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Ramón y Cajal: “Zaragoza es algo mío, muy íntimo, que llevo embebido en mi corazón”

Alberto Schuhmacher y José María Serrano coordinan en las PUZ el volumen coral sobre el sabio popular, 'El hombre, el científico, el intelectual'

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Silveria Fañanás y Santiago Ramón y Cajal con sus cinco hijos.
Unizar/Cajal.

Sabemos que España es un país de grandes hombres. Algunos son irreductibles, infinitos, asombrosos, plenos de sabiduría, de curiosidad e incluso de sentido profético. Y grandes profesionales en lo suyo. Y ya puestos, versátiles, apasionados, cautivadores. Y, por supuesto, ferozmente humanos. Algunos podrían ser Goya, Joaquín Costa, Luis Buñuel, inevitablemente, si pensamos en Aragón, pero también, o quizá más incluso, Santiago Ramón y Cajal. Bastantes meses atrás la Universidad de Zaragoza le rindió un gran tributo con una exposición, historicista, en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza. Aparece ahora, el volumen cuidadísimo ‘Santiago Ramón y Cajal. El hombre, el científico, el intelectual’ (Prensas de la Universidad de Zaragoza), que es el homenaje que coordinan Alberto Schuhmacher y José María Serrano dentro del denominado Trienio Cajal, “designado por el Ministerio de Cultura e Innovación entre 2022 y 2024”. El libro lo pueden adquirir, entre otros lugares, en la caseta de las PUZ en la Feria del Libro de Zaragoza, o en su sede en el Paraninfo, pero está ya en todas las librerías.

“Opulentamente dotado de fe, de tenacidad y de una maestría insuperable para sorprender los pequeños secretos de la Naturaleza en los procesos de lo infinitamente pequeño”, dijo Joaquín Costa, tras recibir Cajal el Nobel en 1906. Y Juan Ramón Jiménez, en 1942, en sus ‘Españoles de tres mundos’, anotó: “Ausente, fino y realista; siempre enredado en el laberinto bello de los sutiles encajes de la vida de su microscopio. No conozco cabeza tan nuestra como la suya, fuerte, delicada, sensitiva, brusca, pensativa. Los ojos no miran nunca a uno -a nada con límite-; andan siempre perdidos, caídos, errantes, como buscándose a sí mismos en el secreto, para mirarse, al fin, frente a frente”, dice el Premio Nobel de Literatura de 1956.

Si alguien preguntase, “pero, ¿qué tiene el libro?”. La respuesta tendría que “lo tiene todo”. La vida, con esas infancia y adolescencia tan literarias, la vocación, el dibujo y la fotografía, los años de Cuba, el retorno a Zaragoza, las casas donde vivió, la iglesia donde se casó, sus inicios, su carrera y sus obsesiones e intuiciones, que ratificó una a una. Se cuenta el relato de su familia, algunos miembros tienen su propia microbiografía, se evoca su condición de filósofo, de escritor, de político en ciernes, de regeneracionista, de polemista si era preciso, su magisterio, sus discípulos, su praxis clínica, y un centón de detalles, secretos, obra en marcha, discursos, vínculos con Mariano Benlliure y con muchos libros y revistas, como recuerda el bibliófilo Pepe Melero al retratar, como si Cajal fuera un anciano marinero que vuelve a casa, su vitrina de “pecios cajalianos”. 

Juan Ramón Jiménez: “Ausente, fino y realista; siempre enredado en el laberinto bello de los sutiles encajes de la vida de su microscopio. No conozco cabeza tan nuestra como la suya, fuerte, delicada, sensitiva, brusca, pensativa".

A veces, leyendo el libro, navegando por sus páginas, el lector puede preguntarse: “¿Hablamos de un hombre solo o de varios?”. “¿Hubo algo que no le interesase?”. Sabemos que hasta frecuentó algunos prostíbulos, como contaron algunos coetáneos -en ‘El País’, por ejemplo- y recogió en un libro Javier Rioyo. José-Carlos Mainer recuerda que “era bastante vulnerable a los encantos femeninos”.

Santiago Ramón y Cajal, pintado por Joaquín Sorolla.
Santiago Ramón y Cajal, pintado por Joaquín Sorolla.
José Garrido Lapeña/DGA

Otro detalle capital para abrir boca. La publicación tiene un inmenso aparato gráfico de dibujos, pinturas, gráficos, medallas, portadas. Y fotos, claro. Como se sabe, Santiago Ramón y Cajal es un pionero en el estudio de la fotografía en color. Ya se ha aludido a sus dibujos: a veces hacen pensar en los surrealistas, en Dalí e incluso más, tal vez en la obra de Federico García Lorca. De hecho sus dibujos han figurado en exposiciones de artistas de la vanguardia española. Y su fotografía es variada y espléndida. Le gustaban el retrato, la arquitectura y el reportaje de viajes, como documentó José Antonio Hernández Latas en tres exposiciones en La Aljafería: en el libro, entre otras muchas aportaciones, aparece una foto estereoscópica de los Cajal, con una chiquilla montada en un burro, en el monasterio de Piedra.

El volumen se abre con tres discursos sobre Zaragoza en ‘Mi venerada alma mater’, sobre Zaragoza y su Universidad, donde inició su andadura. De los tres discursos pronunciados en la Universidad de Zaragoza, leídos siempre por persona interpuesta, se lee: “Porque Zaragoza es algo mío, muy íntimo, que llevo embebido en mi corazón y en mi espíritu, y palpita en mi carácter y en mis actos. Pienso que algo de su tierra está incrustado en mis huesos y que el agua del Ebro, del río simbólico de Aragón y de Iberia, circula todavía por mis venas”. En el tercer discurso, que leyó su hermano Pedro Ramón y Cajal el 25 de febrero de 1925, casi esbozó su epitafio. “Mi sueño más acariciado sería que en el porvenir algún contemplador de mi efigie declare con devoción filial: ‘He aquí el trasunto de un español fervoroso, que luchó hasta lo último por enaltecer a la ciencia patria y honrar a su tierra'”. En el segundo discurso, decía que se sentía hermano, en el pesimismo crítico, de Joaquín Costa.

Cajal: “Mi sueño más acariciado sería que en el porvenir algún contemplador de mi efigie declare con devoción filial: ‘He aquí el trasunto de un español fervoroso, que luchó hasta lo último por enaltecer a la ciencia patria y honrar a su tierra'”.

A partir de ahí los expertos analizan, cuentan, supervisan y recrean su figura a lo largo de tres epígrafes: ‘En torno a la vida de Cajal’, ‘Cajal científico’ y ‘Más allá de la Ciencia’. A propósito del primero, Federico Mayor Zaragoza se apoya en sus escritos y textos ajenos para dar un esbozo del personaje que cierra con su consejo a los jóvenes. “No os abata ni enerve el recuerdo de pasadas amarguras. La Historia nos enseña que solo fenecen las naciones en cuyas almas se apagó enteramente, con el sol de la esperanza, la llama de la voluntad”. Completan las visiones auténticos maestros cajalianos y discípulos, cuando menos afectivos: Alberto J. Schuhmacher, siempre brillante, erudito y cálido; José María Serrano Sanz, que ha defendido su figura por doquier; Santiago Ramón y Cajal y Agüeras, y Asunción Fernández Doctor y Consuelo Miqueo.

Santiago Ramón y Cajal en su despacho, siempre cerca de su microscopio.
Santiago Ramón y Cajal en su despacho, siempre cerca de su microscopio.
Cajal/Puz.

En el segundo epígrafe, escriben Juan Andrés de Carlos (‘Las contribuciones de Cajal a la nuerociencia’); Carlos Martín (‘Cajal microbiológico. Más allá de la neurociencia’); Fernando de Castro (‘La Escuela de Cajal, o Escuela neurológica española); Elena Giné (Mujeres en la Escuela de Cajal. Pioneras de la neurociencia española’); Javier de Felipe (Cajal y la conectividad neuronal en el momento actual’) y Rafael Yuste ( ‘Las nuevas neurotecnologías y su impacto en la ciencia, medicina y sociedad’). De ‘Más allá de la ciencia’ escriben Diego Gracia Guillén (‘El otro Cajal’); José-Carlos Mainer (‘El hombre de la barba, notas sobre Cajal, escritor’); Lucrecia Benlliure (‘Cajal y Benlliure’), y José Luis Melero (‘Pequeña vitrina de pecios cajalianos’). 

Todos los textos merecerían comentario, y además exhaustivo, porque ayudan a dar una dimensión más precisa y la vez vasta, y con novedades, de Santiago Ramón y Cajal. Diego Gracia Guillén dice: “La vida de Cajal no es la de un santo ni la de un héroe; es la de un sabio”. Pepe Melero rescata una visión menos complaciente, la de Pío Baroja: “Ramón y Cajal era hombre hosco, de aire huraño y brusco. Había en él algo de gran rabino”.

El libro, de tapa dura, se completa con ‘Mi Cajal’, un conjunto de visiones de muchos escritores, artistas, historiadores o científicos; con su ‘Atlas de Anatomía’, a todo color, con una minuciosa cronología y con un capítulo de notas. No vamos a descubrir la pólvora con Santiago Ramón y Cajal, arcaizante o no, porque posee una abundante bibliografía, pero en su conjunto este es un volumen del todo imprescindible.

Uno de los autorretratos a color de un estudioso de esta disciplinada. Fue un pionero.
Uno de los autorretratos a color de un estudioso de esta disciplinada. Fue un pionero.
Cajal/Puz.

LA FICHA

‘Santiago Ramón y Cajal. El hombre, el científico, el intelectual’. Coordinación: Alberto Schuhmacher y José María Serrano. Ilustrado. Prensas de la Universidad de Zaragoza. Zaragoza, 2023. 386 páginas.

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