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La obra maestra del capitán Sergio Algora y sus grumetes gusanos

‘El escarabajo más grande de Europa’ fue el tercer y último disco de El Niño Gusano, su inmortal testamento que dejó a la banda zaragozana en la cima de la música indie nacional.

Sergio Vinadé, Mario Quesada, Paco Lahiguera, Andrés Perruca y Sergio Algora, pura magia.
Sergio Vinadé, Mario Quesada, Paco Lahiguera, Andrés Perruca y Sergio Algora, pura magia.
Óscar Sanmartín

Terminar un proyecto artístico en la cima creativa es una misión casi imposible, al alcance de unos pocos elegidos. Un acto de inteligencia y sacrificio que firmó El Niño Gusano, esa fugaz aventura que entre 1993 y 1999 gobernó un capitán en eterna flor compositiva llamado Sergio Algora junto a sus grumetes Sergio Vinadé, Mario Quesada y Andrés Perruca (Paco Lahiguera se unió en las postreras misiones). Poco más de un lustro precisaron para alquilar a perpetuidad una habitación con vistas en lo más alto de la música alternativa nacional, llámenla indie o simplemente pop psicodélico con mayúsculas.

‘El escarabajo más grande de Europa’ fue su tercer y último disco, un gozoso testamento sonoro y lírico que nació en 1998 como un clásico automático. Dieciséis canciones, 60 minutos de hipnótico baile al son que marcaban unos jóvenes zaragozanos que hicieron historia sin pretenderlo.

"Yo siempre supe que El Niño Gusano solo sacaría tres elepés. “¡Tres discos buenos y ya, se acabó lo que se daba, como hacen los grupos buenos!”, les decía a mis amigos, sin saber muy bien por qué, sin tener muy claro cuáles eran esos grupos buenos que solo sacan tres discos, sin saber si nuestros discos eran buenos, pero es que eso es algo que no te planteas cuando grabas un disco con tus amigos", explica Andrés Perruca, el batería.

A diferencia de sus dos anteriores álbumes, ‘Circo luso’ y ‘El efecto lupa’, la grabación de ‘El escarabajo más grande de Europa’ dispuso de los extraordinarios medios invertidos por la multinacional RCA: un mes en el estudio Torres Sonido, en la sierra de Madrid, con el reputado productor Joaquín Torres (de la banda de los 60 Los Pasos). "Fue una de las mejores experiencias, si no la mejor, de la corta vida del grupo. Con 25 años pude disfrutar de lo que supone grabar con todos los medios que por aquel entonces podía poner a tu disposición una gran compañía. Gracias a David López, A&R de RCA en aquel momento, no se escatimaron medios. Un estudio de primera división, con un productor que tuvo un grupo de psicodelia en los 60, un restaurante gallego en el que comíamos a diario lo que queríamos y en cantidades ingentes, cambios de hotel porque en el primero que estuvimos no nos dejaban jugar al Scalextric, dos gatitos que nos encontramos a la entrada del hotel y que adoptamos, músicos que habían tocado en todos los programas nostálgicos de TVE, una maravilla de persona (Mariví) cuyo cometido era atendernos en el estudio, una competición vinícola casi diaria mantenida con nuestro productor, y una grabación que se convirtió en el recuerdo más especial de una época irrepetible", rememora Sergio Vinadé, el guitarrista.

Perruca completa el recuerdo: "Estuvimos en torno a un mes con esa grabación, en Villalba, aunque los fines de semana veníamos a Zaragoza. Nos lo tomamos todo con mucho humor y diversión, por supuesto, pero nos concienciamos desde el primer día de que debíamos aprovechar al máximo ese estudio y cumplimos a rajatabla los espartanos horarios de oficina. Siempre estábamos los cuatro, en todos los procesos. Los ‘gusanos’ lo hacíamos todo así, siempre todos juntos en todo, tal vez por eso el proyecto se fue haciendo cada vez más frágil, aunque todo aquello valió la pena. Ya lo creo que valió la pena".

Terna de productores

Como curiosidad, antes que dar con Joaquín Torres, la formación zaragozana valoró la posibilidad de contratar a otros dos productores. "Nuestras primeras opciones eran dos productores guiris: Dave Fridmann (productor de los mejores discos de Flaming Lips, Mercury Rev, Mogwai –y luego de MGMT, Tame Impala...–) y Gorwel Owen (productor de los Gorky’s Zygotic Mynci), pero en la compañía no estaban muy convencidos de lo que podía salir de esas aventuras y prefirieron ir a lo seguro, a alguien nacional que nos aterrizase, y seguro que acertaron porque el ‘Escarabajo...’ es tal vez nuestro mejor disco y creo que ha aguantado muy bien el paso del tiempo, tal vez por esa labor de enfriamiento y criogenización que Torres imprimió en ese disco al ‘sonido Gusano’. Recuerdo que en su día había canciones que se me quedaban un poco frías, sobre todo sabiendo cómo sonaban en el local o en los directos (‘Angel Guardia’, ‘Duerme’, ‘Lourdes’, ‘Ahora feliz feliz) pero está claro que Joaquín Torres acertó", reconoce Perruca. No hay que olvidar que Torres había grabado a lo más granado de la música en español: Julio Iglesias, Rocío Durcal, Plácico Domingo, Tequila, Los Ilegales, Burning, Los Secretos, 091...

Si el contenido musical era primoroso, el continente rayó a la misma altura gracias al trabajo del ilustrador aragonés Óscar Sanmartín, un artesano de la excelencia y creador de todas las portadas de la banda (salvo del seminal ‘Palencia EP’). "Hablamos con Sergio Algora de que les apetecía tratar el disco como un álbum conceptual. Expusieron ideas que les sugería, como el blanco y el frío. A partir de ahí, comencé a trabajar. Al principio la idea era que fueran médicos con alas en el quirófano. Pero la desechamos. Ahí surgieron los esquimales. Casaban con la nevera y con el quirófano. Eran conceptos que encajaban sin tener nada que ver. De hecho, su música era algo parecido: letras y sonidos que en apariencia no tenían ninguna relación pero que cobraban sentido", expone.

El resultado fue majestuoso, una cubierta icónica gracias a la maqueta que la ilustraba. "La maqueta la construí con piezas de modelismo y de reciclaje. Las partes del quirófano están hechas con piezas de otros ‘kits’, piezas de un cañón alemán, piezas de un transporte imperial de ‘Star Wars’... Miré mucho por droguerías. Hay un ambientador para coche y piezas de plástico. Tardé unas dos semanas en construirla", apostilla Sanmartín.

En definitiva, una obra maestra.

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