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El sanatorio de tuberculosos de Agramonte, un hospital abandonado donde reina el misterio
Este antiguo edificio se encuentra a quince minutos en coche de Tarazona y rodeado de árboles a los pies del Moncayo, en pleno Parque Natural.
Rodeado de un halo de misterio, el sanatorio de tuberculosos de Agramonte es uno de esos lugares abandonados donde se podría perfectamente rodar una película de zombis. Este antiguo hospital está a quince minutos de Tarazona, entre los frondosos árboles de las faldas del Moncayo y en pleno Parque Natural. Su uso pasado, así como su estado de dejadez y su ubicación hacen que este sea destino de curiosos y aficionados al turismo oscuro.
La construcción de este hospital se remonta a la Segunda República, cuyos mandatarios ordenaron levantar este recinto en 1934. Su objetivo era convertirlo en un centro de ocio para la clase obrera dentro de un terreno de 40.000 hectáreas donde se había programado un sanatorio, un hotel y otro espacio para colonias escolares. Pero, con el estallido de la Guerra Civil, los planes cambiaron y, después, el Gobierno franquista expropió el terreno.
Fue entonces cuando la actividad en este siniestro lugar se orientó exclusivamente al tratamiento de enfermos de tuberculosis, con las Hermanas de la Caridad de Santa Ana al frente. Estas llegaron en el año 38 y comenzaron una labor promovida con la ayuda económica de la entonces Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y La Rioja (actual Fundación Ibercaja), que se encargaba de contratar a las enfermeras.
En el sanatorio antituberculosos de Agramonte acababan quienes no podían pagarse el tratamiento de su propio bolsillo y, aunque con el tiempo empezaron a llegar hombres, cuando se puso en marcha solo se atendía a mujeres y niños. Cuando la Seguridad Social empezó a cubrir a los enfermos de tuberculosis, la actividad en este hospital dejó de tener tanto sentido y terminó por cerrar sus puertas en 1978. Tras pasar de manos del Ayuntamiento de Tarazona a otras privadas y volver a las del municipio turiasonense, el complejo se encuentra actualmente en situación de abandono.
En su interior todavía se conserva la estructura de aquella época y algunos de los elementos que se usaban y del mobiliario, lo que le da todavía un punto más de misterio. Contrasta la, entonces, lujosa entrada principal, con los dos pabellones que se construyeron posteriormente para dar cabida a más pacientes. Su estado actual de semirruina no impide a todo aquel que quiera acercarse y entrar. Ni siquiera una valla perimetral que rodea el recinto impide el paso a los curiosos, que se exponen a sufrir algún percance por el estado de las cubiertas y vigas de madera, que se pueden caer. Parte del protagonismo actual de este hospital abandonado lo tienen los graffitis, que inundan las paredes alimentando más todavía al espacio de un aura oscura.
Desde que el Ayuntamiento de Tarazona es el propietario del complejo, se ha intentado recuperarlo como centro turístico, pero el sector privado no ha mostrado interés en invertir en la rehabilitación. Lo más cerca que se estuvo de volver a ver la luz este espacio que nació para sanar a personas fue en 2010, cuando la Fundación 'Maestro Ávila' se interesó por el antiguo hospital para convertirlo en un centro socio-sanitario de asistencia para personas mayores o dependientes. Pero finalmente el proyecto no salió adelante.
Mientras tanto, las leyendas en torno a este lúgubre espacio van creciendo y los visitantes más morbosos no paran de acercarse. Pese a los intentos del Ayuntamiento turiasonense de mantener en pie la valla que rodea el recinto, la curiosidad y el misterio pueden más, llevando incluso a los más osados a grabar la visita y compartir el vídeo de la experiencia en su canal de Youtube.
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