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Un monumento al diésel y otras esculturas extravagantes en las calles de Zaragoza

Entre las más de 250 obras esparcidas por la ciudad hay algunas que pasan desapercibidas y otras de lo más discutible y consagradas a conceptos 'random'.

Ferralla sobre el puente, homenaje a los ancianos y monumento al diésel.
Ferralla sobre el puente, homenaje a los ancianos y monumento al diésel.
Heraldo

Cuando uno piensa en las esculturas de Zaragoza enseguida vienen a la mente el Batallador del parque o los leones del puente de Piedra. El caballito de la Lonja, ‘La siesta’ o el Augusto Prima Porta son también obras icónicas de la ciudad. Sin embargo, en las calles hay más de 250 esculturas repartidas por todos los barrios, que poco tienen que ver con bustos de personajes ilustres o alegorías de inspiración clásica. Es más, las hay consagradas a conceptos un tanto discutibles y con una factura técnica que también plantean ciertas dudas. ¿Cuáles son los monumentos más extravagantes que atesoramos?

Pocos conocerán que existe un monumento dedicado al "depósito de tracción diésel", que en su día se ubicó por el Camino de la Noguera y que hoy está en un cruce de carreteras, algo perdido, en la carretera que conduce a Plaza. La pieza, que según explican en la web Zaragoza Deluxe en su día llegó a estar coronada por un águila, tiene su explicación, aunque para ello hay echar medio siglo atrás en el tiempo. Cuentan que se construyó en los antiguos talleres de locomotoras de vapor del Arrabal con motivo de su desmantelamiento, por lo que "quiso representar la modernización del ferrocarril en la década de 1970". Estos nuevos bríos, sin embargo, durarían poco porque el llamado ‘depósito mixto’ no tardaría en llegar. El caso es que esta pieza, según informa Milagros Santos Dolz en el catálogo de Escultura Urbana de Aragón, está hecha esencialmente de hierro y en ella aparece un pistón que sujeta una placa con dos locomotoras. En el monolito el logotipo de Renfe es de los antiguos, lo que ayuda a ubicar también este caduco monumento en la época.

El monumento al diésel cuando estaba en los almacenes ferroviarios.
El monumento al diésel cuando estaba en los almacenes ferroviarios.
Zaragoza Deluxe

Esta curiosa excentricidad puede relacionarse con otras esculturas que en su día fueron un canto a la modernidad y los avances tecnológicos (véase el memorial de Einstein) o, también, con elementos más prosaicos como el antiguo surtidor de gasolina que durante años se aferró a la plaza de Huesca de Las Delicias y que los vecinos consideraban también una suerte de monumento. Por cierto, la escultura de los cubos (‘Fuente cúbica’, de Teodoro Usón, de 1980) que estaba hasta hace nada en la plaza de Ibercaja, por la que muchos preguntan, es propiedad de Fundación y tras retirarse fue entregada en Cogullada.

El surtidor de Las Delicias y la 'Fuente cúbica' de Ibercaja.
El surtidor de Las Delicias y la 'Fuente cúbica' de Ibercaja.
Heraldo

Entre la "naturaleza variopinta" del arte urbano de Zaragoza conviene detenerse en lo que han sido pequeñas expresiones espontáneas de -vaya usted a saber- una suerte de Banksy locales. Durante años un artista desconocido fue dejando por el Canal y el barrio de Torrero decenas de creaciones de metal, algunas de las cuales se retiraron pero otras se han hecho fuertes en el imaginario colectivo, por ejemplo, de los vecinos de la avenida de América. Parecía un ejemplo de ‘art brut’ y las piezas de metal surgían de la noche a la mañana en vacíos urbanos, bancos de piedra o, incluso, las barandillas de los puentes. Desde el área de Cultura explican que "aparecen por oleadas" y que las brigadas municipales las van retirando, después de comprobar que no forman parte de intervenciones artísticas programas en la ciudad. Y ojo, que nadie piense aquello de ‘ancha es Castilla’, pues la ordenanza cívica -en el artículo 12 de su capítulo tercero- prohíbe "las conductas inadecuadas en el uso del espacio y mobiliario urbanos que puedan generar deterioro", por lo que los artistas aficionados que planten sus esculturas con nocturnidad y alevosía se enfrentan a multas de hasta 300 euros.

¿Otros monumentos singulares que llamen la atención o puedan confundir al viandante? En el parque Grande se reúnen unos cuantos… En el jardín botánico – que afronta una inminente reforma- está la ‘Clepsidra’, un reloj hidráulico diseñado por Rafael Barnola -autor innumerables fuentes ornamentales en la ciudad- que funciona con el engranaje de una noria. Quienes no reparan en que están marcadas las horas y los minutos pueden pensar que el monumento es un extraño mapa del tesoro de algún planeta incógnito.

Una de las misteriosas esculturas que aparecieron plantadas en Torrero.
Una de las misteriosas esculturas que aparecieron plantadas en Torrero.
Guillermo Mestre

No muy lejos está el ‘Niño con estrella’, con el que un jovencísimo Ángel Orensanz (la obra es de 1967) quiso hacer un homenaje a Rubén Darío. No, no se trata de una metáfora de que España no tiene especial suerte en Eurovisión como podrían pensar los ‘millennials’. Sin abandonar la zona verde, otro monumento discutido es el de Paco Martínez Soria y no porque el cómico no lo merezca sino porque el supuesto telón de cemento que lo rodea parece más bien una campana extractora de humos. A las puertas del parque Grande, o más bien al final de Fernando el Católico, se encuentra también una reciente adquisición: una escultura de bronce y acero que simboliza "el esfuerzo de los mayores por construir una sociedad mejor" y que causa, cuanto menos, asombro.

"A finales del siglo XIX y principios del XX, los monumentos eran 'públicos' porque en muchas ocasiones eran sufragados por iniciativas populares (corporaciones, asociaciones, colectas...) como ocurre con muchas piezas del centenario de los Sitios de Zaragoza. Hoy en día los monumentos son públicos porque todos los disfrutamos o los sufrimos", comenta la doctora en Historia del Arte Natalia García, que justifica así cómo los ciudadanos en ocasiones "no los sienten como propios e incluso los pueden percibir con un cierto rechazo".

La dama de la rotonda de Toulouse y la mano de la de Ranillas.
La dama de la rotonda de Toulouse y la mano de la de Ranillas.
Heraldo

Estos ‘disgustos’ suelen darse en la forma en la que se ornamentan las rotondas y sabido es que existen decenas de localidades que parecen disputarse tener la rotonda más fea de España. En este caso -explican los expertos- juegan dos factores: poner algo llamativo para que a primera vista el conductor aminore la marcha y que los costes de mantenimiento no sean altos.

En el grupo de investigación Observatorio Aragonés de Arte en la Esfera Pública se han analizado no pocas rotondas aragonesas de las que algunas cuentan con su beneplácito (las de Arcosur son "identitarias" y en Huesca también hay "nivel") pero otras -como la de los joteros de Actur- no superan el aprobado.

"Los niños cuando ven este tipo de obras en la calle juegan a identificar de qué se trata porque las alegorías con acero corten dan para muchas interpretaciones", comenta el profesor Manuel Alcalde. Así, como si fueran las formas de las nubes, hay quienes ven tres espadas en las pirámides del monumento a la Constitución o un jamonero en las metáforas del cierzo. La 'Dama de hierro' de la plaza de Toulouse ha sido comparada con Mazinger Z y aparece en una encuesta de internet sobre Miss Horrortonda. También es discutible la obra de Fernando Navarro que simboliza una puesta de sol entre montañas en el cruce de Los Enlaces, aunque parece haber inspirado a los creadores de los 'pinball'.

"Una de las rotondas más inquietantes es la de la avenida de Ranillas, con lo que parece un homenaje a la mano andante de 'La familia Addams'", bromea la artista Rosa Gamón, sobre una pieza que el escultor Michael Winstone hizo para la Expo de 2008. Precisamente aquel año las riberas se embellecieron con un buen montón de intervenciones artísticas, que han tenido diversa suerte en lo relativo a su mantenimiento. "La cara movida entre los puentes de Santiago y de Piedra también es otra de mis preferidas", dice Gamón sobre "un perfil desfigurado por el viento", obra de Tony Cragg, que se puede ver en la trasera del Pilar.

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