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José Luis Acín: "Siempre me ha gustado ver cómo se va haciendo un libro"

El director del Centro del Libro de Aragón recibirá el próximo viernes 9 el premio Aeditar que reconoce casi 40 años de trayectoria y de escritura

JOSE LUIS ACIN PREMIO AEDITAR EN EL PARANINFO DE LA UNIVERSIDAD EN ZARAGOZA 01-06-2023 FOTO FRANCISCO JIMENEZ[[[FOTOGRAFOS]]]
José Luis Acín, premio Aeditar 2023, recibirá su galardón el próximo sábado a las 22.00.
Francisco Jiménez.

José Luis Acín Fanlo (Piedrafita de Jaca, Huesca, 1963) ha hecho todos los oficios del libro en Aragón. Ha sido coordinador de publicaciones del Gobierno de Aragón y ahora dirige el Centro del Libro de Aragón. El año que viene se cumplirán 40 años de trabajo constante. Acaba de recibir el Premio Aeditar 2023 a su trayectoria y lo recibirá el próximo viernes, día 9 de junio.

¿Cómo recibe un premio así como el Aeditar a su trayectoria?

Lo recibo con alegría y, sobre todo, con mucho agradecimiento, pues se trata de un reconocimiento que hacen las propias gentes del sector, en este caso los editores. Y también –por qué no decirlo– con cierta sorpresa, hay muchas personas que se lo merecen y yo solo he hecho mi trabajo lo mejor que he podido y he sabido.

Si miras hacia atrás y repasa su carrera, ¿qué imágenes vinculadas al mundo del libro te vienen a la cabeza?

Mis primeros trabajos, aún en época de estudiante de bachillerato para ganarme unas perrillas, en la desaparecida librería Ibi (Fernando, Javier y Juan) o en la distribuidora Ícaro (Chusé y Ángel). Y después a todos los profesionales que he ido conociendo y trabajando en estos más de cuarenta años. También recuerdo el inicio de la nueva etapa de la Feria del Libro de Zaragoza en el año 1994, cuando se recuperó esta cita ya ineludible con gran trabajo de mucha gente para llevarlo a cabo (César Muñío, Chusé Aragüés, Ángel Gálvez…). Y recuerdo a los profesionales de otras comunidades y editoriales que nos hemos ido encontrando, hablando y avanzando en nuestros trabajos, en las distintas ferias del libro profesionales a las que he ido asistiendo. Y en ellas, también a reconocidos autores con los que he podido, aunque fuera mínimamente, hablar (y que me dedicaran un libro).

Hagamos un viaje en el tiempo. ¿Cuál fue en su infancia y adolescencia su relación con los libros? ¿Qué le gustaba y cómo se formaba?

Mi infancia, tras nacer en Piedrafita de Jaca, fue la de un niño llegado a Zaragoza fruto de la emigración de esos años sesenta del siglo pasado debido a la situación que vivía en ese momento mi familia. Pero sin renunciar a ese origen del que tanto hablaban mis padres y que fui conociendo paulatinamente en mis sucesivos viajes y estancias. Recuerdo, con cierta pena, el último año de vida, 1969, del pueblo de mi madre, Búbal, como consecuencia de la construcción del embalse, y pensar que ya nunca más podría ir a casa de mi abuela.

¡Vaya trago!

Desde luego. Ya en Zaragoza recuerdo los primeros contactos con el libro, con la lectura, y en ello algo –mucho– tuvo que ver mi hermano Ramón y el estímulo de mis padres, que si bien ellos no habían tenido la oportunidad, veían que nosotros sí que la teníamos que tener. Y, luego, ya en el instituto –en ese Portillo heredero del Pignatelli– la confluencia, la unión con una serie de compañeros –con el acompañamiento, por supuesto, de muchos de los profesores que teníamos– que nos gustaban las mismas cosas, los libros, la música, el cine (llegamos a realizar pases de películas en el propio instituto) y, por supuesto, la juerga.

Le han interesado muchas cosas: la maquetación, la edición, el trabajo de trastienda, la producción de libros, el contacto con las imprentas. ¿Cómo fue ese período? Creo que nunca lo ha dejado del todo.

Siempre me ha gustado ese contacto con la imprenta, ver cómo se va haciendo un libro a través de las manos de todos los grandes profesionales que intervienen en su realización; y, como dices, nunca lo he dejado del todo. Mis primeros contactos con la imprenta, con las artes gráficas, fueron haciendo ‘El Ribagorzano’ con Rafael Bardají o en esos mismos años, inicios de los ochenta, los números de ‘Andalán’, ambos con el malogrado José Luis Lalana de Cometa, que me enseñó todos los vericuetos de esas artes gráficas. Y luego con otros grandes profesionales con los que he seguido trabajando en la impresión y encuadernación, como Paco Ortiz, Pepe Navarro, Sergio Lamata, Javier Gil o Jesús Borgoñón.

Entró en la DGA hacia 1986 y desde entonces su mundo ha sido el libro. ¿Cómo vivió aquellos años, más de una década, en los que la DGA era casi la gran editorial de Aragón?

Mis primeros trabajos en la DGA se retrotraen a 1984 de la mano de Herminio Lafoz, a quién ya conocía a través de mi hermano y a quién no olvidaré nunca. Fueron unos años increíbles y muy intensos, de formación para mí y de conformación de las publicaciones de la DGA con la edición de los primeros libros, tiempos en los que se convirtió si no en la gran editorial, sí en una de las que más publicaba. Así hasta mediados, más o menos, de la década de los noventa, cuando empezaron a surgir las editoriales privadas en Aragón y los esfuerzos se destinaron, principalmente, a apoyar a las mismas.

JOSE LUIS ACIN PREMIO AEDITAR EN EL PARANINFO DE LA UNIVERSIDAD EN ZARAGOZA 01-06-2023 FOTO FRANCISCO JIMENEZ[[[FOTOGRAFOS]]]
José Luis Acín posó en la Biblioteca Universitaria del Paraninfo entre los que recuerdan los vínculos de la ciencia aragonesa con Albert Einstein.]
Francisco Jiménez.

¿Qué recuerda de todo aquello con cariño, qué libros, autores, aventuras, colecciones, instantes?

Recuerdo esos iniciales libros que sentaron la base para lo que vendría después; colecciones como Crónicas del alba o los facsímiles de las revistas literarias de Aragón; proyectos como la recuperación y traducción de la indispensable obra de Fritz Krüger ‘Los altos Pirineos’ con la Diputación de Huesca y Garsineu edicions; libros como los de la exposición antológica de Ramón Acín o la edición en dos volúmenes con una amplia selección de fotografías de ‘Bellezas del Alto Aragón’ de Lucien Briet para la Diputación de Huesca; autores como Jesús Moncada, Julio Llamazares, José Saramago, Luis Sepúlveda, Ildefonso-Manuel Gil, Rosendo Tello, Almudena Grandes, Gonzalo Torrente Ballester,… Vamos, con todos los autores que han pasado por Aragón bien por las ferias o bien por el programa de Invitación a la lectura que llevaba mi hermano y con el que, como publicaciones y luego como Centro del Libro, había cierta complicidad.

Más tarde, no sé si antes o en la estela de Julio Llamazares y otros, le interesaron mucho los ‘Pueblos deshabitados’. ¿Qué no hemos contado, qué reflexión le merece este trabajo?

Es un asunto que siempre me ha interesado y que he vivido con cierta intensidad, pues no en vano lo viví en mi familia cuando era pequeño. Eso me llevó desde muy pronto a recorrerlos, a entender y estudiar lo que pasó, a dejar memoria –escrita y gráfica– de lo que hubo. Y, casi al mismo tiempo, es algo que se incrementó al leer la novela y conocer a Julio Llamazares. Posiblemente se ha hablado mucho de lo que había, de la cultura que se ha perdido o se está perdiendo, del paisaje humanizado que también está desapareciendo… pero no se ha hablado mucho de lo que pasó en el plano humano, de lo que sintieron, padecieron y tuvieron que hacer todas aquellas personas que, por distintos motivos, tuvieron que dejar atrás lo que había sido su vida de siempre y durante generaciones. Es un tema del que ahora se vuelve a hablar, sin darle muchas soluciones y con la misma problemática –o similar– que ya había a mediado del pasado siglo, pero del que ya se lleva trabajando por parte de mucha gente –parece que en algún momento se olvida– desde hace más de treinta años.

¿Qué le debe a Lucien Briet y a los pirineístas?

Le debo, les debo, el conocer y ver el Pirineo de otra manera. Ellos tuvieron la suerte de conocerlo en una época muy concreta, entre fines del XVIII e inicios del XX, con lo que ello supone de haber podido ver una cultura que, cuando hemos llegado nosotros, ya era otra o estaba en trace de ser otra, cuando no de desaparecer. También esa querencia hacia estas montañas, que no sé qué tienen, pero que tanto les atraía y nos siguen atrayendo a muchas personas.

¿Cómo define el Pirineo, que tanto le marcó?

El Pirineo creo que lo ha sido todo para mí, nací allí, en un pequeño pueblo, en Piedrafita de Jaca, y desde pequeño lo he sentido como algo profundo, esas montañas tienen algo, es la única ‘diosa-ninfa’, Pirene, que me ha dominado y subyugado. Y lo ha hecho, como digo, desde pequeño, con mis visitas desde temprana edad o con lo que me transmitían mi padre Miguel y mi madre Pilar de esas montañas y de esa cultura. Y así ha seguido hasta ahora, cuando recuerdo todas las incursiones, viajes, recorridos que he hecho con mis hermanos José Miguel y Ramón, con mi sobrino Miguel Ángel o con grandes amigos como Miguel Allué, Benjamín Oca, Modesto Pascau... Y, por supuesto, por los viajes y veranos, con mi compañera Marga y mi hija Alba. No era por alcanzar una cima, que también he hecho y que en cierta medida fue el inicio de los pirineístas, sino ver, descubrir y aprehender lo que encerraban y encierran esas montañas y valles, esa interacción con el hombre; en definitiva, saber ver el paisaje humanizado.

¿Qué ha quedado del fotógrafo que fue durante mucho tiempo?

Nunca me he considerado un fotógrafo. He sido, simplemente, una persona que hacía fotografías para documentar y acompañar a mis libros. Ha sido un lenguaje que me ha acompañado siempre porque me ha gustado buscar esas imágenes, las luces, las formas del paisaje, los elementos culturales que ha dejado el hombre en ese paisaje, las personas que pueden salir en alguna de ellas,… Y también porque me ha servido, y la he tenido que utilizar, en mi trabajo diario, en el de la producción de libros.

Hay en usted también una faceta de antropólogo, de estudioso del paisaje, de las montañas e iglesias, de las tradiciones. ¿Qué lugar ocupa eso en su carrera y qué buscaba?

Ocupa un lugar importante, pues desde joven empecé a interesarme por estos temas. Ha sido una parte a la que he dedicado mucho tiempo porque quería conocer sus entresijos, patear todos los rincones a ser posible, intentar guardar memoria de todo ello a través de mis recuerdos y –después– de los textos e imágenes, de intentar preservar ese rico patrimonio (primero en Amigos de Serrablo, luego con el proyecto que preparamos con unos buenos amigos –Modesto Pascau, Benjamín Oca, Antonio Lorenzo– de restauración de edificios de difícil acceso y que se saldó con una veintena de restauraciones y con la recuperación –al menos en parte– de conjuntos medievales tan destacados con Montañana o Muro de Roda). Y por bucear en lo que quedaba de una cultura que poco a poco, pero sin remedio, se está olvidando y perdiendo, por intentar rememorar cómo era esa vida tan difícil en medio de ese entorno tan especial. Y además me ha permitido conocer a personas del mundo del estudio de la cultura tradicional de gran relevancia en el mismo y en mi persona, como cuando conocí y estuve unas horas con Julio Caro Baroja, tras conocernos haciendo amistad con Joaquín Díaz, o con todos los de aquí, como Enrique Satué, Severino Pallaruelo, Ángel Gari, Eugenio Monesma…

Dirige el Centro del Libro desde hace más de una década. ¿De qué se siente orgulloso, qué es lo mejor que ha hecho ese espacio?

El Centro del Libro de Aragón se pone en marcha en junio de 2005, heredero del servicio de publicaciones del Gobierno de Aragón. Con su creación se quiere cohesionar al sector del libro, promocionar y difundir los libros aragoneses, las obras de autor o temática aragoneses. Que los profesionales del sector vieran y tuvieran algo con lo que identificarse, que lo sintieran como suyo porque para eso, principalmente, se puso en marcha. Y se pone en marcha no solo con la intención de realizar una serie de actividades con los escritores (como se hacía y hace en algún organismo similar de otras comunidades; además, en esos momentos aquí se estaba desarrollando el programa Invitación a la lectura), sino de intentar abarcar a todos los sectores del libro, desde los escritores hasta los libreros, pasando por editores y distribuidores, y por supuesto también con los lectores. Yo creo que lo mejor que se ha conseguido es, creo, que el sector lo vea como algo suyo, del que forman parte y con el que comparten sus preocupaciones, sus expectativas, sus líneas de trabajo, su futuro.

¿Qué le ha faltado?

Pues, con toda seguridad, se podría haber hecho mucho más y haber profundizado más en lo que se ha llevado adelante, pero –pese a eso más que se podría haber hecho– creo que la labor que se ha desarrollado por parte de todos los que forman o han formado parte del mismo –y me refiero también a todos los profesionales de los distintos gremios del libro que lo han apoyado y considerado como parte de ellos– ha sido bastante aceptable. Ha sido una labor conjunta, de mucha gente, que creo ha tenido también su repercusión dentro y fuera de Aragón.

Recuérdele a los lectores qué servicios prestan y cómo pueden acceder.

Desde el Centro del Libro de Aragón se lleva a cabo todo lo que tiene que ver con este sector: además de las propias publicaciones del Gobierno de Aragón, apoyo a los diferentes gremios, ayudas a la edición y a las librerías, ferias comerciales y profesionales (a partir de la puesta en marcha se acudió a las principales citas internacionales –hasta ese momento solo se había estado presente en Liber–, en donde los editores de Aragón tenían un espacio, un stand, para mostrar su producción y desarrollar su labor), premios literarios o relacionados con el libro, presentaciones de novedades o el mantenimiento diario de una página web (centrodellibrodearagon.es) donde se intenta reflejar todas las novedades editoriales que se producen en Aragón o de autor o temática aragoneses, así como las noticias del sector.

JOSE LUIS ACIN PREMIO AEDITAR EN EL PARANINFO DE LA UNIVERSIDAD EN ZARAGOZA 01-06-2023 FOTO FRANCISCO JIMENEZ[[[FOTOGRAFOS]]]
José Luis Acin es antropólgo, estudioso del Pirineo, autor de libros sobre la despoblación y en patrimonio.]
Francisco Jiménez.

Estamos en las Ferias del Libro de Zaragoza y Huesca. ¿Las vive de una manera especial, disfruta de ellas o el trabajo no le deja tiempo para los pequeños placeres?

Las ferias siempre se viven de una manera especial, máxime si además de lector se está en la organización de las mismas, con el sector en su conjunto. Se disfrutan, o las disfruto, viendo los libros en la calle, con el montaje de las mismas y la unión que hay en el sector para llevarlo a cabo, con los diversos agentes del mismo –editores, distribuidores y libreros, además del resto de personas que intervienen en su organización– y las conversaciones con ellos, con los escritores que vienen, con la gente del público que te encuentras… Y, por supuesto, con los nuevos –o viejos– libros que allí puedes encontrar y empezar a leer.

Recomiéndenos cuatro o cinco libros que debiéramos tener y que a isted le hayan ayudado a madurar. Por si algún librero se anima a hacerle caso y los lleva.

Es muy difícil seleccionar títulos y más al ser tan pocos. Por eso, los que voy a citar son esos que entroncan con lo que me ha gustado, interesado y en cierta medida dedicado, por los temas humanos y su imbricación con el paisaje, con ese paisaje humanizado: ‘La lluvia amarilla’ de Julio Llamazares, ‘El viejo que leía novelas de amor’ de Luis Sepúlveda, trilogía “De sus fatigas” (‘Puerca tierra’, ‘Una vez en Europa’, y ‘Lila y Flag’) de John Berger, ‘Camino de sirga’ (y otras obras) de Jesús Moncada, ‘Dersu Uzala’ de Vladimir Arséniev (con película incluida de Akira Kurosawa) o ‘Tótem lobo’ de Jiang Rong (seudónimo de Lü Jiamin, que también fue llevada al cine por Jean-Jacques Annaud con el título de ‘El último lobo’). Sin olvidar las lecturas más antropológicas de Julio Caro Baroja, Mircea Eliade, Marvin Harris, Bronislaw Malinowski o, por citar solo algunos, Nigel Barley.

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