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Dietas milagro: una tentación que va más allá del aspecto físico

Dukan, Atkins o del grupo sanguíneo son la punta del iceberg de un hábito que no tiene en cuenta las características personales y que afecta notablemente a los ámbitos nutricional, psicológico y deportivo.

Las consecuencias de una mala alimentación afectan al ámbito nutricional, psicológico y a la actividad física.
Las consecuencias de una mala alimentación afectan a los ámbitos nutricional, psicológico y deportivo.

Cuando el buen tiempo hace acto de presencia y el verano ya ha terminado de asomar la cabeza, a buena parte de la población le invade una grata sensación al asociar esta época con la realización de los planes de ocio que llevan anhelando un tiempo considerable. Sin embargo, en estas fechas, también es frecuente que muchas personas lleven a cabo –a su manera– la popular ‘operación bikini’ para quitarse de encima los kilogramos de más. No obstante y para conseguir este propósito, a menudo se recurre a las conocidas como ‘dietas milagro’, diseñadas para reducir una cantidad importante de peso en un periodo corto de tiempo y cuyo seguimiento conlleva serios riesgos a varios niveles.

Aunque expertos de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición ya avisaron en su día de que muchos de estos regímenes de moda pueden convertirse en un problema de salud pública porque provocan deficiencias de proteínas, vitaminas y minerales por la falta de consumo de los alimentos y producir efectos psicológicos negativos, multitud de ciudadanos las tienen muy presentes. Dukan, Atkins o del grupo sanguíneo son solo la punta del iceberg de un hábito cuyo principal factor de riesgo reside en que no tienen en cuenta las características de la persona que la sigue.

Cabe destacar también que este tipo de dietas tan estrictas suelen tener un componente psicológico detrás. Diversos estudios han demostrado que las personas que recurren a estos métodos, que prometen resultados inmediatos, suelen tener una distorsión de su imagen personal. Esta problemática suele encontrar su punto de partida en los estereotipos instaurados en la sociedad y los modelos de referencia que esta tiene, que relacionan la belleza con un determinado peso o talla.

Además, otro factor común en este tipo de dietas de choque es la aparición de ansiedad, provocada por una ingesta deficiente, y frustración, al ver que no se cumplen los objetivos o que se produce el temido y habitual efecto rebote. Ambas pueden tener como consecuencia el surgimiento de trastornos más graves, razón por la cual los expertos recomiendan un trabajo multidisciplinar a la hora de comenzar cualquier tipo de régimen en el que se tenga en cuenta el ámbito nutricional, psicológico y deportivo. Estas son las tres bases que sustentan una vida saludable y que no se dan en las famosas ‘dietas milagro’, que también tienen consecuencias a nivel físico. Así, una alimentación incorrecta disminuye el rendimiento y provoca un aumento del riesgo de sobrecargas musculares, entre otros factores.

Comer mal, sea por poco de algunos alimentos o por mucho de otros, está relacionado con hasta 11 millones de muertes en el mundo al año. Esta preocupante cifra fue aportada el pasado mes de abril en un estudio publicado por la revista médica británica The Lancet, que se basó en la recogida de datos sobre la ingesta de 15 nutrientes en 195 países y que reflejó otras afirmaciones de magnitud similar como que una dieta pobre –en los alimentos que deben estar presentes– "es responsable de más muertes que cualquier otro factor de riesgo en el mundo", en palabras del autor principal del artículo, Christopher Murray.

Estadísticas como esta ponen de manifiesto el perjuicio que puede generar una mala alimentación, en la cual las dietas milagro ocupan un lugar destacado. "Cualquier tipo de alimentación que no cumpla con los requerimientos de la persona puede ser peligrosa para su salud. Algunas de las más populares y de las que ya podemos ver sus consecuencias perjudiciales son la Dukan, la Atkins o la del grupo sanguíneo", apunta la dietista y nutricionista Beatriz Magallón, que añade que una alimentación saludable no debe ser concebida sin un buen aporte de frutas, verduras y proteínas de buena calidad, como legumbres o huevos.

En este contexto, otro de los riesgos más conocidos es el efecto rebote. "Cuando sometemos al organismo a una dieta muy baja en calorías y hay una pérdida de peso muy rápida, este reacciona haciéndose más eficiente y gastando menos energía, lo que puede causar serios problemas de salud y provocar un aumento de peso drástico en el momento en el que se vuelven a ingerir cantidades normales de comida", expone la profesional, que aconseja para evitarlo "adaptar la alimentación paulatinamente, adecuarla de forma real a la rutina y siempre con un objetivo a largo plazo".

Sin embargo, cabe destacar también que los hábitos alimentarios cuentan con un sólido componente cultural. En España, por ejemplo, se consume de media el doble de la carne roja que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda ingerir semanalmente y se toman 9,8 gramos de sal al día frente a los cinco aconsejados. "Se debería concienciar a la población del riesgo que conlleva un consumo elevado de carne roja e intentar ofrecerles alternativas saludables, como aumentar el de legumbres, proteína vegetal de alta calidad nutricional o pescado y huevos. En cuanto a la sal, se trata del conservante por excelencia, de ahí que se encuentre en tantos alimentos del supermercado. Pero si en vez de por productos precocinados o procesados nos decantamos por otras opciones más sanas, se disminuirá su aporte de forma notable. Asimismo, también se puede optar por especias a la hora de cocinar en sustitución de la sal", apunta la experta.

Recientemente, también están adquiriendo cada vez más fama técnicas como el ‘mindful eating, cuyos promotores afirman que pretende volver a conectar a la persona con sus sensaciones de hambre y saciedad. "Me parece muy acertada esta idea ya que, en muchas ocasiones, no les prestamos atención y ‘nos están hablando’ en todo momento. Se trata de que seamos conscientes de lo que comemos, pero también de por qué y para qué, pues a menudo lo hacemos por tristeza, aburrimiento, soledad o ira. Y, si tuviésemos más presente lo que sentimos con respecto a nuestro nivel de hambre y saciedad, llegaríamos a controlar mucho mejor nuestra alimentación", afirma Magallón.

Se trata, en suma, de un escenario cuyo futuro no es además nada halagüeño, pues el 80% de los hombres y el 55% de las mujeres presentará obesidad o sobrepeso en año 2030 en España, según un estudio elaborado recientemente por investigadores del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas, una problemática que tiene una notable influencia en los tipos de alimentación que se siguen en el país.

Además, a este incremento del índice de masa corporal de los españoles se suma la falta de actividad física, un aspecto que resulta fundamental, ya que se ha demostrado que no hacer ejercicio puede ser dos veces más letal que la obesidad. Es por eso que no hay que olvidar que para llevar un nivel de vida saludable, el trinomio de nutrición, psicología y deporte es completamente indispensable. Sin embargo, cuando se recurre a dietas ‘milagro’ estas bases se suelen ver afectadas. "Estos tipos de regímenes, que pueden ser peligrosos para la salud, derivar en problemas económicos o tener poca efectividad, afectan directamente al rendimiento físico, ya que aumentan los riesgos de lesión muscular y contribuyen a una bajada del mismo", explica José Manuel Lou, profesor en la Facultad de Ciencias de la Salud y del Deporte de Huesca y miembro del Instituto de Investigación Sanitaria de Aragón. "Para contraerse, el músculo necesita adenosín trifosfato, que se obtiene de forma más eficiente cuando se trabaja en la actividad física intensa mediante el metabolismo de hidratos de carbono. Por eso, un déficit de esta sustancia puede tener riesgo de microlesiones", argumenta Lou. Junto a esta problemática, también se presenta la pérdida de masa muscular. "El organismo quema primero glucógeno muscular, las reservas de azúcares, con lo que se pierde peso muy rápido pero también se repone a gran velocidad, porque realmente no pierdes grasa", explica.

Asimismo, en el caso de las dietas hiperproteicas, los principales riesgos son la sobrecarga renal o hepática. "Es común que en estas dietas no se recomiende la práctica de ejercicio físico, ya que metabolizar esas proteínas produce un nitrógeno en exceso que tiene que ser eliminado por el hígado y el riñón. A este trabajo extra se suma que cuando se hace un trabajo deportivo muy intenso el flujo sanguíneo renal disminuye. Por consiguiente, este hace trabajar al riñón de más y con poco aporte de sangre", apunta el experto.

Por otro lado, el ámbito psicológico ocupa un lugar destacado en este ámbito. "Una dieta restrictiva a corto plazo podría ser considerada una conducta de riesgo, ya que puede derivar en inestabilidad emocional", explica el psicólogo Fernando Gimeno.

"En ocasiones, quien acude a una ‘dieta milagro’ suele tener un problema de distorsión de su imagen corporal, y este tipo de soluciones pueden derivar en un trastorno", afirma. Una concepción en la que la opinión de terceras personas y los estereotipos de belleza establecidos juegan un papel clave. Por ello, cuando se busca una pérdida de peso es importante realizar un tratamiento multidisciplinar en el que además se aprendan otros aspectos que refuercen la autoestima, como la gestión del tiempo o las relaciones sociales.

Aunque, a nivel anímico, la ansiedad suele ser uno de los grandes problemas. "A menudo se busca en la comida la ayuda para aliviar situaciones de amenaza, incertidumbre o angustia ya que, a nivel fisiológico, da sensación de saciedad y tranquilidad. También se recurre a alimentos con un alto nivel calórico, lo que provoca un sentimiento de culpa y puede derivar en conductas compensatorias, como vómitos, laxantes o sobrecargas de actividad física", indica el doctor.

Para evitar estas ‘purgas’, existen tres tipos de prevención: la primaria, que se consigue mediante la educación en centros o referentes cercanos, enseñando a los niños a aceptarse tal y como son; la secundaria, que reside en las personas que son capaces de detectar que alguien de su entorno comienza a tener desajustes alimentarios; y la terciaria, que implica el tratamiento del problema.

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