnita ¿Quién era este muerto 78?

CRÉDITOS:

Textos y entrevistas: Ramón J. Campo y Pedro Zapater. Vídeos: Alfonso Millán y Mariano Millán. Fotografías e imágenes de vídeo: Archivo HERALDO/Bernardino Ruiz/Archivo Histórico Municipal de Zaragoza/Bomberos de Zaragoza