Por
  • Luis Rabanaque

Belleza sobre los escombros

[[[HA REDACCION]]]Arno Fischer_Situation Berlin 1946_Fuente Berlinische Galerie_2.jpg
Un panorámica de las ruinas de Berlín poco después de la II Guerra Mundial.
Arno Fischer.

Días atrás viajamos a Madrid para celebrar el amor y la amistad con nuestro querido Torsten Weber, el guitarrista alemán que conquistó hace diecinueve años el corazón de Laura Gómez-Lacueva Peralta (no me olvido nunca del segundo, puedes estar tranquila) y de rebote, el nuestro.

Nos empeñamos en que las risas y los momentos bonitos nos fueran llevando a través de un día para el recuerdo. Paseamos, conversamos, comimos en su local favorito y bebimos el agua con gas que ella siempre pedía. Visitamos también algunos de sus lugares especiales en Madrid. Uno de ellos fue el Cerro del Tío Pío, el Parque de las Siete Tetas de Puente de Vallecas, creado en los años 80 con el prensado del poblado chabolista de Pío Felipe, el chatarrero que levantó allí su primera vivienda hace más de un siglo. Un suburbio que en los años 70 fue símbolo de la lucha vecinal por la dignidad. Un espacio de construcciones caóticas sin agua ni luz eléctrica en el que malvivían miles de personas, la mayoría inmigrantes jienenses, toledanos y extremeños (entre ellos el cantautor Luis Pastor).

Hoy, la antigua barriada de Pío es un hermoso espacio natural, una sucesión de colinas que proporcionan las mejores vistas de Madrid, un oasis verde en medio de la gran urbe.

En Zaragoza, muy cerquita de la casa de Laura Gómez-Lacueva, está el Parque de la Paz. De nuevo una colina surge de un poblado de chabolas, de las Graveras, de un espacio de infamia repleto de viviendas improvisadas y malsanas. Foco de marginación y degradación humana entre los años 50 y 80 que tras su derribo y conversión en parque, pasó a ser un espacio de paseo y celebraciones para todo el barrio. Allí donde hubo miseria y penuria hay ahora un bello lugar dedicado a la convivencia.

Hace seis años viajé a Berlín con Ana Moreno, mi compañera. Allí nos esperaban Laura y Torsten, nuestro Toddy, unos generosos anfitriones que nos mostraron mil sitios. Visitamos un antiguo búnker de la Guerra y cuando salimos al exterior nos encontramos con un parque en forma de colina, creada a partir de los restos de las viviendas cercanas.

En muchos barrios de Berlín tienen collados similares, pero ante la imposibilidad de absorber todo el escombro de una ciudad devastada, crearon también en las afueras el Teufelsberg, la ‘Montaña del Diablo’. La que ahora es la segunda elevación más alta de la ciudad albergó en su momento el proyecto megalómano desde el que el asesino del bigote pretendía gobernar el mundo. Ya derribado y con los vertederos de Berlín repletos por el desescombro de la ciudad, se convirtió en el depósito de unos quince mil edificios. Hoy es una colina con más de un millón de árboles que alberga vida. Especies animales como jabalís, ardillas o zorros, un bosque con cientos de especies arbóreas y un lago a sus pies. Nuevamente del terror nace la belleza, de la noche vuelve a salir el sol.

Hace algunos días, mi admirado y querido David Angulo publicó una canción preciosa dedicada a nuestra Laura. Aparece la guitarra de Toddy y como decimos desde que la escuchamos, la voz y el instrumento hablan, se quejan, lloran y gritan desde el dolor con hermosura. Compuesta en los momentos de mayor desconsuelo es un homenaje precioso a una persona querida. A la amistad y a la vida. Como sucedió en Madrid, Berlín (en la foto de Arno Fischer) y Zaragoza, de los escombros emocionales en este caso, surgió la belleza. De los días terribles de finales de marzo, una celebración delicada y hermosa.

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