El busto a Cristian Álvarez... de bronce no, mejor de plata

El rendimiento del portero argentino en las últimas jornadas, más allá de los dos penaltis decisivos parados en su día al Sporting y Córdoba, alcanza cotas sublimes.

Momento en el que Cristian Álvarez detiene, a bocajarro, el cabezazo de Fali el pasado sábado en Tarragona (izda.). A la dcha., la pieza informativa del pasado 27 de enero publicada sobre el portero zaragocista en Heraldo.es.
El busto a Cristian Álvarez... de bronce no, mejor de plata
Nástic web/Heraldo.es

Que Cristián Álvarez está que se sale es vox pópuli entre el zaragocismo hace ya unas cuantas semanas. Hacía muchos años que no cundía la sensación generalizada de que el portero del Real Zaragoza es decisivo, crucial en el desarrollo de la mayor parte de los partidos, piedra angular del sistema táctico del entrenador, un baluarte de enorme peso específico en cada jornada. Quizá no se veía algo así desde aquella buena racha que tuvo Roberto Jiménez en la salvación del penúltimo año en Primera, cuando la remontada final que acabó en Getafe. O, antes, desde el punto de cresta de rendimiento de César Sánchez en el último Zaragoza con estrellas -de nombre y nómina- antes del descalabro societario que se inició hace ya una década cuando el agapitismo empezó a quebrarse irremediablemente.

Se sugería en este espacio de HERALDO hace 25 días, tras el partido Real Zaragoza-Córdoba del 27 de enero, que Cristian Álvarez estaba en camino de que el zaragocismo pudiera barajar en breve tiempo la colocación de un busto de bronce en algún sitio visible en agradecimiento a los puntos vitales que estaba dando al equipo en tiempos de muchísimo peligro en la clasificación y de tremendas dudas en el juego y la solvencia en los resultados. Venía de parar un penalti a los cordobeses, en el minuto 78 que, con el marcador 1-0 a favor, acabó siendo decisivo para no dejar de ganar 3 puntos de alto valor estratégico ese día, ante un rival de los de la cola que hacía peligrar el punto de equilibrio y estabilidad de las entrañas blanquillas. Y esa acción llamativa, además, era la segunda en pocos días, pues antes de la Navidad, en Gijón, el cancerbero sudamericano había hecho lo mismo al salvar el fundamental triunfo por 0-1 en El Molinón tras detener otra pena máxima al jugador del Sporting Michael Santos ya en el minuto 86.

Por si alguien está tomando las medidas y el anteproyecto del busto está en marcha, lo ocurrido en las últimas semanas, más allá de estos dos detalles de los penaltis parados en días de honda trascendencia por Cristian Álvarez, merece una reforma en el apartado de materiales. En vez de bronce, hablemos de plata. El argentino se ha ganado en los últimos partidos una valuación de su figura a base de paradas y paradas de gran mérito, en momentos culminantes de los partidos de Alcorcón -donde ayudó a sujetar el milagroso 1-1 final, frente al Lugo en La Romareda y, sobre todo, este sábado último en Tarragona, con el 0-2 final que relanza al Real Zaragoza en la tabla.

De él se acuerdan en los últimos 25 días, comiéndose los puños, los cordobesistas Alfaro, Galán y Jovanovic; los alcorconenses Jonathan Pereira y Sangalli; los lucenses Christian Herrera, Pita, Chuli y Fede Vico; y los tarraconenses Álvaro Vázquez, Fali, Javi Jiménez, Uche y Barreiro. Si se cuentan y se recuerdan las ocasiones de estos recientes partidos en los que Cristian Álvarez abortó claras ocasiones de gol de todos los citados, el resultado es que el portero del Real Zaragoza evitó una quincena de goles que, en una fase de mal fario, bien pudieron haber entrado en las redes blanquillas, si no todos (que eso es una barbaridad en el índice de acierto rival), un alto porcentaje de ellos. Porque, ciertamente, fueron opciones de gol muy claras en cada caso.

Todo necesita ser analizado en la dimensión debida. Sin exagerar ni ponderar en demasía lo que no tiene más recorrido del que marca el presente del Real Zaragoza. En 2018 no se trata de ganar títulos, de clasificarse para Europa, de derrotar a los grandes transatlánticos de la Liga española. El medio ambiente, el hábitat contemporáneo del cuadro zaragocista es otro, alejado de lo que un día fue y, en el futuro, volverá a ser. Ahora se trata de vivir en Segunda, de crecer paso a paso como bloque y acercarse, lo más aceleradamente posible, a las opciones de ascender de nuevo al lugar natural del club, la Primera División. Y, en ese nivel de exigencias, Cristian Álvarez, el portero llegado en agosto in extremis, está respondiendo de forma sobresaliente a las expectativas.

Su puesto, por la conexión directa que suele tener con los éxitos y los fiascos, revela siempre enseguida el momento de un equipo. Y, en el último mes, la buena reacción del Real Zaragoza, que empieza a tener sus efectos numéricos en la clasificación, va de la mano de las excelentes actuaciones personales de Cristian Álvarez. Su aportación al grupo ya no es de bronce. Cuando menos, el ras pide la plata.

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