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Aragón y sus rotondas, un pastiche estético de campeonato

La Xunta de Galicia apuesta por que todas las glorietas de las carreteras de su competencia mantengan una misma estética. ¿Podría aplicarse semejante idea en los cientos de rotondas que pueblan Aragón? ¿Por qué algunas son tan amigas de las esculturas grotescas?

Una de las rotondas más icónicas de Aragón, la que está junto al Hospital San jorge de Huesca.
Una de las rotondas más icónicas de Aragón, la que está junto al Hospital San jorge de Huesca.
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Ya ha encargado distintos diseños con una misma directriz: que incluyan elementos de jardinería de escaso mantenimiento y que aparezca el nombre de la localidad en letras blancas. La consejería de Infraestructuras de la Xunta de Galicia ha decidido que va a unificar los criterios estéticos de todas las rotondas que dependen de su gestión para acabar con el confuso e indeseado batiburrillo de estilos que va de una carretera a otra. Argumentan que no solo es una decisión estética sino que también se ahorrarán costes de mantenimiento porque la gestión de un mismo modelo resulta más sencillo y práctico para las administraciones.

¿Copiarán las fórmula otras comunidades? ¿Sería posible hacerlo en Aragón con el auge de las glorietas que conllevó la creación de nuevos barrios? El debate está en la calle (y en las redes) desde hace muchos años. De hecho, conocida es la fiebre constructora de rotondas los años previos a la crisis y hay páginas web como Nación Rotonda que se dedican a analizar las más logradas y también las más nefastas.

A la luz de esta nueva iniciativa, la de armonizar pavimentos y elementos decorativos, también se están confrontando opiniones a favor y en contra en las redes. Unos aseguran que no tiene sentido que “cada rotonda sea de su padre y de su madre” y que qué sucedería si hubiera mil y un tipos de semáforo, mientras que otros consideran que unificar rotondas es una idea descabellada porque cada carretera depende de una administración distinta y las consideran incapaces de converger hacia un único modelo. En el caso gallego no es que vayan a cambiar todas las ya existentes pero sí se aplicará un único criterio en las de nueva construcción y se impondrán también estas normas en las de los nudos viales que se vayan reformando.

En Aragón la casuística ‘rotondera’ es casi infinita. Solo en la provincia de Zaragoza existen casi medio millar y muchos lectores recordarán la viñeta en la que el humorista gráfico Forges bautizaba a Huesca como ‘rotonda’s city’. Teruel tampoco se queda corta y los vecinos del barrio de Fuenfresca pueden dar testimonio de lo que se atravesar (vaya, rodear más bien) decenas de glorietas a diario. Esta fue un área pionera en España pues se diseñó hace casi 40 años con una trama de calles a base de glorietas -de cinco metros de radio- y sin apenas una vía principal sobre retícula como se hacía hasta entonces.

Los expertos en movilidad cantan las loas de las rotondas porque los datos demuestran que reducen el riesgo de accidentes mortales. Los detractores de este elemento de regulación del tráfico -también con razón- explican que suelen generar atascos y que fomentan las colisiones laterales. En cualquier caso, lo propio sería estudiar su idoneidad caso por caso porque en Zaragoza, por ejemplo, no es lo mismo la de la plaza de Europa (capaz de absorber hasta 78.000 vehículos diarios gracias a su diseño y su gran diámetro) que la de la carretera de Castellón con la Z-40, que suele estar colapsada y genera importantes embotellamientos. También hay quejas por la glorieta semiabierta de la N-125 que da acceso al aeropuerto y tampoco acaba de convencer las medias lunas de Valle de Broto.

En las tres capitales de provincia las rotondas se han impuesto en los nuevos barrios, aunque con desigual fortuna en lo que a seguridad vial se refiere. Explican los urbanistas que suelen utilizarse para acabar con los puntos negros porque “construir una rotonda cuesta menos tiempo y dinero que abrir un paso elevado o subterráneo e, incluso, que regularlo mediante semáforos”. Son útiles también para eliminar los choques frontales, si bien resultan incómodas para los peatones, que se ven obligados a cruzar varios pasos de cebra y no tienen manera de ‘alcorzar’.

Harina de otro costal es el argumento de que “las rotondas han creado un paisaje urbano monótono” porque en lo que a su decoración se refiere hay aciertos y desmanes para todos los gustos. En caso de unificar criterios se acabaría con este pastiche ornamental pero también -quizá- con parte del colorido del paisaje urbano, pues una rotonda sin escultura parece que es como un jardín sin flores. Esculturas de hierro, madera, aluminio… Todo material resistente parece aplicable a una glorieta, en las que se han llegado a invertir auténticas fortunas para que queden ‘pintonas’.

Trabajos de reparación de la escultura de los Danzantes, obra de de García Plana.
Trabajos de reparación de la escultura de los Danzantes, obra de de García Plana.
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Existen un puñado de rotondas icónicas -para bien o para mal- en la Comunidad. Una de las que más gustan es la de la avenida de los Danzantes de Huesca, cuyas esculturas son obra de Vicente García Planas, y que reconoce -incluso- el Observatorio Aragonés de Arte en la Esfera Pública. También convence la de los mojones kilométricos que saluda en la entrada del Hospital San Jorge. Se trata de un monumento que parte de un diseño realizado por Isidro Ferrer para el cartel del festival de Periferias de 2001. “Es un claro ejemplo de ornamentación con bajo presupuesto al tiempo que se distancia del mero monumento 'in memoriam'», explican.

Entre las más discutibles figura la pretenciosa rotonda de La Muela con tres caballos enjaezados. Lo cierto es que el conductor reduce la velocidad por pura extrañeza (cuando no por susto). Resulta algo ‘creepy’ y, sobre todo, parece fuera de lugar para una zona de amplia visibilidad donde no hay una intersección de carreteras propiamente dicha. Otras que también disgustan a muchos zaragozanos son la de la avenida de Ranillas que simula la raíz de una manglar (o algo parecido) y la llamada ‘Dama de hierro’ de la plaza de Toulouse, que incluso aparece en alguna encuesta de internet donde se busca la Miss Horrortonda. Desde luego, si el objetivo es que el conductor identifique un elemento extraño y aminore la marcha, esta suerte de Mazinger Z cumple de sobra su propósito.

La rotonda con los tres fastuosos caballos de La Muela.
La rotonda con los tres fastuosos caballos de La Muela.
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En los últimos días también se han viralizado otras rotondas a nivel nacional por sus muy diversos despropósitos. En los informativos -incluso en un monólogo de Andreu Buenafuente- se ha destacado el caso de una rotonda valenciana con mirador incluido cuyo coste superó los 24 millones de euros. Incluye torreón, fuentes y un pasillo subterráneo y no deja de ser un despilfarro más de la época de vacas gordas que, pese a que se proyectó hace más de 15  años, aún no ha llegado a ponerse en funcionamiento. También es conocida por su escasa beldad la rotonda del ‘coche partío’ de Murcia -ojo que en la Región se reúnen las más controvertidas de España- y otra archiconocida es la del aeropuerto de Castellón, que parece una fallera tras una explosión nuclear a la que se le ha estrellado un avión en la cabeza. Eso por no hablar por los pavos reales de Jaén, que suponemos serán la mascota de algún señalista creativo.

El pequeño engendro que da la bienvenida al aeropuerto de Castellón.
El pequeño engendro que da la bienvenida al aeropuerto de Castellón.
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