Más de un 4% de las jóvenes aragonesas sufre trastornos alimenticios

“Uno de los problemas en el origen de estos trastornos son los cánones de belleza irreales que nuestra sociedad impone a través de anuncios, modelos o famosas de delgadez extrema”.

Los trastornos alimenticios son la tercera enfermedad crónica más frecuente entre adolescentes.
Los trastornos alimenticios son la tercera enfermedad crónica más frecuente entre adolescentes.
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Los trastornos alimenticios son enfermedades que afectan y alteran la conducta de alimentación de las personas. En España alrededor de 400.000 personas padecen algún trastorno de la conducta alimentaria, de los que 300.000 son chicos y chicas de entre 12 y 24 años, según datos de la Fundación Fita y de la Asociación española para el estudio de estos trastornos.

En Aragón, se estima que entre el 4 y el 6% de mujeres en una franja de edad de entre 12 y 21 años sufren trastornos alimentarios, siendo para los varones adolescentes en torno al 0,9%, según datos de la Fundación APE de Aragón, una organización que contribuye a la prevención y erradicación de los trastornos de conducta alimentaria.

¿Cuáles son los trastornos alimentarios más frecuentes en los jóvenes?

Los trastornos alimenticios son la tercera enfermedad crónica más frecuente entre adolescentes. “Dentro de los trastornos a los que se dirigen las actuaciones de Fundación APE, el más habitual sería el denominado Trastorno de la Conducta Alimentaria no especificado (TCANE). Este trastorno se refiere a que existen síntomas relacionados con la conducta alimentaria, pero no cumplen suficientes criterios para diagnosticar anorexia nerviosa o bulimia nerviosa. El hecho de que el TCANE sea un cuadro incompleto de anorexia o de bulimia no quiere decir que no sea grave o que no necesite tratamiento”, explica Maite Zapata Usábel, Presidenta de Fundación APE y Psiquiatra Infanto-juvenil HCU.

¿Qué síntomas pueden ayudar a detectar este tipo de trastornos?

“Para detectar este tipo de trastornos un síntoma muy claro en la anorexia nerviosa sería la pérdida importante de peso, hasta estar en un peso bajo en comparación con los valores de referencia según la edad. Hay una restricción alimentaria, se saltan comidas, disminuyen las raciones o evitan alimentos “que engordan” o comen sólo alimentos “light”. También cambian sus hábitos alimentarios, aumentando los tiempos en los que realizan las comidas o cortando todo en trozos pequeños, desmigajando… Podemos encontrar vestigios de comida o vómitos, visitas más frecuentes al baño (para vomitar) o un repentino y exagerado ejercicio físico. También síntomas y signos físicos, como la sensación de frialdad, caída del pelo y amenorrea entre otros. Además, no podemos olvidar los síntomas psicológicos, porque con frecuencia aparece un cambio en el carácter, con mayor irritabilidad (principalmente en los horarios de comida), bajo ánimo y tendencia al aislamiento social”, explica la doctora Zapata.

¿Cómo desarrollar la autoestima en estos casos?

“En el desarrollo de una buena autoestima podemos ayudar todos, desde los padres, educadores e incluso los medios de comunicación. Los padres deben ayudar a sus hijos a que descubran y acepten tanto sus capacidades como sus limitaciones, y que aprendan a sentirse bien consigo mismos. También es importante que se establezca una buena comunicación que favorezca que soliciten ayuda. Además, uno de los problemas en el origen de estos trastornos y que afectan a la autoestima en los adolescentes, son los cánones de belleza irreales que nuestra sociedad impone a través de anuncios, modelos o famosas de delgadez extrema. Por ello, es importante promover imágenes corporales realistas, divulgar estilos de vida y hábitos alimentarios saludables, evitar promover conductas de riesgo y potenciar la autoestima de la persona más allá de la apariencia física. En la página web de Fundación APE hemos colgado un decálogo de consejos preventivos”, prosigue la doctora.

La información juega un papel muy importante a la hora de ayudar a las personas que sufren este tipo de trastornos. “Que las personas estén informadas va a suponer una mayor detección precoz, que se entienda que no es un capricho de la persona sino un trastorno en el que hay un gran sufrimiento, y así acudir cuanto antes a los recursos especializados, concluye Maite Zapata.

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