Ocio y cultura

Ramón Acín: "La memoria es clave en mí porque es lo que nos edifica como personas"

Nacido en Piedrafita de Jaca en 1952, publica dos novelas: ‘Los muertos que llevan los vivos’ (Los Libros del Gato Negro) y, para los jóvenes, ‘La carpeta azul’ (Imperium).

Ramón Acín cultiva la literatura y la caminata en lugares como Jaca, Barbastro y La Cartuja.
Ramón Acín cultiva la literatura y la caminata en lugares como Jaca, Barbastro y La Cartuja.
Guillermo Mestre

"Creo que escribo acerca de lo que no comprendo. Escribir es buscar fundamentos o asideros para entender cuanto me rodea. También es una manera de estar en este mundo al percatarme de las desigualdades que me separan de los demás. Incluso escribir llega a representar un alivio puntual ante tanta incertidumbre, sea ésta en el seno de la familia, esa célula social que es a la vez cobijo y cárcel, o en el seno de la sociedad zaragozana que, también es a la vez, necesidad y sumisión", dice Ramón Acín Fanlo, que en 2022 cumplirá 70 años.

¿Cómo se planteó ‘Los muertos que llevan los vivos’ con esa estructura de viajes y regresos?

Es una estructura que se asienta sobre un continuo ir y volver del protagonista a Zaragoza, su lugar de origen. Huidas y regresos que, al repetirse en tres ocasiones, coincidentes además con tres momentos distintos de la vida del protagonista, quieren indagar sobre cómo varían la mirada, la perspectiva y la memoria de uno cuando se produce el abandono o separación de los sitios conocidos que, hasta ese momento, han dado sustento, amparo y seguridad a la vida. Además, creo que, por otra parte, el vaivén viaje (o huida regreso) podría evitar cansancio al lector, pues los asuntos del protagonista durante los viajes en nada se parecen a los de su vida en Zaragoza.

Parece que tiene algo de autobiográfica: por los viajes y por muchas experiencias que usted ha vivido en la ciudad.

Vivo en Zaragoza y he viajado a la mayoría de los países que, como Perú, aparecen en ‘Los muertos que llevan los vivos’. Cuando se escribe, creo que es inevitable que algo de tu vida y experiencias personales aflore en los escritos. Hay un recuerdo de mis viajes y, sobre todo, un homenaje a la Zaragoza de mi infancia y adolescencia, al menos en el primer regreso del protagonista. Ciertas vivencias de ensoñación tienen que ver conmigo y con esa época en el barrio de San José, pero esa no es la cuestión clave.

¿Cuál sería, esa especie de escisión entre el hombre de la montaña y el de la ciudad?

A mí, como en la canción de ‘Zarajota blues’ de José Antonio Labordeta ("La amo, la odio, le tengo un cariño ancestral", cantaba), lo que me interesaba era indagar en ese amor/rechazo que he presentido muchas veces porque tengo el corazón partido entre el Pirineo y la llanura del Ebro que encarna Zaragoza. Un amor/rechazo que se acomodaba muy bien a los verdaderos temas que pretendo tratar en la novela y que, en especial, son la impostura y la mentira con sus secuelas o, entre otros menos visibles, la soledad del desamor o el lado oscuro de la amistad. Debe quedar claro que, pese a lo que dicen algunos amigos que ya han leído la novela, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

¿Es decir que nadie pierda el tiempo buscándose que Ramón Acín no despedaza a nadie?

La serie de personajes secundarios, digamos ‘zaragozanos’, responden sólo a la imaginación, nunca a la realidad. Por ejemplo, la biblioteca de RR está sugerida por la lectura de una biografía sobre Catalina de Rusia y su habitación erótica. En suma, son personajes que me eran necesarios para el tratamiento de los temas que acabo de apuntar.

¿Qué le dan los viajes al fabulador, al autor de novelas?

Por ser concreto, por ejemplo, el primer viaje me permite ahondar en el pasado histórico de España, o sea, sobre ciertos momentos del pasado histórico de la conquista de América por España y alguna de las secuelas sobre los aborígenes. El segundo posibilita una indagación acerca de la huella aragonesa en el mundo a través de la toponimia o las costumbres aragonesas visibles en el mundo. Y el tercero da pie a hablar sobre el vaciado o la despoblación y de quienes han sido los agentes de tal atropello, además de configurar un homenaje a mi querido amigo Jesús Moncada.

Amigo y maestro, ¿no?

Sí. Desde luego. Sé muy bien que uno es hijo de cuanto ha leído y que acumula en el hondón de su mente mundos escritos por otros que, a veces, reviven y toman de nuevo cuerpo.

¿Cómo maneja la memoria y sus personajes en la ficción?

La memoria es otra de las claves de la novela, elemento que está presente en bastantes textos míos. La memoria es lo que en verdad nos edifica como personas, porque solo somos pasado en un presente que es irremediablemente puntual.

¿Qué le da al narrador para adultos este acercamiento a los jóvenes en su novela ‘La carpeta azul’ (Imperium)?

‘La carpeta azul’ es una novela juvenil que pretende unir varios aspectos sobre el carril de una historia amorosa sin fisuras. Al narrador le da la posibilidad de recordar una literatura casi ausente hoy día pero que yo devoré en mi juventud. Un recuerdo de una literatura donde el viaje, la aventura, el misterio, la fantasía o la intriga se compaginan en ‘La carpeta azul’ con muchas cosas.

¿Se refiere a exploradores, colonias, escaramuzas…?

Sí. Pienso en los descubrimientos de los exploradores (Iradier), el paisaje exótico (la antigua colonia española de Guinea Ecuatorial y sus islas), la dura realidad de la actuación del colonizador (las haciendas del cacao o en las empresas madereras de la selva), la historia social (movimientos de independencia guineana) y los mitos, observados en tiempos tanto en el cine (‘Ayesha o la diosa del fuego’) como en la literatura (mito de la eterna juventud, ‘She’, de Henry R. Haggard).

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión